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Samaná: el secreto mejor guardado del Caribe
Palmeras, ballenas y ron desde el amanecer... Este es el delicioso plan que propone este paraíso de República Dominicana

A menos de 150km por carretera desde Santo Domingo llegamos a Samaná, y nada más llegar te sorprende el color verde de su selva tropical, la longitud de las palmeras y ese olor a Caribe tan característico de un mar turquesa que embriaga a cualquiera. Esta península al noreste de República Dominicana, todavía alejada del turismo masivo parece querer guardar en secreto su rincón más auténtico, aquel donde se encuentran las ballenas jorobadas que emergen con sus crías, y la vida, como su gente, se vive a ritmo lento y festivo del merengue.
“Por la mañana ''cacao'' por la tarde ron” sería la canción que Bad Bunny le cantaría a esta tierra, aunque en tiempos quizás sería primero el ron, que aquí se bebe desde por la mañana incluso para “evitar” los mareos en barco. Ese chupito que te ofrece el capitán del barco sabes que te va a hacer bailar el resto de la travesía a pesar de las olas.
Naturaleza en estado puro
Uno de los mayores tesoros de Samaná es el Parque Nacional Los Haitises. Desde un bote, el visitante se adentra en un laberinto de manglares blancos y rojos, hogar de pelícanos, fragatas y decenas de especies endémicas. Las raíces del mangle emergen del agua verdosa alimentada por más de un centenar de ríos subterráneos que bajan desde las montañas. Es un espectáculo visual y sensorial que recuerda cuánto puede ofrecer la naturaleza cuando se la deja en paz. Y es en esta zona donde se rodaron películas como “Jurasic Park”, que precisamente nos hace meditar al respecto de esto.
Para los más aventureros, otra opción inolvidable es adentrarse en kayak por los canales del parque, dejando que los sonidos de la selva y el chapoteo del remo sustituyan cualquier playlist. Los Haitises es mucho más que un destino turístico: es un santuario natural que protege no solo animales, sino también la memoria ecológica del Caribe.
Pero si hay una experiencia que muchos anhelan vivir en Samaná es el avistamiento de las ballenas jorobadas. Entre enero y marzo, estos colosos del mar (que pueden superar las 30 toneladas) llegan a la bahía para su ciclo de apareamiento y parto. Las embarcaciones autorizadas siguen estrictos protocolos para proteger a los animales, que permiten observar a las madres y sus ballenatos emerger para respirar.
Cultura viva en cada esquina
Samaná no solo es naturaleza: también es cultura y gente. En cada pueblo la vida transcurre entre mercados callejeros, motocicletas con tres y hasta cuatro pasajeros, puestos de frutas tropicales y mamajuana (el famoso licor a base 20 raíces afrodisíacas, ron, vino tinto y miel), mesas llenas de “Larimar” la rara y bella piedra azul semipreciosa única de República Dominicana, que se ha convertido en símbolo nacional, donde el turista puede regatear y llevarse un recuerdo a casa en forma de anillo, colgante o pulsera con la eterna música de fondo mientras los niños se bañan en las piscinas naturales. Risas y bachatas se mezclan con el olor del plátano frito, el coco y el pescado recién cocinado.

La gastronomía merece mención aparte. El plato estrella, la "bandera dominicana", combina arroz, carne y habichuelas. Las frutas tropicales como el mango, maracuyá o guayaba completan la dieta diaria, al igual que las enormes langostas frescas servidas frente al mar. Y, por supuesto, la cerveza Presidente, que los dominicanos piden “vestida de novia”: bien fría y con escarcha en la botella.
De buggies por la selva a playas vírgenes
La selva tropical de Samaná también se puede explorar sobre ruedas. Las excursiones en buggy permiten adentrarse en caminos de tierra entre plantaciones de cacao, café y bananas, cruzando comunidades donde los locales saludan desde los portales y los gallos corren entre los arbustos. Descargar adrenalina de la manera más salvaje entre el paraíso de palmeras y el mar, una de las mejores experiencias para el viajero más intrépido. El destino más habitual es Playa Rincón, considerada no solo una de las más hermosas de República Dominicana, sino del mundo según la Unesco. Cinco kilómetros de arena blanca, cocoteros que se inclinan sobre el mar y un horizonte que invita al descanso absoluto.

Otra joya escondida es Caño Frío, un río de aguas cristalinas que desemboca en el mar y que los domingos se llena de lugareños con música a todo volumen. Más allá, playas como El Limón, Cosón, Las Galeras o Playa Preciosa muestran lo que pocos creen que aún existe: playas caribeñas vírgenes, sin hoteles, sin aglomeraciones. Solo tú, el mar y el cielo.
Hoteles con alma caribeña
Aunque el entorno invita al contacto con lo salvaje, el descanso también tiene su lugar en Samaná. Resorts como el Bahia Principe Grand El Portillo y el Bahia Principe Grand Samaná ofrecen dos propuestas complementarias. El primero, ideal para familias, se ubica cerca de Las Terrenas y ofrece entretenimiento para los más pequeños, restaurantes temáticos y amplios jardines donde crecen ceibas y el árbol del viajero, curioso por sus reservas de agua dentro de sus grandes hojas. El segundo, más exclusivo, está pensado para adultos y tiene acceso a una playa privada con vistas a Cayo Levantado, uno de los iconos de la región.
Para quienes buscan un punto intermedio entre lujo y la modernidad, el Viva Wyndham V Samaná, a solo seis kilómetros de Las Terrenas, ofrece habitaciones con piscinas privadas, camas balinesas y acceso directo a una playa casi desierta, solo llena de palmeras, donde poder disfrutar de uno de sus decenas de cocktails como el “Bahama Mama” a la orilla del mar.

Una joya por preservar
Samaná no es solo un destino; es una llamada de atención. En un planeta cada vez más urbanizado, este rincón dominicano recuerda que el turismo también puede ser responsable y sostenible. La Fundación Eco Bahía, respaldada por el Grupo Piñero, por ejemplo, trabaja en la protección de las tortugas marinas como la verde, la carey o la tinglar, cuyas crías corren un alto riesgo de no sobrevivir, en parte por las creencias humanas que consideran sus huevos afrodisíacos.
Además de impartir talleres en escuelas e institutos sobre la importancia de la reforestación, los colaboradores de la fundación también siembran conciencia verde desde el ejemplo. “Ninguna hierba es mala”, dice uno de ellos con convicción, justo antes de clavar su pala en la tierra para abrir espacio a un nuevo árbol. Con más de 120 áreas protegidas, la República Dominicana se encuentra a la cabeza del Caribe en biodiversidad, y Samaná se perfila como una de sus joyas naturales más emblemáticas.
En un mundo donde los destinos de vacaciones se parecen cada vez más entre sí, Samaná ofrece lo contrario: autenticidad. No es solo una postal bonita, es una experiencia que apela a los sentidos, a la memoria y a la conciencia. Caminar por sus playas, recorrer sus selvas o hablar con sus habitantes es sumergirse en una realidad que va más allá del viaje. Y viajar a este paraíso de la tranquilidad y la desconexión es posible con Soltour, touroperador con 50 años de experiencia, que ofrece paquetes económicos con vuelos y hotel todo incluido desde España y Portugal. Es la mejor manera de dejarse llevar, olvidarse de planificar y además hacerlo de una manera sostenible, cómoda y segura.
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