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«The Twilight Zone»: Copia de baja resolución

No tiene un ápice de la capacidad de impactode la mítica ficción de Rod Serling en la que se basa

Jon Cho y Jacob Tremblay en el espisodio 5 «El niño prodigio» de la temporada 1 de «The Twilight Zone» / TNT
Jon Cho y Jacob Tremblay en el espisodio 5 «El niño prodigio» de la temporada 1 de «The Twilight Zone» / TNTlarazon

No tiene un ápice de la capacidad de impactode la mítica ficción de Rod Serling en la que se basa.

Por definición, La dimensión desconocida siempre tuvo algo que decir sobre el estado del mundo. Rod Serling ideó la serie precisamente porque los productores de las cadenas televisivas de los años 50, por miedo al macartismo, no se atrevían a incluir siquiera un atisbo de ideología política abierta en su programación. Dado que la ciencia-ficción permitía envolver las ideas de alegoría, Serling podría usar el género para esquivar a los censores y decir exactamente lo que quería sobre el totalitarismo, la histeria colectiva, los prejuicios, el egoísmo, los teóricos de la conspiración y el odio racista.

Cada episodio de esa ficción hoy mítica incluía un mensaje distinto enunciado en la narración de Serling, que dejaba clara la moraleja de la historia incluso para el espectador más descuidado. «The Obsolete Man» (1961), por ejemplo, era una fábula sobre un bibliotecario que es condenado a muerte en un estado futurista que ha prohibido los libros. «The Brain Center at Whipple’s» (1964), por su parte, cuenta la historia del propietario de una fábrica que reemplaza a todos sus empleados con tecnología, y acaba corriendo la misma suerte.

Curiosamente, esa conciencia moral es algo de lo que apenas hay rastro en la nueva versión de la serie que acaba de estrenarse en TNT. Tampoco se detecta en ella ese componente de justicia inexorable que define su modelo como «Black Mirror» siempre han tenido en su núcleo mismo: el tipo de determinismo kármico que hace que un capitán de las SS acabe sometido a la misma tortura que impuso a sus prisioneros, o que una mujer deba soportar la venganza de una turba furiosa tras cometer un crimen terrible. Esas cosas.

Asimismo, si los relatos ideados por Serling se definían por sus intrépidos giros argumentales, aquí no sucede nada que no sea fácilmente predecible, al menos a juzgar por los cuatro primeros episodios. Jordan Peele, que es uno de sus productores y asimismo aparece al principio y al final de cada relato
–justo como Serling en su día–, creció viendo reposiciones de «La dimensión desconocida»; en particular ha citado Mirror Image, un episodio en el que una mujer encuentra a su doble en una estación de autobuses, como fuente de inspiración esencial de la película que estrenó este mismo año, «Nosotros» (2019). Sin embargo, su sello artístico –que dio como resultad®o la perfecta «Déjame salir» (2017)– apenas es detectable en la nueva serie.

En cualquier caso, lo más alarmante del reboot es su flagrante falta de oscuridad, de voluntad para arañar la superficie de la psique humana. No muestra el tipo de temor respecto a lo que nos está haciendo la tecnología que sí derrocha «Black Mirror», ni comparte la gran preocupación de Serling: cómo la humanidad siempre encuentra formas de torturarse a sí misma. Nada en sus episodios transmite sensación de perversidad o peligro, porque son historias que van a lo seguro. En última instancia, pues, la serie funciona casi exclusivamente como otro intento de explotar una franquicia televisiva famosa sin invertir para ello un mínimo de inspiración, limitándose en cambio a depositar su crédito en el buen nombre de un creador audaz que, eso sí, demuestra haber prestado a este proyecto paralelo apenas una fracción del talento que evidencia su más reciente trabajo para la pantalla grande.