Política

Andalucía

Agricultura 4.0: entre el «blockchain» y el kilómetro cero

Hoy es factible saber las emisiones de gases por cada litro de aceite que se pone en nuestra cocina. Los productos deben incorporar esta información

La producción de alimentos de cercanía es más sostenible
La producción de alimentos de cercanía es más sostenibleManuel Olmedo

Ni la agricultura ni la industria agroalimentaria escapan de la cuarta revolución industrial, esa que cambia la actividad económica cabalgando a lomos de la robotización y la aplicación de la inteligencia artificial a prácticamente todo. Se habla así de la agricultura 4.0 o agricultura de precisión para referirse a, por ejemplo, la aplicación de los nuevos cambios a este sector económico de gran importancia para economías como andaluza. Pese a ello, el tamaño del sector agroalimentario tiene una métrica escurridiza, pues si bien el estrictamente agrícola, pesquero y forestal representa el 7% del PIB regional, a este hay que añadir la parte de la industria manufacturera dedicada al procesamiento de los alimentos. Esta industria agroalimentaria es la cuarta en tamaño del total del sector manufacturero andaluz y presenta fortalezas importantes que la han situado como líder de las exportaciones españolas por delante incluso de Cataluña.

La aplicación de dispositivos digitales a las técnicas de cultivo permite hacer de estas una labor de precisión en las que el manejo de una buena parte de los procesos es completamente automática. Esto facilita aumentar el rendimiento de las superficies cultivables y de las explotaciones agrarias. También plantea la vertiginosa pregunta de si se avecina una agricultura sin agricultores en la que la robotización no hará más que acentuar la tendencia al vaciamiento de la España interior. Es la bien conocida amenaza del paro tecnológico que las tres revoluciones industriales anteriores a la presente se ocuparon de desmentir. Menos angustioso y más amable es saber que la agricultura de precisión también conlleva la reducción del consumo de combustible y también la mitigación de gases de efecto invernadero algo que, sin embargo, no se enfatiza por las empresas comercializadoras de este tipo de innovaciones.

Efectivamente, el sector agroalimentario tiene delante de sí dos tendencias de desigual desarrollo hasta el momento: el acceso creciente a mercados internacionales como parte del proceso globalizador ya bien conocido y la reivindicación de los mercados «kilómetro cero», que han dado una vuelta de tuerca a la agricultura sostenible.

Cuando se revisa la internacionalización del sector agroalimentario no debe perderse de vista que el mercado más amplio sigue siendo el interior. Esto es importante porque no hay un solo informe de coyuntura del sector que no analice el comportamiento de exportaciones e importaciones sin una sola mención al mercado nacional, el principal destino de casi todos los productos de todas las regiones españolas. Hecha esta salvedad, la digitalización ha permitido que el consumidor final pueda conocer el trazado de toda la cadena alimentaria hasta que el producto llega a sus manos mediante la tecnología de «blockchain» o «cadena de bloques» desarrollada inicialmente por el creador de «bitcoin». Hoy día es perfectamente factible saber las emisiones de gases invernadero que se han emitido por cada litro de aceite que se pone sobre nuestra cocina. Cuando un tractor descarga las aceitunas en una almazara puede volcar la información de los polígonos y parcelas de donde proceden resultando perfectamente posible el cálculo de las emisiones de gases realizadas y, lo que es más importante, las que se han logrado evitar gracias a la agricultura de precisión. La trazabilidad de los productos debe incorporar esta información para unos consumidores cada vez más sensibles ante la sostenibilidad medioambiental de todo aquello que compran. Profesionales de primer nivel internacional como el ingeniero Eusebio León –uno de los grandes expertos internacionales en cítricos– y el economista Francisco Gutiérrez, de «Aceitunas La Española», advierten de estos cambios. Cuestión aparte que sólo apuntamos aquí para no extendernos en demasía es la gobernanza de todo el flujo de datos que generan los agricultores usuarios de las nuevas tecnologías. ¿Quién se beneficia de ellos y qué retorno pueden esperar?

Pero frente a la internacionalización del sector agroalimentario, se está abriendo paso la demanda de mercados «kilómetro cero» (km. 0), una visión absolutamente de proximidad en las relaciones comerciales que rompe con la tendencia hacia el mercado global. El desarrollo de estos mercados es muy incipiente. Todavía no hay ninguna regulación del etiquetado de productos km0 pero incluyen a los producidos en un radio no superior a los 100 kilómetros desde su punto final de venta. Cuando a estos productos se le añadan otras exigencias de estándares de cultivo ecológico, el resultado serán productos con una menor huella de carbono (total de emisiones contaminantes generadas) propios de una economía sostenible y dirigidos al mercado local.

La agricultura es determinante en la lucha contra el vaciamiento demográfico interior. El desarrollo de centros logísticos en las zonas rurales debe facilitar una mayor implantación en las mismas zonas de la industria agroalimentaria. Si a lo anterior sumamos la vinculación de los centros de formación, de I+D+i y de la Administración, no haremos otra cosa que afianzar la arquitectura de la triada industria+investigación+administración que tantos éxitos ha dado desde la segunda guerra mundial del siglo XX.