Alfonso Ussía

Holanda-Adidas

El pasado martes, la selección nacional de Holanda venció sin grandes esfuerzos a la selección de Adidas. Algunos amigos me aseguraron que se trataba de la Selección de España, pero creo que se trató de una broma. La selección de Adidas vestía de negro con las tres rayas de la marca amarillas y algún que otro detalle amarillento en su pantalón. Si los holandeses saltaron al terreno de juego con una camiseta blanca y un pantalón naranja amandarinado, España, por lógica, tendría que haber disputado el partido con su camiseta roja y su pantalón azul. De ahí que nada me afectara, ni importara, ni apenara el resultado. Los que perdieron representaban a Adidas, no a España.

Hay mucho dinero de por medio, pero el equipamiento de una selección nacional que ha sido, entre otras cosas, campeona de Europa y del Mundo no puede estar sometida a los caprichos de una poderosa marca deportiva, aunque sea la más hortera. He escrito, y no rectifico, que Adidas, además de una gran empresa, es una ONG encantadora que ofrece trabajo a los diseñadores que han sido rechazados en otras marcas de la competencia. Sus camisetas son las más feas del mercado, pero tienen que ser sus directivos muy generosos, porque Adidas es también la marca que viste al Real Madrid con sus tres banditas y su preciosa equipación rosa, que más que un uniforme deportivo parece un poema de Rubén Darío en un éxtasis de cursilería. No obstante, si el Real Madrid contrata su equipación con reincidente empeño con la empresa Adidas, se trata de un problema exclusivamente social. Pero la Selección de España es la de todos, y con su estética y sus símbolos no se juega. Ni el intocable y viscoso –por lo bien que se escapa– Villar tiene derecho a ello. Por otra parte, se priva a esos tontorrones que llenan su entusiasmo refiriéndose a «La Roja» de la posibilidad de proclamarlo, por cuanto no se puede elogiar el coñazo de fútbol que practica «La Roja» cuando el equipo que aburre a los muertos viste de negro o de azul lapislázuli. Un contrasentido.

La camiseta de España es, en efecto, roja. Y su pantalón, azul eléctrico. Los colores se muerden. Cuando se disputó el primer partido de nuestra selección, en los primeros pasos del siglo XX y en pleno reinado de Don Alfonso XIII, los seleccionados saltaron al campo con la camiseta roja y los pantalones y medias negras. Así compitieron, cambiando sólo el escudo, durante la monarquía Alfonsina y la Segunda República, hasta el año 1936. Finalizada en 1939 la Guerra Civil, las autoridades del régimen franquista cambiaron el pantalón negro por el azul, en homenaje a Falange Española y de las JONS, y así ha permanecido hasta hoy. Pero la equipación histórica de España es la camiseta roja, con el pantalón negro y las medias negras con los colores de la Bandera en el dobladillo superior.

El primer seleccionado que ocultó o rechazó la bandera española en las medias fue Arconada, el portero de la Real Sociedad de San Sebastián, que las usaba blancas. Con los complejillos de siempre, se permitió el capricho nacionalista y se perdió la estética del conjunto unido.

España jugaba de rojo. Su segunda equipación era azul cobalto. Y no había tercera versión porque todavía no se había producido el asalto de las marcas deportivas. Las botas eran negras – también las había marrones–, sobrias y estéticas, muy alejadas de las horribles, multicolores y amariconadas de hoy en día. Pero llegaron las marcas y el fútbol, en su apariencia, se horterizó.

Hummel, Nike, Adidas... La última, muy responsable de la humillación estética del Real Madrid y otros grandes clubes, pero repito que esa humillación está sometida a la aceptación de los socios. Nike tiene mejor gusto, pero viste al «Bar-ça», y en el Real Madrid no se admite que el proveedor de sus trapos sea el mismo que el del F. C. Barcelona, lo cual es una sandez. Todos los años, las marcas imponen sus variaciones, y los inocentes aficionados adquieren por casi 200 euros las nuevas camisetas, el gran negocio.

Pero la Selección de España no puede ser un negocio que predomine al honor de jugar en su equipo, que representa a todos los españoles. La Selección de España tuvo y tiene sus colores, y hora es que se recupere la estética original. Pero ese negro con amarillo no emociona a nadie. No representa a ningún español. No tiene sentido. De ahí que nada importen sus derrotas.

Todo tiene sus ventajas. Si pierde el aburrido equipo de negro y amarillo diseñado por la marca hortera, muy poco afecta la derrota.