José María Marco

Diversidad de posiciones

El enfrentamiento de este fin de semana entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy, o entre el PP de Madrid y el nacional, tiene una dimensión que va más allá de la batalla entre los ocupantes de dos pisos de Génova, 13. En realidad, resume, con características propias que lo hacen más interesante, parte de la situación en la que está inmerso, aquí y en todas las democracias liberales –incluido Estados Unidos–, el centro derecha. La crisis ha descolocado a todos los partidos tradicionales, y no sólo a los de izquierdas. La victoria del Partido Popular en 2012 no debería llamar a engaño. Incluso en su dimensión –extraordinaria– y en las expectativas que pudo suscitar, llevaba inserta la semilla de los múltiples problemas que después se han ido revelando.

Efectivamente, la crisis ha llevado a los partidos de centro derecha a replantearse su propio proyecto en un registro más centrista, más socialdemócrata si se quiere, y más pendiente de las desigualdades y el mantenimiento de los programas sociales. Este replanteamiento se ha realizado en todas partes. También en España donde, naturalmente, presenta sus propias características, como son la ausencia de elaboración intelectual y la inclinación tecnocrática, e incluso regeneracionista, más que política, de las elites dirigentes. A este proceso de modernización no le faltan antecedentes y plantea también problemas específicos, como es la desconexión con un electorado que deja de sentirse representado por las nuevas opciones de los partidos tradicionales.

Por otro lado, la crisis ha conducido a la aparición de corrientes populistas que enarbolan los principios «auténticos» de la derecha, «traicionada» por este nuevo centro. En el caso español, Esperanza Aguirre está en este punto... con las características propias de nuestra vida política: populismo, sin duda –y del clásico, es decir a lo grande–, pero ausencia, al menos hasta el momento, de las actitudes anti-elites tan propias de los populismos. Era de esperar en quien forma parte y no irrelevante, de la elite de su partido.

En el Partido Popular deberían ser capaces de comprender que el enfrentamiento, enconado, frívolo y personal como parece, puede también ser entendido en términos más generales. Debería ser posible hallar un terreno de diálogo responsable y serio, que llevara a acuerdos que tuvieran en cuenta la gravedad de la situación. Al fin y al cabo, las dos posiciones se encuentran dentro del mismo partido, en el mismo edificio, y eso no debería ser un obstáculo. Al revés, recuerda la amplitud y la ambición del proyecto primero.