Artistas

Vladimir Cruz, ante un regalo de los dioses

Vladimir Cruz, en primer término, y Raquel Ramos, en la obra
Vladimir Cruz, en primer término, y Raquel Ramos, en la obralarazon

¿Es posible encontrar, aunque sea, un alma buena en el mundo? ¿Una sola?

¿Es posible encontrar, aunque sea, un alma buena en el mundo? ¿Una sola? Con esta misión han bajado tres dioses a la tierra, a la ciudad china de Se-chuan, y sólo encuentran a una persona que quiera recibirlos: la prostituta Shen-té. Los dioses, agradecidos por la hospitalidad, le dejan dos cosas: dinero para montar un negocio y la misión de seguir siendo buena con ella y con los demás. La incompatibilidad de ambas cosas es el gran conflicto que presenta Bertolt Brecht en su obra «La buena persona de Se-Chuan», que llega a las naves del Matadero de mano de Vladimir Cruz como director y actor, con el título «El alma buena de Se-Chuan». Para él «lo que Brecht plantea es una historia sobre la dialéctica entre el bien y el mal y es curiosa la forma porque, a pesar de su comunismo, parece una parábola bíblica. Unos dioses que bajan del cielo buscando un alma buena como en Sodoma y Gomorra. Parte de una crisis económica y del capitalismo salvaje en el que el pez grande se come al chico y triunfa el egoísmo, algo parecido al mundo actual. La incompatibilidad de ser bueno con uno mismo y con los demás, lo imposible de ser negociante y bueno, lo resuelve desdoblando al personaje en dos personas. Por un lado, se disfraza de su primo Shui-tá, astuto, cruel y sin escrúpulos. Y por otro, defiende los medios con los que ejercer la bondad». Brecht, continúa el director, «es didáctico, pero no plantea una solución. Deja al público en la tesitura de la reflexión sobre el ser humano. Hay una doble moral: todos podemos ser buenos o malos, es un problema de opción. Somos múltiples, tenemos muchas facetas y cada una supone un conflicto abierto en el que hay que decidir». Aunque su teatro es político, «la obra –concluye– no es revolucionaria, no acusa a nadie, no señala estamentos, sólo plantea el conflicto que tiene el ser humano al verse forzado a actuar de manera distinta a lo que quiere obligado por las circunstancias».

Un autor para la crisis

Pero tiene claro el motivo por el que aún hoy el teatro de Brecht es pertinente: «La primera y más lícita de las respuestas es porque es un enorme dramaturgo con una obra profunda y llena de análisis sobre el ser humano y la sociedad. La segunda es porque, ante la a veces adormecida práctica teatral, sentimos la necesidad de un teatro que refleje al ser humano como ser social, en medio de la profunda crisis económica y de valores a la que nos enfrenta la realidad cotidiana de nuestros días».