Acosado

Se ha invocado, y no sin razón, el nombre de «La calumnia» para hablar de «La caza». Cabría revisar la película de Wyler, aunque este crítico la recuerda como uno de esos títulos hambrientos de grandes temas que proliferaron en el Hollywood liberal de los sesenta, sin desmerecer la intensidad en el tono, dos espléndidas interpretaciones femeninas y un retrato de la perversidad de la mirada infantil nada complaciente. La fuerza del filme de Wyler residía en su capacidad para sembrar la semilla de la duda. Duda que se despeja en el caso de Vinterberg: lo que se cuestiona aquí es la buena fe de una comunidad que sustituye la apariencia tolerante por el linchamiento políticamente correcto. Si en «Celebración», la forma deforme del Dogma acompañaba la disolución de una familia podrida, aquí la pulcritud telefílmica deja al descubierto la hipocresía final. Vinterberg polariza de forma tan banal la identificación con este profesor (eficaz Mikkelsen) acusado injustamente de abusos a menores, que llega un momento en que deseas que alguien le de un rifle para que haga justicia. Vinterberg viene a decirnos que sería lícito que toda víctima se convirtiera en verdugo, aunque la sangre nunca llegue al río.