Turismo
Belchite, el embrujo de un pueblo fantasma
Recorrer los restos de este pueblo abandonado de la mano de los descendientes de sus vecinos es estremecedor. ¿Qué mejor lugar para Halloween?
Recorrer los restos de este pueblo abandonado de la mano de los descendientes de sus vecinos es estremecedor. ¿Qué mejor lugar para Halloween?
Pueblo Viejo de Belchite, ya no te rondan zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres». Éste fue el triste mensaje de despedida que Natalio Baquero, uno de sus últimos habitantes, dejó escrito en la puerta de la iglesia de San Martín de Tours el mismo día de su partida. Belchite se convertía en pueblo fantasma.
Apenas 50 kilómetros separan Belchite de la capital, Zaragoza. Y esa cercanía fue su perdición: entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937, las tropas republicanas asediaron sin tregua alguna a Belchite hasta lograr su conquista. La pequeña y próspera población (con 3.800 habitantes y 1.200 casas) había sido declarada objetivo estratégico para elevar la moral de las tropas del Frente de Aragón antes de su ofensiva para tomar Zaragoza. Bajo el sofocante calor del estío aragonés y un intenso bombardeo, sin apenas agua ni alimentos, luchando metro a metro y casa por casa, los catorce interminables días que duró la contienda se saldaron con la escalofriante cifra de casi 6.000 víctimas, entre civiles y militares de ambos bandos, y un pueblo casi en ruinas. Sin saberlo aún, Belchite había sufrido una de las más cruentas batallas de la Guerra Civil y sus calles quedaron convertidas en un escenario dantesco, un esperpéntico reflejo de la bella población que, hasta entonces, había sido.
El lugar quedó como cuartel de las Brigadas Internacionales hasta que siete meses después fue tomado por el ejercito franquista, de nuevo con un alto coste de sangre y bombas.
Finalizada la guerra, pese al juramento de Franco («Yo os juro que sobre estas ruinas se edificará una ciudad hermosa y amplia, como homenaje a su heroísmo sin par»), Belchite nunca fue reconstruida. A cambio, un nuevo Belchite, ni tan amplio ni tan hermoso, empezó a crecer al lado de esas ruinas.
Muchos de los vecinos, desoyendo las órdenes, siguieron viviendo en el hogar de su vida hasta que en 1964, Belchite quedó totalmente abandonado, convertido en pueblo fantasma. Y ahí comenzó la segunda oleada desastrosa para Belchite: al vandalismo de algunos visitantes se sumó la indiferencia de las Administraciones ante el vergonzoso expolio de todo lo poco y bueno que aquí quedaba.
Hasta hace pocos años se podía visitar el pueblo viejo a cualquier hora y sin control alguno; ahora eso ha cambiado y el recinto se encuentra vallado y sólo se puede acceder a él durante unos horarios establecidos para visitas organizadas en grupos guiados. En las visitas diurnas (6 euros), son los descendientes de los propios vecinos que habitaron el pueblo los que se encargan de guiar a los grupos y explicar lo que allí ocurrió, basándose en testimonios de primera mano de supervivientes y en la documentación oficial de ambos ejércitos. Por la noche (10 euros o 12 si es entrada combinada día/noche), la visita se viste de riguroso misterio: los guías cuentan el lado más tenebroso, las leyendas y algunos de los muchos fenómenos paranormales que aquí se han registrado.
Creamos o no estas historias, lo cierto es que recorrer las calles del pueblo viejo por la noche es una experiencia que provoca escalofríos... sobre todo en noches especialmente mágicas como San Juan o Todos los Santos.
Para acabar de comprender el horror y crueldad de la batalla de Belchite conviene realizar la «Ruta de las Trincheras», un recorrido por algunos de los más importantes emplazamientos militares de ambos bandos, como «Cabezo del Lobo» o el «Campo de Rusia». Más informaciónen las páginas web www.campodebelchite.com y en www.belchite.es.
De visita a la cuna de un genio
El 30 de marzo de 1746 nació Francisco de Goya en Fuendetodos, a escasos 20 kilómetros del pueblo de Belchite. Su casa natal fue identificada en 1913 por el pintor Ignacio Zuloaga, una vivienda de tres plantas construida con el estilo rústico del siglo XVIII. La casa se puede visitar y así descubrir los orígenes humildes del genio de la pintura. A su lado se encuentra la Sala Zuloaga, destinada a exposiciones temporales de artistas consagrados como Picasso, Miró, Saura o Chillida. Con la misma entrada (3 euros) se pueden visitar ambas estancias y, además, adentrarse en el Museo del Grabado que alberga las cuatro series de esta técnica con las que Goya habría pasado a la historia, incluso sin haber pintado nada más: Los Caprichos, Los Desastres, La Tauromaquia y Los Disparates.
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