Crítica de cine

Vidas al límite

Dirección: Jacques Audiard. Guión: J. Audiard y Thomas Bidegain. Intérpretes: Marion Cotillard, Matthias Schoenaerts, Armand Verdure, Céline Sallette. Francia, 2012. Duración: 120 minutos. Drama.

La Razón
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¿Qué color tiene el óxido sobre el beige mortecino del hueso? El hueso, ¿se hace más fuerte o se derrite, cambia de forma, cuando entra en contacto con el óxido? Desde «Lee mis labios», Jacques Audiard ha entendido el melodrama como un género donde los opuestos libran una furiosa batalla. Uno se resiste, el otro cede. El amor es fusión y adaptación, aunque sea la rabia contra el mundo la llama que lo encienda.

«De óxido y hueso» es una película cien por cien audiardiana. Dos personajes al límite –una domadora de orcas, un boxeador insensible– se atraen y se repelen hasta aprender lo que necesitan el uno del otro. Es interesante el modo en que Audiard utiliza los cuerpos de sus protagonistas –uno mutilado; el otro, de una obscena rotundidad– para definir su ser en el mundo. Tanto Marion Cotillard como Matthias Schoenaerts, magníficos, los encarnan desde una vulnerabilidad calladamente irascible (espléndidas las escenas de sexo), siendo conscientes de que están interpretando a un vaso medio vacío y a uno demasiado lleno. El problema está en que, en esta ocasión, Audiard se ha dejado tentar en exceso por lo improbable –el accidente en el parque acuático–, lo banal –Cotillard en silla de ruedas mientras suena un tema de los B-52 o retomando contacto con una ballena a través de un cristal, las imágenes ralentizadas al ritmo del pánfilo Bon Iver –y lo gratuito– todo el tramo final. El estilo del director de «Un profeta», deliberadamente distante, no ha sabido evitar las trampas que un material tan inflamable le tendía desde la retaguardia.