Cultura

Sexo, lujo y joyas épicas y malditas: la historia jamás contada de la familia Cartier

Su delicadeza y gusto por el lujo convirtió a la marca en objeto deseo de las Casas Reales, aristócratas y personalidades del cine y la moda

El príncipe Rainiero y Grace Kelly, el día de su compromiso matrimonial
El príncipe Rainiero y Grace Kelly, el día de su compromiso matrimoniallarazonArchivo

Louis-Francois Cartier comenzó en 1847 un negocio que se convertiría en el adalid del lujo en el siglo XX, pero no la casa Cartier no comenzó a florecer hasta que sus tres nietos asumieron el negocio. Desde ese momento, la marca se convirtió en sinónimo de lujo, de exclusividad. No había monarca que visitará París que no pasara por una de sus tiendas para hacerse con una de sus preciadas joyas.

La historia de la familia Cartier ha sido recopilada por Francesca Cartier en el libro "Los Cartier: La historia no contada de la familia detrás del imperio de la joyería", que se publica esta semana, en el que repasa la historia de los tres hermanos cuyo lema era "Nunca copie, solo cree" y que hicieron que la empresa familiar fuera internacionalmente conocida en los primeros días del siglo XX.

La idea del libro nació por casualidad. Francesca estaba en casa de su abuelo en 2009 cuando fue a la bodega a coger una botella de champán antigua. Para su sorpresa, había un viejo baúl lleno de cartas de clientes, que iban desde Coco Chanel a miembros de casas reales. Al hojearlas se dio cuenta de las miles de historias que había detrás de las joyas que vendía su abuelo y decidió investigar. La aventura la llevó por Londres, la Riviera Francesa, San Luis, Bombay, París, Sri Lanka y el Golfo Pérsico. Visitó lugares, minas de zafiro, cementerios, mercados de joyas. Todo en busca de los lugares relacionados con sus antepasados. Como consecuencia de sus investigaciones, nació el libro en el que describe los talentos únicos de su abuelo y sus dos hermanos: Louis, el visionario diseñador que creó el primer reloj de pulsera para hombres al ayudar a un amigo aviador para que pudiera mirar la hora sin quitar las manos de la avioneta; Pierre, el mejor dotado para los negocios, que compró el local de la firma en la Quinta Avenida de Nueva York a cambio de un collar de perlas naturales de doble hebra; y Jacques, el bisabuelo de Francesca, fue el experto en gemas, un trotamundos que viajó a la India y le dio a Cartier acceso a los mejores rubíes, esmeraldas y zafiros del mundo. También fue el creador las famosas joyas Tutti Frutti.

Fruto de sus investigaciones Francesca revela dramas, romances, intrigas y traiciones desconocidas. "Los Cartier" también ofrece una mirada detrás de escena de las joyas más emblemáticas de la firma: Hope Diamond (joya de 45 kilates que adquirieron en 1910 y que dicen que está maldita), las esmeraldas de Romanov, las piezas clásicas de pantera,o o el collar de perlas de un millón de dólares vendido en la sede de la Quinta Avenida de Nueva York. También repasa los nombres y anécdotas de la larga lista de estrellas del mundo de la moda, el cine y la realeza. Sus joyas eran objeto de deseo desde maharajás indios y grandes duquesas rusas hasta Wallis Simpson, Coco Chanel o Elizabeth Taylor. Entre ellas, la diva de la ópera de la época victoriana, Nellie Melba, que pedía prestadas piezas de Cartier para sus actuaciones y exigía que el vendedor las calentara primero antes de ponerlas sobre su piel. Grace Kelly se jactaba de tener dos anillos de compromiso de la compañía, además de rubíes y diamantes con los que la agasajaba el Príncipe Rainiero. También llevó una esmeralda de 10.47 quilates, que nunca se quitaba y que incluso llegó a tener un papel destacado en la película "Alta sociedad".

Y es que, según relata Francesca, hubo un momento en el que todos los jefes que visitaban París pedían ser recibidos en Cartier. Entre 1904 y 1939, la empresa recibió 15 cartas que lo designaban como proveedor de casas reales en todo el mundo, desde España hasta Siam. En 1925, el Maharajá de Patiala en India llevó una cornucopia de joyas a París para que le dieran el estilo Cartier y fue transformado en un collar épico de 2.930 diamantes. Otra gran joya fue descubierta por la familia Cartier en Bagdad. Tenía el tamaño del huevo de un pájaro y era demasiado grande para ser vendido. Así, decidieron dividirlo en dos partes iguales. El rey Eduardo VIII eligió 19,77 quilates para su anillo de compromiso para Wallis Simpson. Kate Middleton se casó con el príncipe Harry en 2011 con una tiara de Cartier que le prestó la reina y que había sido encargada al Jaccques Cartier en 1936. Y era lógico porque el perfeccionismo era una de las señas de identidad de la familia. Así, recuerda Francesca que su abuelo mimaba a las joyas como si fueran sus hijos y se desesperaba cada vez que veía con un anillo sucio y decía: “Chessie, no puedes usar eso. ¡mételo en algo de ginebra y limpialo!