Mirando la calle

Escribir es aullar sin ruido

«La emoción es el milagro que emerge de las buenas historias, aquellas que se quedan sujetas en el alma»

Desde San Jordi, cuando en Barcelona se regalan libros y rosas, las celebraciones en torno al libro se suceden en España en ferias diversas que acogen las obras de los escritores que, en buena medida, continúan vivas gracias a los libreros y los bibliotecarios, mis héroes del siglo XXI, refugio de los libros y de la lectura. En ellas, nuestras visitas se festejan con las preguntas de los lectores y esa complicidad compartida de quien sabe que leer es vivir dos veces o tres o un millón. A veces, vivir, sin más.

Algunos lectores convertidos luego en escritores (sin leer no se puede escribir), inventaron su vida en los libros a partir de sus lecturas. Sábato decía que «hay que escribir de lo que se conoce», pero ¿hay que haberlo vivido, como Hemingway? Ahí está Salgari que se reinventó a sí mismo durante sus estancias en las bibliotecas. El capitán que nunca lo fue, que apenas surcó los mares más que en un buque escuela en un viaje de un día, nos hizo vivir aventuras con Sandokanes, piratas, perlas de Labuan y Tigres de Mompracem y nos trasladó a escenarios exóticos que jamás pisó salvo a través de los renglones de tantos libros que sostuvo entre sus manos y devoró con su ansia lectora y de vivir, de descubrir, de sentir y de emocionarse. La emoción es el milagro que emerge de las buenas historias, aquellas que se quedan sujetas en el alma, como la estrella que la Margarita de Rubén Darío quería «para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor…».

«Un escritor es algo extraño», aseguraba Marguerite Duras, autora entre otros libros, de El amante, del que aún guardo retazos en la memoria, más de cuarenta años después de haberlo leído. La escritora francesa proseguía diciendo: «es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido».

Así me siento yo como escritora (antes de escritora lectora «omnívora», que cree que un día sin leer es un día perdido) y a veces, como periodista: aullando sin ruido...