Croacia

La Costa Dálmata y sus islas

Uno de los secretos mejor guardados de Croacia: pueblos y ciudades costeras con un legado arquitectónico de primer orden, unas playas de ensueño sin masificar y una gastronomía muy mediterránea

El Palacio de Diocleciano
El Palacio de Dioclecianolarazon

Uno de los secretos mejor guardados de Croacia: pueblos y ciudades costeras con un legado arquitectónico de primer orden, unas playas de ensueño sin masificar y una gastronomía muy mediterránea

Si tuviéramos la oportunidad de sobrevolar toda la Costa Dálmata, desde la Costa Oriental de la península de Istria hasta Dubrovnik, veríamos un panorama como pocos se pueden dar en Europa. Cientos de islas (más de un millar, aunque es imposible contarlas), se esparcen como un ramillete a lo largo de la costa, creando un espectáculo que será difícil olvidar. La mayor parte de la costa es montañosa, con imponentes macizos que se alzan escarpados sobre el mar, y por las carreteras costeras se puede ir parando para disfrutar de unas vistas de vértigo, donde las islas rompen con su verdor las turquesas aguas del mar Adriático. Y otra forma de disfrutar de la costa es desde los cientos de barcos que van haciendo paradas tanto en las ciudades costeras como en las islas.

La segunda ciudad más grande de Croacia después de la capital Zagreb es Split. Se encuentra al borde del mar, y tiene en su centro histórico uno de los monumentos más grandiosos de la época romana. Se trata del Palacio de Diocleciano, emperador de Roma que dividió el Imperio en dos zonas: Oriente y Occidente. El inmenso palacio de base rectangular, que nos ha llegado hasta hoy, tiene la particularidad de estar integrado en la estructura urbana de la ciudad, aunque muy reformado por haber sido utilizado durante siglos como viviendas, palacios e iglesias. No es de extrañar que haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Escogemos para entrar la puerta sur, que antaño estaba pegada al mar, y era por donde se introducían las mercancías que traían los barcos. Hoy está separada por el espléndido paseo peatonal siempre lleno de gentes y turistas llamado «Riva». Una vez pasado por los apartamentos imperiales y las salas subterráneas, llegamos al vestíbulo, desde donde vemos ya el centro del palacio, con el Peristilo haciendo las veces de plaza mayor del conjunto. Rodeado de columnatas por tres lados, y una esfinge egipcia, a su derecha, se encuentra la Catedral de San Domnio y su campanario. La Catedral ocupa el antiguo mausoleo de Diocleciano. Su interior no tiene desperdicio, con una puerta batiente de roble esculpida en el S.XIII, un friso y un púlpito romano espléndidos. El altar de San Anastasio, la Cripta y sobre todo el campanario de estilo románico, desde donde se obtiene una impresionante vista de todo el Palacio y la ciudad de Split, son sin duda unas joyas que hay que visitar.

Ya extramuros nos encontramos de bruces con la Plaza del Pueblo, la «Pjaca» medieval principal de la ciudad, rodeada de edificios romanos como la Torre del Reloj, y palacios venecianos como el Ayuntamiento y el Palacio Ciprianis. Una vez aquí lo mejor será perderse entre las numerosas callejuelas peatonales, para admirar los innumerables edificios góticos y renacentistas que adornan esta parte del casco antiguo.

Desde Split en poco más de media hora se llega en ferry a la isla de Hvar. Alguien la definió como un cruce entre la Costa Azul y la isla de Ibiza. Desde luego no le faltaba razón. Cuando se llega al recoleto puerto de Hvar la visión que nos ofrece es fascinante. Por un lado, numerosas embarcaciones van de un lado a otro dejando su estela en el mar. La ciudad parece una joya sin construcciones nuevas que la afeen, rodeada de murallas medievales presididas por la Fortaleza Española. Bajar del ferry y empezar a andar por su plaza central, es como trasladarse a los tiempos en que era el puerto principal de la Serenísima Venecia. La Catedral de San Esteban con su campanario característico del Renacimiento, el Palacio de los Obispos, el Astillero, el teatro construido en 1612 y considerado el tercero más antiguo de Europa, edificios barrocos y gótico-venecianos y las gentes que van y vienen disfrutando de este espectáculo, constituyen uno de los momentos más gratificantes del viaje. Desde aquí la visión de Hvar y el puerto se quedará para siempre en nuestra retina.

Antes de volver a Split, nos vamos andando a una de esas pequeñas calas que tiene la isla. El omnipresente mar con sus diferentes tonos de azul, y esas playas que, aunque de guijarros la mayoría, se encuentran en un estado casi virgen, con los pinos que llegan hasta la orilla del mar, hacen que sea un buen acicate para atraer turistas de toda Europa. Precisamente el lema de «Croacia: llena de vida», es el lema elegido para definir como es esta costa y sus islas.

Trogir: Patrimonio de la Humanidad

Declarada Patrimonio de la Humanidad, es una pequeña y compacta ciudad del siglo XV edificada sobre un islote. Da gusto pasear y perderse por sus callejuelas de adoquines, para así admirar esa mezcla en sus construcciones de todos los estilos arquitectónicos. Su tesoro más reconocible es la Catedral de San Lorenzo, con una portada románica de gran belleza.

Carlos R. Zapata