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Un errático discurso feminista

En su intento de funcionar como alegato contra la misoginia, la serie que acaba de estrenar Amazon Prime trata de ser demasiadas cosas a la vez.

Las actrices de «Dietland», Joy Nash (izda.) y Julianna Margulies que interpretan a Plum y a Kitty
Las actrices de «Dietland», Joy Nash (izda.) y Julianna Margulies que interpretan a Plum y a Kittylarazon

En su intento de funcionar como alegato contra la misoginia, la serie que acaba de estrenar Amazon Prime trata de ser demasiadas cosas a la vez.

La ficción seriada está embebida de rabia femenina. En «The Handmaid’s Tale», June (Elisabeth Moss) quema la túnica roja que la identificaba como una esclava sexual. Y a partir de ahora, «Dietland», la serie que acaba de estrenar Amazon Prime y que en buena medida funciona a modo de reflejo --aumentado y deformado a base de humor negro-- de la ira que impulsa movimientos de cambio social como el #MeToo. La violencia que se retrata aquí es la que las mujeres llevan infligiéndose a sí mismas y las unas a las otras durante décadas. La serie arranca ofreciéndonos un muestrario de autolesiones: una mujer se mete el dedo en la garganta para vomitar, otra expone su rostro al láser. A través de una voz en off, mientras tanto, oímos a esas jóvenes leer los correos electrónicos que envían a Kitty, editora de una revista femenina, en los que relatan lo mucho que se odian a sí mismas y lo grotescas que se sienten cada vez que comparan sus propios cuerpos con los de las modelos de la revista.

Pero Kitty (Julianna Margulies) no las responde. De eso se encarga Plum (Joy Nash), que a su vez vive azotada por su físico. Ella es golpeada a diario con mensajes sobre los estándares de belleza. Y desde el principio queda claro que Plum ha sido programada para sentir que no merece ser alegre; que su cuerpo es una entidad hostil.

Un propósito vital

Es un personaje de gran potencial dramático, aunque –a juzgar por sus primeros episodios— eso es algo de lo que la serie no parece estar segura. Eso explica que resulte tan difícil entrar en detalles sobre la historia que «Dietland» cuenta. ¿Es el retrato de una escritora con sobrepeso que lucha por ser capaz de aceptarse a sí misma y encontrar un propósito vital mientras trabaja para una revista que aconseja a otras mujeres sobre cómo complacer a su hombre en la cama o cómo eliminar la flacidez de los brazos? Quizá, pero también puede que en cambio sea el retrato de una escritora con sobrepeso que se incorpora al redil de una gurú cuya madre solía vender dietas fraudulentas. Y, por último, también podríamos decir que es el retrato de una escritora con sobrepeso que de algún modo se involucra con un grupo terrorista llamado Jennifer, que secuestra a hombres que han sido acusados de violencia de género y arroja sus cuerpos desde lo alto de edificios con el fin de iniciar una revolución. Asimismo, Jennifer lucha contra las instituciones que dañan a las mujeres a través de productos de belleza que solo sientan bien a una «top model».

«Dietland» quiere ser tres series a la vez: una comedia, un drama psicológico y un thriller de venganza. El tono del relato cambia de escena en escena, y en ocasiones en el transcurso de una sola, que resulta casi imposible captar exactamente cuál es el objetivo dramático de lo que estamos viendo. A la confusión contribuyen, además, una sucesión de secuencias animadas que tratan de adentrarnos en la mente de Plum pero que en realidad nos distancian de ella, y que en última instancia subrayan el que, decíamos, parece ser el problema de fondo: «Dietland» no confía en el interés de Plum. Trata de convencer a las mujeres de que deben quererse a sí mismas pero, por otro lado, muestra una falta de fe en ellas.

irónicamente, muestra una clara falta de fe en la valía de su propia protagonista.