Periodismo

Pepe Oneto, maestro de periodistas

Pepe Oneto, en una imagen de archivo/Foto: J. Fdez-Largo
Pepe Oneto, en una imagen de archivo/Foto: J. Fdez-Largolarazon

Me lo han dicho esta tarde y no lo podía creer. Pepe Oneto ha sido para mí, y para muchos de mis compañeros y colegas de La Razón, de Onda Cero, del antiguo grupo Zeta, de las tertulias de Telemadrid y Antena 3 y de la 1, o sea, de casi todos los medios en los que él picoteó y colaboró, un maestro de maestros, documentado al extremo en los debates, con artículos incisivos, siempre repletos de información pura, a veces dura, diferenciada de todas las demás, con sus famosas claves o adivinanzas legendarias.

Oneto, con su flequillo y su sorna e ironía siempre a gala, nos enseñó a muchos de nosotros a no creernos las trolas de los políticos, a ir contracorriente, ejerciendo el periodismo con sentido crítico, denunciado el abuso cuando era preciso, elogiando a quienes lo hacían bien siempre que era necesario.

Con Pepe tuve la ocasión de vivir bastantes experiencias. En España y en Panamá y en México. En Colombia, Paraguay y Dominicana. En Venezuela nos quedamos un día tirados, él y yo, a las ocho de la noche, sin bolívares y sin nadie que nos guiara en la oscuridad de la noche caraqueña de Maiquetía. Gracias a un telespectador venezolano de Antena 3 que le identificó por el flequillo, pudimos resolver la papeleta y alojarnos en un hotelito en el que encargado nos narró las 18 veces en que le habían robado ora la cartera, ora el reloj, ora el celular o el dinero y hasta la ropa. Pepe decía que en América siempre había que llevar algunos billetes “para darlos, por si te asaltan en cualquier esquina”. A él no le robaron nunca nada, aunque pasó por complicados trances, de los que salió airoso “por los pelos”.

Pepe Oneto fue uno de los grandes periodistas de nuestra transición. Uno de los nuestros. Escribió y triunfó con el 23-F. Era amigo de Felipe. Y antes de Suárez. Y después de Carrillo. Y también de Rubalcaba. Y fue enemigo y amigo de todos ellos, además.

Quienes le conocimos y tratamos sabemos que a Pepe le gustaría que le recordáramos, sobre todo, como el periodista díscolo e incisivo que fue. Un profesional entregado a su profesión. Un comentarista reconocido por su rubio tupé, sí, pero también por sus columnas, crónicas, reportajes, las portadas de las revistas que dirigió y los debates en los que participó y triunfó.

Querido Pepe, maestro y amigo, tus compañeros y colegas no te olvidamos.