Viajes
Viaje sensorial con los monjes benedictinos
El monasterio de Santo Domingo de Silos es la cuna de una ginebra única en el mundo.
El monasterio de Santo Domingo de Silos es la cuna de una ginebra única en el mundo.
Adentrarse en el municipio burgalés de Santo Domingo de Silos significa viajar en el tiempo, no en vano la historia de Silos es la historia de Castilla, pues el monasterio que corona la silueta del pueblo se convirtió en un gran centro espiritual, cultural y artístico que marcó un antes y un después en esta tierra. Y ese hito que comenzó a emerger en el siglo XI todavía se mantiene intacto hoy en día, convertido en un maridaje perfecto de arquitectura, escultura, pintura, música y canto, pues todos estos ingredientes se fusionan para dejar al viajero atónito ante lo que admira.
Pasear por el claustro románico de Silos, centro de la vida de la comunidad monástica, invita al viajero a reencontrarse con uno mismo, arropado únicamente por la brisa del silencio, mientras alza la vista hacia los infinitos detalles históricos y artísticos que salpican y adornan cada una de las columnas, arcos y paredes. Resulta otra visita imprescindible el museo de Silos, donde se exponen las piezas principales que se salvaron del naufragio de la desamortización, aunque tampoco hay que dejar de colarse en la botica.
Con este histórico y espiritual bagaje, el municipio de Santo Domingo de Silos es la cuna de algo más mundano y terrenal. Se trata de Gin Silos, una ginebra artesana y natural con 14 botánicos, destilada en 11 ocasiones en alambiques de cobre del siglo XIX, siguiendo la tradición de los monjes benedictinos, que se complementa con los mejores enebrales y sabinares de Europa para la elaboración de la ginebra. El suelo kárstico rico en minerales y carbonatos, sumado al clima continental y a la altitud permiten el desarrollo de enebros con bayas muy pequeñas pero de alta concentración aromática que recolectan a mano de forma sostenible, ordenada y respetuoso con el medio ambiente durante los meses de otoño. De hecho, la complejidad de la recolección de la nebrina limita la producción a sólo 3.000 botellas el primer año. El resultado es una ginebra fresca, ligera y transparente. Y si su interior es complejo, su exterior tampoco defrauda, pues la botella refleja el espíritu de discreción, humildad y sencillez, mientras que el color negro homenajea el hábito de quienes dan pie a la fórmula de esta ginebra tan especial.
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