José María Marco

Primarias y representación

La Razón
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Se debate en el Partido Popular la forma de elegir los cargos. Por lo sustancial, se han propuesto dos recetas, las dos novedosas. Una consiste en una suerte de segunda vuelta o más propiamente dicho, en dos consultas sucesivas, la primera al conjunto de los militantes, la segunda, y vinculante, a cargo de los compromisarios que participen en el futuro congreso. Otra fórmula, que cuenta con bastantes adeptos en Madrid, tiende a las primarias bajo el slogan de «un militante un voto». Mucha gente parece pensar que esta fórmula correspondería mejor al funcionamiento democrático que el ordenamiento constitucional exige de los partidos políticos.

No es del todo así. La fórmula de las primarias no es el único procedimiento democrático imaginable. A veces ocurre lo contrario, y la consulta a los militantes (figuración de las llamadas «bases» y en otras circunstancias, muy distintas, el «pueblo» más o menos soberano) resulta en distorsiones serias de la voluntad general. Por eso en los países occidentales, incluso en aquellos que como Suiza o Estados Unidos nacieron como democracias desde el primer momento, la apelación a los votantes va equilibrada de muy diferentes modos.

No cabe, por tanto, tachar las alternativas a las primarias de falta de legitimidad democrática. La representación, fenómeno complicado y escurridizo como pocos, no depende de eso, o al menos no solamente. Y en el caso de los partidos políticos, mecanismos como las primarias corren el riesgo de concentrar la voluntad de representación en el partido mismo en detrimento de lo que piensa un conjunto mucho más amplio, que la organización tiene el deber de representar.

Teniendo todo esto en cuenta, el PP tiene capacidad para articular formas de organización interna que le permitan aprovechar una situación que lo ha colocado de nuevo en el centro absoluto del espectro político, con una capacidad de atracción como no tiene ningún otro partido. Tan importante o más como el sistema de elección de cargos es la sensación de que un partido está atento a las cuestiones que preocupan a la sociedad. Es cierto que un partido político no es un aula ni un espacio de pura reflexión de ideas. También lo es que a falta de FAES, instrumento fundamental en su momento para centrar el partido, el PP tiene ahora que encontrar alguna fórmula que le permita incorporar a su programa las inquietudes de muchos españoles.