Eurovisión
¿Por qué somos más felices sólo con participar en el festival?
La ciencia demuestra una relación directa entre el éxito en Eurovisión y el bienestar emocional. Estar en el «top ten» de la clasificación final nos hace más dichosos, pero, ser eurofán, por sí solo, ya es una fuente de satisfacción, aunque tu país pierda.
La ciencia demuestra una relación directa entre el éxito en Eurovisión y el bienestar emocional. Estar en el «top ten» de la clasificación final nos hace más dichosos, pero, ser eurofán, por sí solo, ya es una fuente de satisfacción, aunque tu país pierda.
Dentro de unas horas, cuando los presentadores de Eurovisión anuncien al mundo el país cuya canción haya obtenido más votos, habrá un montón de gente un poco más feliz. Por supuesto, los intérpretes del tema, sus autores, sus productores y sobre todo los que ostenten los derechos de reproducción de una pieza que dará miles de euros de beneficio durante los próximos meses. Pero es probable, según un estudio científico publicado esta semana, que haya mucha más gente feliz de la que imaginamos. Y es que la ciencia lo tiene claro: ganar, o quedar entre los diez primeros puestos, Eurovisión produce felicidad.
Un estudio publicado por dos especialistas de Salud Pública del Imperial College de Londres, Filippos T. Filippidis y Anthony Laverty, ha analizado las relaciones entre los índices de satisfacción vital, la tendencia al suicidio y los resultados del concurso. Las conclusiones son sorprendentes: cuanto más cerca está un país del top 10 de las canciones más valoradas, mayor es el grado de felicidad de sus seguidores. Para llegar a tal conclusión, los autores del estudio han utilizado datos históricos (desde 2009 a 2015) del Eurobarómetro y de los niveles estandarizados de suicidio de 33 países que han participado alguna vez en el evento. Luego, han cruzado estos datos con los resultados en Eurovisión en ese periodo de tiempo.
No cabe duda de que el concurso es una buena base de datos para la realización de estudios sociodemográficos. Es uno de los certámenes televisivos más antiguos del mundo, lleva celebrándose desde 1956 y en su edición de 2016, según sus organizadores, alcanzó una audiencia de 204 millones de espectadores de 42 mercados distintos. En Islandia, por ejemplo, llegó a alcanzar el 95% del share televisivo.
Este tipo de eventos que atraen a tal cantidad de gente y de perfiles tan variados suelen ser utilizados para realizar experimentos sociológicos. Se ha analizado por ejemplo en muchos estudios científicos la relación entre las finales de campeonatos de fútbol y los suicidios, los infartos, la salud mental o el grado de felicidad media de la población. Sin embargo, nunca se había realizado este tipo de investigaciones con concursos de canciones.
Los expertos tomaron algunos datos de las encuestas del Eurobarómetro. Escogieron las olas de preguntas que tienen que ver con el grado de felicidad de los europeos y que abarcan un universo de 198.000 personas de 33 países (la UE más Turquía, la antigua república yugoslava de Macedonia, Serbia, Montenegro e Islandia). En concreto, a los encuestados se les pregunta: «En líneas generales, ¿está usted muy satisfecho, bastante satisfecho, no muy satisfecho o nada satisfecho con la vida que lleva?». Los científicos sólo tuvieron en cuenta las respuestas más extremas (muy y nada satisfecho). Además, éstas se clasificaron según el sexo, la edad, la ocupación, la educación, el estado civil, el lugar de residencia y el estrés financiero de cada individuo. Por último, se extrajeron datos del estado general de salud y las tasas de suicidio de todos los países proporcionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La investigación buscaba hallar algún tipo de conexión entre el grado de desarrollo económico de un país y su éxito en Eurovisión y también determinar si para la población es peor quedar último en el certamen o no participar. El cotejo de todos los datos dio como resultado que, cada 10 puestos que se avanzan en la clasificación, las encuestas arrojaban 1,04 puntos más de satisfacción. Es decir, si se queda entre el puesto 33 y 23 la población es 1,04 puntos menos feliz que si se queda entre el 23 y el 13, por ejemplo. Y así sucesivamente. Sin embargo, cuando se estudia lo que ocurre con los países ganadores, los resultados no son tan claros. Ganar Eurovisión no es necesariamente un marcador de mayor felicidad. Tampoco se ha detectado menor número de suicidios entre los países ganadores. En otras palabras, quedar fatal en el certamen parece tener alguna relación con los índices de infelicidad. Pero entre ganar o quedar entre los 10 primeros no parece haber gran diferencia.
Lo importante no es ganar
Curiosamente, parece que los países que quedan sistemáticamente los últimos tienen mejores índices de satisfacción que los que no participan jamás. Parece que ser eurofán nos hace felices, aunque perdamos. No está muy claro por qué se produce esta relación. En algunos estudios se ha demostrado que ganar competiciones deportivas de alto nivel mejora la productividad de una región. Las ciudades ganadoras de la Super Bowl suelen recibir una inyección económica en forma de creación de puestos de trabajo, turismo...
Los países que organizan Eurovisión podrían beneficiarse de modo similar. Pero, además, el concurso es un producto liberador de ansiedad. El seguimiento del festival se suele hacer en grupo, las canciones ganadoras pueden convertirse en iconos de una generación y la música por sí sola es catalizadora de buenos sentimientos. Los autores concluyen que «hemos hallado que participar en Eurovisión, aunque se termine entre los últimos puestos, es mejor para el estado de ánimo de un país que no participar». No es necesario ganar para beneficiarse de los efectos positivos del festival... Es todo un consuelo, por lo que esta noche pueda pasar.
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