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Cómo luchar contra los Klingon sin Kirk ni Spock
Netflix estrena «Star Trek Discovery», que se desarrolla diez años antes de la era de los personajes más carismáticos de la saga.
Netflix estrena «Star Trek Discovery», que se desarrolla diez años antes de la era de los personajes más carismáticos de la saga.
Treinta temporadas y 727 episodios después, ¿es necesario que vuelva «Star Trek»? La cadena CBS cree que sí, en la esperanza de reclutar a todos los «trekkies» del mundo –cuidadito con este detalle porque son los fans más iracundos y, como no les guste, la campaña que pueden hacer contra la producción puede ser bestial–, e invitar a los más jóvenes a que entren en el club. Sin embargo, los retrasos en la fecha de estreno han activado las alarmas de los más susceptibles que prefieren pensar mal cuando se puede hacer lo contrario. La incógnita se despejará mañana, cuando Netflix estrene los ocho primeros episodios de «Star Trek Discovery», ya que habrá un parón para continuar su emisión en enero, en esa táctica tan despiadada con la audiencia de trocear las series para crear más expectación.
Una ficción opulenta
Que la acción transcurra diez años antes de que el teniente Kirk y Spock se hicieran con los mandos de la «Enterprise» –esa nave que parece un parque recreativo para los amantes de los «gadgets» y sus enormes dimensiones–, beneficia a la producción porque es imposible establecer comparaciones con William Shatner y Leonard Nimoy, respectivamente. Los que no faltan en la cita son los klingon, esa raza de humanoides que tantas alegrías han procurado a los amantes de la serie hasta convertirse en el arquetipo de villano de la ciencia ficción.
Visualmente, se nota que la CBS ha firmado muchos cheques en blanco, quizá demasiados para este esperado regreso. «Star Trek» es vistosa y opulenta y además hace alarde de ello. Los cursis dirían que estamos ante una serie de alta gama, como esas publicaciones en las que hay más publicidad y fotografías que texto. Como ellas, entra por los ojos, otra cosa es que deje el intelecto, aunque sea una propuesta de entretenimiento, saciado. Se puede echar de menos el planteamiento visual naíf de las entregas anteriores, sacrificado por la dictadura de los efectos especiales.
En el manual de buenas intenciones de los responsables de la serie, uno de ellos Matt Middleton, director de arte, afirma que «hemos querido respetar la intención inicial de Gene Roddenberry, el creador de la saga, para poder celebrar la diversidad de la humanidad y nuestra capacidad para trabajar juntos». Nada que objetar, pero lo que se quiere ver son grandes batallas y los dilemas morales de los protagonistas además de los fuegos de artificio. También es necesario que los protagonistas tengan carisma. El que tuvo en su día Nimoy es imposible. Quizá sea la razón por la cual se ha elegido un reparto con un perfil bajo en la intención de que el efecto sorpresa sea un factor positivo para la serie. Los únicos rostros reconocibles son Sonequa Martin Green, que ha trabajado en «The Walking Dead», y Michelle Yeoh, que hizo un trabajo más que meritorio en la película «Tigre y dragón» (2000). Sus personajes tienen mucho poder, aunque, las cosas como son, no pueden reemplazar a Uhura. La nostalgia es lo que tiene.
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