Televisión
«The boys»: Es hora de acabar con el imperio de los justicieros
Una vitriólica sátira que ridiculiza el mundo de los superhéroes y nos recuerda que todos tienen su punto débil.
Una vitriólica sátira que ridiculiza el mundo de los superhéroes y nos recuerda que todos tienen su punto débil.
¿Está usted harto de esos individuos dotados con extraños poderes que se sienten empujados a salvar el mundo una y otra vez? ¿Harto de que haya tantos, y de que todos parezcan salidos del mismo gimnasio, donde se moldean la misma musculatura pluscuamperfecta, y del mismo sastre, que les diseña ajustados pijamas de fantasía? ¿Harto de todas esas historias que invariablemente comienzan con un trauma infantil y culminan encadenando batallas cada vez más hiperbólicas? ¿Harto, en fin, de que el cine mainstream parezca escrito para adolescentes, y de que los superhéroes dominen la taquilla mundial? Si es así, es muy posible que «The Boys» sea su serie.
El tándem creativo formado por Seth Rogen y Evan Goldberg –que funciona a pleno rendimiento desde que escribieron aquella magnífica comedia generacional llamada «Supersalidos» (Greg Mottola, 2007)– está detrás de esta adaptación de la serie de tebeos homónima creada por Garth Ennis, tan subversiva que la todopoderosa editorial DC Comics quiso en su día silenciarla por considerarla demasiado antisuperheroica –para evitar que eso sucediera, Ennis cambió de editorial–. Aterriza en Amazon Prime Video con actores de carne y hueso, entre quienes destacan el joven Jack Quaid –si su cara les suena es porque es hijo de Dennis Quaid y Meg Ryan– y el carismático y brutal Karl Urban. También Tomer Capon en la piel de un personaje apodado Frenchie aporta conexiones con el cine de Luc Besson a una serie que también acredita fuentes de inspiración como la trilogía «Cornetto», del británico Edgar Wright: si el actor Simon Pegg, protagonista de aquella, también figura aquí en el reparto es porque, en el cómic original, el protagonista tenía sus rasgos.
Otra Nueva York
«The Boys» transcurre en una versión de la ciudad de Nueva York que solo se diferencia del real en que, en ella, los superhéroes existen de verdad. En el centro de Manhattan, en efecto, se erige el rascacielos de la opaca corporación que los tiene a todos subcontratados y que cuenta con el selecto grupo denominado «Los Siete» como máximo reclamo. Ellos serán el principal objetivo de un deslenguado grupo de resistentes empeñado en borrar de la faz de la Tierra a esos seres extraordinarios que, en realidad, no son tan nobles como se nos venden: en el fondo no son más que una panda de engreídos ególatras completamente amorales y movidos por intereses que distan mucho de ser beneficiosos para la Humanidad.
Estamos ante una feroz sátira que no solo desmitifica la superheroicidad sino que además critica la deriva hacia el oscurantismo religioso de un país, Estados Unidos, cuya economía se fundamenta en la venta de armas; una crítica salvaje, gamberra y desprovista de sutilezas que llega recomendada para mayores de 18 años por su violencia gráfica, su lenguaje soez, sus alusiones a las drogas y sus escenas de sexo perturbadoras. En ese sentido es una pena que, como suele ocurrir con las comedias americanas que se las dan de afiladas, la inicialmente transgresora propuesta empieza a perder mordiente mediada la temporada cuando la serie se empeña en mostrar el lado humano de los protagonistas, algo más amables aquí que en el cómic. Pero eso no impide que «The Boys» funcione con eficacia como necesaria deconstrucción de un fenómeno pop, el culto al superhombre, que no dice nada bueno de su público; y que, como tal, se convierta en una dura rival a batir para «Watchmen», que HBO lanzará este año con la misma misión.
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