José María Marco

El separatismo no tiene cabida en la Unión Europea

La Razón
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La oposición a las políticas de acogida a los refugiados por parte del Gobierno federal alemán y la tentación de repliegue nacional-populista han suscitado un renacer del movimiento nacionalista en Alemania. Esta deriva se ha traducido en un aumento del apoyo a partidos racistas, como Alternativa para Alemania (AfD). También llevó a un ciudadano alemán a plantear ante el Tribunal Constitucional de su país la posibilidad de celebrar un referéndum por el cual el Estado –más exactamente, el land– de Baviera pudiera votar su independencia y, eventualmente, separarse de la República Federal de Alemania.

La decisión del alto tribunal alemán, conocido como el Tribunal de Karlsruhe por la ciudad donde tiene su sede, ha sido inequívoca. No ha admitido a trámite la cuestión, pero no por una cuestión formal, como si aplazara pronunciarse sobre el fondo del asunto. Al contrario, la decisión está basada en el hecho, reafirmado por el Tribunal, de que la Constitución alemana no permite a los länder separarse de Alemania. En consecuencia, la Ley Fundamental alemana no contempla esa posibilidad. La República Federal de Alemania es un Estado nación que se basa en el poder constituyente del pueblo alemán, no en el de los Estados individuales (länder). La separación está descartada desde la raíz y el Tribunal Constitucional no tiene nada que decir al respecto como no sea remitir al texto de la Ley Fundamental, que descarta esa posibilidad.

La Constitución alemana –o Ley Fundamental de Bonn– data de 1949 y está inspirada en una doble experiencia trágica: la del nazismo y la del fracaso de la República de Weimar, que fue incapaz de hacer frente al totalitarismo. Esto lleva al texto a una afirmación particularmente consistente de los derechos fundamentales, incluidos en el texto mismo del articulado, y –además de prestar una atención excepcional a la realidad de los partidos políticos– a una formulación muy firme del carácter federal, social y democrático del Estado. Para que no quede ninguna duda al respecto, el célebre artículo 79 establece la llamada «cláusula de eternidad». Prohíbe cualquier modificación de la Ley Fundamental en lo que se refiere a los derechos y la dignidad del ser humano (art. 1), las bases del orden estatal (art. 20) y cualquier cuestionamiento de la organización federal del país.

La vigencia de la «cláusula de eternidad» ha sido debatida después de las reformas introducidas tras la unificación del país, pero permanece vigente en aquellos apartados que protege. Sigue siendo la clave de un edificio político en el que la comunidad nacional y los derechos humanos conforman las dos partes indisolubles de un mismo Estado nación.

En este Estado nación, Baviera plantea algunas particularidades relevantes. En el escenario político actual, sigue siendo una de las regiones más ricas de Alemania y su frontera con Austria lleva a sus ciudadanos a vivir con especial intensidad la cuestión de los refugiados. Lo primero invita, como ocurre con el nacionalismo catalán, a la tentación de la reivindicación victimista e insolidaria con el resto del país. Lo segundo, a plantear con una energía particular una política de protección, con un control más severo de las fronteras y los flujos de población. Por otro lado, la historia de Baviera le ha llevado a recibir, junto con Sajonia, el nombre de «Estado libre». Los bávaros siempre desconfiaron de Prusia y se mostraron reticentes a la integración en el Reich en 1871.

Sin embargo, la terminología de «Estado libre», que puede hacer pensar en las «nacionalidades» de la Constitución española, no tiene ningún reflejo jurídico ni político. Baviera no es heredera del antiguo reino del mismo nombre, ni su existencia es anterior a la de los «länder» alemanes creados por la Ley Fundamental. Su existencia, por tanto, se debe a la Ley Fundamental, que es a su vez una consecuencia de la voluntad del pueblo alemán. Por eso está fuera de lugar cualquier posible referéndum de secesión sobre un asunto que no compete a los «länder» ni a sus habitantes, sino a los alemanes.

Entre las medidas de refuerzo de la vigencia de la República o el Estado Federal, está la posibilidad de prohibir partidos políticos que se propongan perjudicar o eliminar el orden liberal democrático o amenacen la existencia de la República Federal de Alemania, lo que llevó a ilegalizar un partido comunista y otro neonazi. Así que en el corazón de la UE hay poco espacio para un movimiento que, en cualquier caso, era –o es– más una veleidad que una tendencia firme. En los años 50, el nacionalismo bávaro alcanzó cierta importancia. Hoy el Bayernpartei (BP) es residual y sólo obtuvo el 2,1 por ciento de los votos en las elecciones regionales de 2013. Los alemanes siguen recordando, y tomándose en serio, el significado del nacionalismo y del nacional-populismo. Y no sólo para ellos mismos. También para el resto de los ciudadanos de la Unión.