Alfonso Ussía

Patatera

El director de la Agencia Tributaria, don Santiago Menéndez, nos ha dejado atribulados de curiosidad. Eso no se hace, don Santiago. Ha anunciado en el Congreso de los Diputados que los datos que obran en su poder de «personas con exposición política» que han defraudado a Hacienda y que se harán públicos próximamente son «la repera patatera». Nos ha dejado en situación de frenesí confuso. Pero hay que agradecerle el descubrimiento de la repera patatera, que está obligada a ser, por lo que oculta y contiene, mucho más consistente que la pera limonera o la repera a secas, hasta la fecha las peras más respetadas y codiciadas por el entusiasmo calificativo. De haber dicho que los datos que conoce y todavía no ha hecho públicos son «la repera limonera», tendría su frase una interpretación al alcance de toda la ciudadanía. Pero la «repera patatera» es metáfora de nuevo cuño, elogio de una pera desmedida nacida y crecida en peral sito en campo de patatas. Una hermosura de pera, por otra parte.

Hay dichos que se desvirtúan por el uso. Por ejemplo, «me ha costado un huevo de la cara». En la cara no hay huevos, pero resulta más contundente que «me ha costado un ojo de la cara», que es la sentencia correcta. Igual que ante una situación extrema que produce gran impresión anímica se afirme que «se me pusieron los pelos de gallina». De gallina puede ponerse la piel o la carne, pero jamás los pelos. Las gallinas tienen plumas, y, desprovistas de ellas, su carne granulada puede compararse perfectamente con el aspecto de la piel de un ser humano impactado por una visión, un relato, un golpe de amor o una sensación inesperada. La costumbre es la responsable. Todavía hay en los medios de comunicación periodistas y políticos que redondean su texto o solemne alocución engolada de esta manera refiriéndose a las bolas de billar: «Se las han puesto como a Felipe II», cuando en realidad, a Felipe II no se las pusieron jamás, y sí a Fernando VII. Un asiduo a las tertulias, excesivamente influido por su sabiduría cinematográfica, afirmó sin rubor que Serrat, por negarse a cantar en Chile en tiempos de Pinochet, «había demostrado tener más huevos que el caballo de Espartaco», arrinconando en el olvido al ardiente y voluntarioso general Espartero. Antonio de Lara «Tono» zanjó con su talento la obsesión del español de pedir peras al olmo. -No se pueden pedir peras al olmo porque debe estar prohibido-. Hablando de una mujer con figuración frutal, se decía durante mi juventud que era la pera, la repera o la pera limonera. Pero lo de la repera patatera del director de la Agencia Tributaria nos ha dejado sin capacidad para la reacción. Sí oí en determinada ocasión de una mujer que era «la pera confitada», y al solicitar una aclaración al creador de la novedosa acuñación, éste no se hizo esperar. «Es guapísima, pero pringosa».

Tiene dos obligaciones urgentes respecto a la sociedad el señor director de la Agencia Tributaria. La de menor interés, hacer pública la relación de «personas con exposición política» – «pep» como Guardiola–, para que los españoles sepamos lo que vale un peine. Y la más importante. Explicarnos, desde el Congreso de los Diputados o mediante comparecencia pública retransmitida en directo por cadenas de televisión y emisoras de radio, el origen, calidad, tamaño y lugares de la recolección de la repera patatera. En mi caso, doliente sabedor de que no figuro en la relación de los adinerados esquivos, mi curiosidad se centra exclusivamente en tan impresionante milagro frutal.

Lo que ruego a Su Ilustrísima tenga a bien explicarnos a la mayor brevedad.