Tribuna
El Presidente de acero inoxidable que no se afligía nunca
Da qué pensar, sobre cómo se nos percibe, sobre la integridad, sobre la volatilidad de todo, sobre la sinceridad de aquello que escribimos
La tensión dramática con que Pedro Sánchez saldó los cinco días de espera que sumieron España en un inédito compás de espera acabó en un súbito «me quedo». Cinco días que orillaron cualquier otra información, provocando ríos de tinta y reacciones de todo tipo. Pasiones desaforadas, críticas despiadadas, alarma, compasión y también guasa y desprecio.
Pero llegó uno de esos lunes al sol y el momento clave. La del «sí o no quiero» tras la tediosa homilía. El desenlace no pudo ser más frívolo. Chocante a todas luces, por cuanto toda la intervención inicial del presidente Sánchez invitaba a creer que dimitía o que plantearía algo parecido a una moción de confianza. Previa visita al Rey. Pero no. Pedro se elevó y bendijo a España con su tesón resiliente. Fin del entreacto. Porqué eso sólo fue un nuevo episodio de una tragicomedia que dista mucho de estar en el acto final.
Mientras tubo a medio país en vilo, los militantes y simpatizantes socialistas se manifestaron junto a Ferraz para expresar su devoción y apoyo al Líder. Y ahí brilló con luz propia la vicepresidenta María Jesús Montero. La sevillana irrumpió tan apasionada ante las cámaras que pareció estar aún celebrando la resurrección del Cristo en uno de esos espectaculares pasos de Semana Santa en la capital del Guadalquivir. Sin contención alguna salió a repartir besos y abrazos con una entrega que se da con menos devoción en otros lares.
Cinco días dieron para rumores de todo tipo. Hay quienes incluso daban por su segura su dimisión como para dar credibilidad al asunto y despejar incógnitas sobre alguna presunta maniobra táctica en ciernes de los comicios catalanes y con un Salvador Illa escaso de propuestas y discurso. Tal vez por eso va en cabeza. Porque no tiene nada que contar o no lo cuenta. Igual por aquello de que uno vale más por lo que calla.
Tanta especulación, se contó de todo sobre los motivos, para admitir finalmente que todo se debió un golpe de genio, ofuscado el Presidente por las acusaciones contra su familia y la denuncia del sindicato Manos Limpias lo que parecer ser colmó el vaso de la paciencia presidencial. Un sindicato que no está de más recordar que de sindicato al uso no tiene nada. Y que de limpio mucho menos; en sus alforjas arrastra un historial tenebroso de fines más que sospechosos. Pero esa es otra cuestión, como la admisión a trámite de tal denuncia por un juez que según Tezanos ha relanzado el prestigio, notoriedad y simpatías por Pedro Sánchez con su decisión de admitir a trámite la denuncia que ahora deberá ser verificada con diversos periodistas.
Recién salido del horno, tenemos un libro de conversaciones del periodista Màrius Carol, ex director de La Vanguardia, con José Luis Rodríguez-Zapatero, una de las novedades editoriales del pasado día del libro y la rosa. Perfecto para la ocasión porqué Zapatero habla largo y tendido sobre Pedro Sánchez. Perfecto para saber qué piensa ZP de Sánchez, qué impresión le produce, qué ve en él.
Y atención con las rotundas afirmaciones de ZP cuando dice de Pedro Sánchez, que «es un político rocoso, al que no he visto afligirse nunca ante una crítica». Leí esa página la víspera de la comparecencia de Sánchez. Y ante mis ojos ganó enteros la posibilidad de que se iba. Que lo dejaba de verdad como confesaban en privado –medio acojonados– no pocos dirigentes socialistas. Ni García-Page mojó en el asunto. En efecto, ¿Por qué debería haber anunciado esa cuenta atrás el Presidente?
Ahí no acaba la cosa, a renglón seguido Zapatero afirma «es un tipo de acero inoxidable… cuando ha decidido algo va hasta el final sin que le tiemble el pulso». El libro «Crónica de la España que dialoga» está justo acabado de cocinar, tanto que la primera edición es de abril de 2024 y el propio editor confiesa que se fraguó en conversaciones acontecidas entre septiembre de 2023 y febrero de 2024.
Da qué pensar, sobre cómo se nos percibe, sobre la integridad, sobre la volatilidad de todo, sobre la sinceridad de aquello que escribimos. Aunque reconozco que ZP se me antoja un tipo honesto mientras Sánchez es un tipo apuesto. ZP tiene fondo, igual Sánchez tiene más de escaparate. Pero en lo que es insuperable Pedro Sánchez es en la capacidad de superarse. Empezó tendiendo la mano a Ciudadanos –hoy ya fulminados– y a saber con quien acaba sus andanzas.
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