Opinión

Y Lagarde se hizo volteriana

El Banco Central Europeo y la Reserva Federal viven en la incertidumbre, impelidos a intentar soplar y sorber al mismo tiempo para mantener la actividad y combatir la inflación

La presidenta del BCE, Christine Lagarde
La presidenta del BCE, Christine LagardeDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Christine Madeleine Odette Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), la mujer más poderosa de Europa porque puede crear y destruir dinero, vive ahora en la incertidumbre y abraza el volteranismo. El miércoles, en un discurso en Fráncfort, recurrió a Voltaire (1694-1778) para ilustrar sus conclusiones: «La incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es absurda».

La presidenta del BCE vive ahora en una situación incómoda porque sus decisiones influirán en el futuro inmediato de 400 millones de europeos y, de forma indirecta, en algunos gobiernos, varios pendientes de elecciones como el español de Pedro Sánchez y su «presidenta segunda», Yolanda Díaz, según el desliz de Patxi López, que no corrigió cuando dejó de estar hiperventilado en la esperpéntica moción de censura que Vox presentó contra el PP y Feijóo, sí, contra el PP.

Lagarde, esta vez, sin embargo, no está sola en la incertidumbre, aunque eso quizá no le sirva de consuelo, ni tampoco de ayuda. Su colega Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal americana (FED), afronta el mismo dilema incómodo. La crisis de los bancos medianos americanos y la de Credit Suisse ha pillado a todos por sorpresa, aunque resulte insólito sobre todo que la FED no tuviera indicios. Nada apunta que los tuviera, porque apenas un par de días antes del colapso del Silicon Valley Bank, el propio Powell tuvo una comparecencia parlamentaria en la que las tuvo tiesas con la demócrata radical Elisabeth Warren, a cuenta de la política monetaria y de su encendida defensa de nuevas subidas de tipos de interés. Si hubiera intuido el problema del banco californiano hubiera sido más prudente. No obstante, Powell, unos días después, jugó la carta de subir, una vez más, los tipos de interés para combatir la inflación, aunque esta vez solo 0,25 puntos. Ese alza del precio del dinero, en términos económicos, es intrascendente, pero tiene un gran significado político, como apuntaba el semanario «The Economist». Powell, con el problema de los bancos encima de la mesa y después de haber fabricado de repente 300.000 millones de dólares, tiene que mantener embridada la inflación y evitar que el sistema financiero colapse por falta de financiación. Algo así como sorber y soplar al mismo tiempo.

Lagarde, en Europa, no tiene que lidiar con la crisis del Credit Suisse, pero sí debe estar vigilante para que no haya contagio al sistema financiero de la eurozona, cuya salud y robustez asegura, como no podría ser de otra manera. El BCE acaba de subir los tipos de interés 0,5 puntos y los amigos del dinero fácil, con varios gobiernos a la cabeza, ya le piden que cambie de política. Está en una tesitura, con circunstancias diferentes, a la de Powell. Debe seguir en la lucha contra la inflación, que sigue sin estar controlada, y al mismo tiempo debe controlar los efectos de la nueva tormenta bancaria. Por eso, desde un cierto volteranismo, afirma que «no nos comprometemos a seguir subiendo los tipos de interés, pero tampoco a parar de hacerlo». Es decir, cualquier cosa es posible y, por ejemplo, ahí está el presidente del Bundesbank, Joachim Negel, que reclama seguir con las subidas de tipos de interés. No es exactamente lo mismo que defiende el Banco de España, que gobierna Pablo Hernández de Cos, miembro también del consejo del BCE, que en el «Informe Trimestral y previsiones macroeconómicas de la economía española» no descarta que la reciente incertidumbre financiera pueda afectar de forma negativa al PIB y eso, de forma paradójica, ayudaría a contener la inflación.

Todo, por supuesto, afectará a la economía española que, según el informe del Banco de España que presentó Ángel Gavilán, director general de Economía y Estadística, crecerá en 2023 un 1,6%, tres décimas por encima de la última previsión de la institución. La parte negativa es que los precios de los alimentos seguirán disparados, con alzas de dos dígitos para finalizar el año en un 12,2%, al margen de la esperada moderación de la inflación, tanto la general como la subyacente, aunque más la primera que la segunda. En definitiva, la incertidumbre es ahora la gran realidad económica en Estados Unidos, Europa y también en España y si sirve de pista, además de la FED y el BCE, el Banco Nacional de Suiza –a pesar de la crisis del Credit Suisse– y los bancos nacionales de Noruega y Hong Kong, también han vuelto a subir los tipos para prevenir males mayores con la inflación, que acaba de dar otro susto a los ingleses a subir otra vez por encima del 10%. La incertidumbre manda, pero la confesión volteriana de Lagarde es la mejor síntesis: «La incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es absurda» que, claro, lo dijo Voltaire.

El Observatorio de la Universidad Francisco de Vitoria pide ajuste fiscal

José María Rotellar dirige el Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria, recién creado y que acaba de emitir su primer informe trimestral de coyuntura. Los expertos que lo integran concluyen que la economía española necesita reformas estructurales para elevar su crecimiento, productividad y competitividad, entre las que destacan en primer lugar no demorar el ajuste fiscal porque si persisten los déficits se llegaría a un situación con dificultades para financiar la deuda.

Las tormentas financieras estabilizarán el oro por encima de los 2.000 dólares

El oro, una vez más, en tiempos de incertidumbre –en este caso financiera–, retoma una tendencia alcista. Superó los 2.000 dólares por onza hace unos días, justo cuando la crisis de los bancos medianos americanos, y tras retroceder algo, ha vuelto a rozar esa cota simbólica. Los expertos creen que podría caer un 10% a corto plazo, pero que a medio podría estabilizarse por encima de esos 2.000 dólares por onza, aunque tampoco el precio iría mucho más arriba.