Desafío

Ábalos reta a Sánchez y prepara su "vendetta"

Defenderá su «honorabilidad» desde el Grupo Mixto y deja a los ministros expuestos. El PSOE trata de cerrar la crisis con su suspensión

El exministro José Luis Ábalos sale tras ofrecer una rueda de prensa en la que ha anunciado que mantiene su acta de diputado por Valencia en el Congreso y que pasará al grupo mixto, con lo que desoye la exigencia del PSOE que le dio un plazo de 24 horas para dejar su escaño ante el caso Koldo © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 27 02 2024
El exministro José Luis Ábalos sale tras ofrecer una rueda de prensa en la que ha anunciado que mantiene su actaAlberto R. RoldánFotógrafos

Ayer no terminó nada. La crisis política que se ha desatado por la presunta trama ilegal de mascarillas no queda zanjada con la suspensión de militancia por parte del PSOE al exministro de Transportes José Luis Ábalos. Ferraz daba ayer el portazo final a su exnúmero tres una vez que quedase certificada su desobediencia al PSOE al no entregar el acta y pasarse al Grupo Mixto. Y con eso, creía cerrar un capítulo traumático en una «semana horribilis».

El PSOE buscaba –con su salida– cortar de raíz el desgaste que el «caso Koldo» ejercerá sobre la figura del presidente del Gobierno, dado que hoy mismo el PP desplegará una ofensiva parlamentaria en el Congreso de los Diputados con una batería de preguntas enfocada en la implicación de Moncloa en la compra ilegal de mascarillas. Sin embargo, el hecho de que Ábalos se aferre a su escaño será fuente principal del agotamiento del Ejecutivo. Aunque el PSOE se desvincule completamente de su dirigente, continuará semana tras semana en el Congreso. Ábalos, además, avisó de ello desde el minuto uno. «Ustedes tienen muchas preguntas y yo muchas respuestas», dijo en su comparecencia. Una frase con la que las alarmas en el Ejecutivo se disparaban.

Ábalos emprendió ayer una declaración de guerra en toda regla a Pedro Sánchez y demostró su intención de llegar hasta el final. La venganza se sirve en plato frío y eso es precisamente lo que dibujó ayer precisamente el exministro en su declaración a la prensa. Una «vendetta» que irá suministrando en pequeñas dosis con el objetivo principal de defenderse ante las insinuaciones de corrupción que el partido ha endosado a su figura. «Si yo renunciara se entendería que asumo alguna responsabilidad y no la asumo. Sé lo que es un apestado político», avisaba.

El exministro continuará en activo y desde su escaño en el Grupo Mixto defenderá su «honorabilidad hasta las últimas consecuencias» frente a la petición de los socialistas de que se retirará de los focos políticos y mediáticos. Alertaba, además, que buscaba asistir «al final de esta partida obligando a quienes pretenden echarme a la calle, por la puerta de atrás, tengan que mirarme a la cara». Ábalos, en contraposición del PSOE que busca liberarse de la polémica, avisó que ésta no terminaba aquí, sino que acababa de empezar. «Rendir un tributo a la derecha como creo que hace la dirección política de mi partido no va a impedir que la derecha siga con la cacería. No puedo acabar mi trayectoria política como un corrupto», reconocía. Una lucha que emprende «solo». «Me enfrento al poder político de una parte y de otra y lo tengo que hacer solo», advertía. Las palabras de Ábalos destilaban rencor hacia el partido en el que ha militado toda la vida y del que ayudó a construir el primer gobierno de coalición y a «cohesionar a la militancia en un tiempo tan complejo», según él mismo se definió de su pasada época como secretario de Organización. «Me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo, poder haber compartido una reflexión en beneficio de nuestras siglas, por la senda del sosiego», lamentó. El Gobierno y el PSOE buscaban ayer cerrar la crisis y circunscribir las investigaciones a la figura del asesor del exministro de Transportes y a él mismo. La reacción del Ejecutivo fue la de guardar silencio ante cualquier relación con su propio compañero en el Consejo de Ministros y la de salvaguardar, como primer objetivo, que la trama corrupta pueda salpicar en medida alguna al presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez.

En público, el Ejecutivo aseguraba que todos los contratos firmados por la Administración General del Estado durante la pandemia fueron legales y están auditados. Además, Moncloa pasaba de puntillas sobre el caso de corrupción que acecha al Ejecutivo –tras el señalamiento al exministro Salvador Illa y a la expresidenta de Baleares Francina Armengol, además del expresidente canario, Ángel Víctor Torres– y defiende que su posición es la de «tener el máximo compromiso con la transparencia y la ejemplaridad». En un aviso velado a Ábalos, la portavoz Pilar Alegría defendió que el Gobierno «es implacable contra la corrupción e impecable en su comportamiento». En privado, fuentes gubernamentales se afanan en zanjar cualquier posible ramificación de la investigación que afecte al presidente Sánchez. «No nos salpicará» el escándalo, subrayaban. De hecho, en el núcleo cercano a Sánchez insisten que el PSOE ha resuelto con «celeridad, contundencia y transparencia» el caso al exigir el escaño de Ábalos nada más levantarse el secreto de sumario del proceso. Esta celeridad corresponde a la primera advertencia de la vicepresidenta primera y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, y a la propia referencia de Pedro Sánchez el pasado sábado de combatir la corrupción «caiga quien caiga». Además, el escrito de suspensión de militancia a Ábalos no dejaba lugar a dudas. El órgano le acusa de «obstruir la labor y decisiones en Ferraz», «imposibilitar la representación del partido en las instituciones», «actuar en contra de los acuerdos adoptados por la dirección» y de «menoscabar la imagen de las instituciones socialistas». En el PSOE, mientras, no entendían la posición de su ya excompañero y, aunque reconocían que no tiene responsabilidades penales sobre el caso, le imprimían la «responsabilidad política» y le llamaban a «hacer sacrificios personales». «Estamos muy jodidos», resumían muy gráficamente fuentes socialistas. Un intento de reconducir la relación en último minuto, a pesar de que durante todo el fin de semana las conversaciones con el exministro fueron en balde.