México

Juchitán, la ciudad mexicana reducida a escombros en 93 segundos

Esta localidad ha sido el epicentro del peor terremoto del último siglo sufrido en el país

Los servicios de rescate en Juchitán, en el estado de Oaxaca, uno de los más afectados por el terremoto
Los servicios de rescate en Juchitán, en el estado de Oaxaca, uno de los más afectados por el terremotolarazon

El peor terremoto de la historia del país se ha cobrado hasta ahora la vida de 90 personas.

El presidente mexicano Enrique Peña Nieto ha viajado este fin de semana, con más de 2.000 soldados, a las zonas más afectadas por el terremoto para mostrar su apoyo a las víctimas y reforzar unas tareas de rescate en las se que se trabaja sin descanso desde la medianoche del jueves. A su llegada, el mandatario ha declarado tres días de luto oficial y ha advertido que todavía harán falta varios días para conocer la factura económica del seísmo, que en apenas un minuto y 33 segundos provocó grandes daños en el sur del país.

El último balance oficial de víctimas asciende a 90 personas, 36 de las cuales eran de Juchitán un pueblo de poco más de 6.000 habitantes, que se ha convertido en el icono de la tragedia sísmica vivida por México esta semana. El número de víctimas mortales aumentó a 90 después de que las autoridades de Protección Civil de Oaxaca confirmaran este sábado 71 muertes en el estado sureño. "Son 71, para solo Oaxaca", ha confirmado el portavoz de Protección Civil del estado, Jesús González. Esta cifra se suma a otras 15 víctimas mortales registradas en el estado de Chiapas y cuatro más en el de Tabasco. Más de 5.000 viviendas, o lo que es lo mismo el 30% del total, se han venido abajo y cerca de 300 tendrán que ser demolidas antes de que caigan por su propio peso. Además varios edificios públicos también se han visto afectados, entre ellos el Palacio Municipal del siglo XIX, el cual un joven convirtió el pasado viernes, colocando una bandera nacional sobre los escombros, en símbolo de la capacidad de los mexicanos de sobreponerse a las catástrofes. El hospital también se derrumbó, lo que obligó al personal médico a trasladar a los pacientes a un descampado y trabajar alumbrándose con la luz de sus móviles. De hecho, buena parte de la población de Juchitán ha decidido pasar la noche al raso ante el temor de que las más de 400 réplicas que se han producido desde el jueves terminen por derrumbar lo poco que les queda. Otras familias, las más afortunadas, han decidido refugiarse en albergues temporales custodiados y abastecidos por el Ejército y La Marina.

Se calcula que en toda la ciudad habría 10 personas todavía desparecidas, una de ellas es un policía que se quedó dormido dentro del Palacio Municipal en el momento de la sacudida. La tragedia fue descrita ante los medios por el alcalde de la ciudad, Óscar Cruz: «Es como si la ciudad hubiera sido bombardeada». Lo cierto es que la destrucción y las constantes alarmas sísmicas recuerdan ciertamente a un escenario de guerra. La de Juchitán es de las historias que mejor ejemplifican este nivel de destrucción en el sur del país, pero cabe recordar que sólo en Oaxaca hay 41 municipios en estado de emergencia y en Chiapas la cifra es de 122.

La otra cara de la moneda de esta tragedia la encarna Ciudad de México. Las autoridades confirmaron que si bien el epicentro se situó a más de 1.000 kilómetros, la capital mexicana, por la singularidad de su subsuelo, sintió la misma sacudida que la región de Oaxaca. Dicha singularidad se remonta al origen prehispánico de la ciudad, la antigua Tenochtitlan, que fue construida sobre un lago, hoy sepultado por el asfalto de la segunda ciudad más grande del mundo. Este subsuelo húmedo y blando hace revotar las ondas sísmicas multiplicando los efectos de un terremoto.

El 19 de septiembre de 1985, esta ciudad sufrió una sacudida sísmica equivalente a 316 bombas nucleares que se cobró la vida de cerca de 10.000 personas, dejó más de 5.000 desparecidos y media ciudad en ruinas. Este terremoto provocó una huella imborrable en la memoria colectiva de la sociedad mexicana y les convenció de la necesidad de prepararse a conciencia para que algo así no volviera a ocurrir. Hoy, 30 años después de aquella tragedia, sus ciudadanos y sus infraestructuras están mucho mejor preparadas para enfrentarse a los seismos. Prueba de ello es que el paso del terremoto más potente de la historia del país no ha dejado víctimas ni tampoco grandes desperfectos.