Racismo
Algo encontrarán
“Esta furia iconoclasta, como todas las furias, se lleva por delante cosas que no tienen nada que ver con este movimiento legítimo"
ATENCIÓN AL LECTOR: este texto contiene un tratamiento ambiguo de cuestiones referidas al sexo, al género, a la raza o a la religión de las personas. Invita a la crítica y a la reflexión individual y atenta contra las bondades del pensamiento mayoritario. ALTAMENTE CUESTIONABLE.
EL GOBIERNO.
No voy a hablar de racismo, creo que realmente no puedo hacerlo. Es decir, obviamente no soy racista y estoy en contra de cualquier tipo de discriminación por cualquier motivo. Pero como soy un chico blanco en un país mayoritariamente blanco no he recibido ninguna muestra de racismo en mi vida ni tampoco he asistido a ninguna, afortunadamente, por lo que creo que jamás entenderé esta lacra en su auténtica dimensión. Supongo que también por eso nunca le he dado mucha importancia a mi raza. A las demás tampoco pero me refiero específicamente a que nunca he sentido la mía amenazada para que tenga que refugiarme en ella y defenderla como parte de mi identidad. Es cierto que tampoco he militado en ningún movimiento pero porque ninguno ha llegado a convencerme. Y claro que soy consciente de que existe el racismo diario, aquí y en casi todo el mundo, y siempre estaré en contra.
De lo que sí me veo capaz de hablar, y no tiene nada que ver con la raza, es de esta furia iconoclasta que, como todas las furias, se lleva por delante cosas que no tienen nada que ver. Me rechina ver cómo este movimiento legítimo desvaría y provoca la retirada de una película como «Lo que el viento se llevó» o una serie de humor como «Little Britain» aunque no sea un gran fan de ninguna de los dos. Tengo la sensación de que esto ya lo he vivido antes. Personas, grupos, empresas, series o programas de televisión que son despedidas, humilladas, boicoteadas, canceladas o retiradas tras acusaciones retorcidas y malinterpretadas o críticas por asuntos de un tiempo demasiado distante para que haya reproches. Otra vez un movimiento que persigue un buen fin se ve envenenado por los que se pasan de frenada y caen en lo mismo que lo que persiguen. Los radicales más fanáticos, que suelen ser los más ignorantes, aprovechan para cercenar libertades y enfrentar a bandos imaginarios por motivos absurdos. El mejor alegato de superación y trabajo, soportando racismo constante, es de la propia actriz de la película.
Y la cosa se extiende y afecta a las estatuas de Colón y de casi todos los conquistadores españoles, incluso a figuras como Churchill y un largo etcétera. No diré que me siento orgulloso –de lo único que se puede sentir uno orgulloso es de su familia y de sus amigos me dijo un día un buen amigo- pero sí admiro profundamente las gestas de Colón, los Reyes Católicos, Hernán Cortés, Guzmán el Bueno, Bernardo de Gálvez, Viriato, Cabeza de Vaca, Ponce de León o tantos otros. Y por mucho que haya muchos que lo pretenden, eso no me convierte en un racista. Primero porque no lo soy pero también porque soy capaz de admirar el arrojo, la voluntad indoblegable y el espíritu de aventura de estos hombres y no ocultar las atrocidades que cometieron, que sin duda lo son a día de hoy pero no así en su momento. No me gusta que nadie venga a tumbar estatuas de personas que han forjado la cultura española, hispana en su versión global, que ha dado tanto bueno al mundo. Ni ninguna otra.
Si nos ponemos en este plan aquí no queda títere con cabeza. Los griegos eran unos pedófilos, los romanos eran unos genocidas y los musulmanes unos machistas pero asimilamos, aceptamos y desarrollamos su filosofía, su derecho y su ciencia. Y así desde el inicio de los tiempos hasta ahora mismo. Porque si seguimos la tendencia absurda de explicar y contextualizar llegará un día en el que se impongan notas aclaratorias en todo para asegurarse de que el lector no piense demasiado o se eche a llorar por alguna insoportable ofensa –nótese la ironía– como la broma con la que me he permitido empezar esta columna. Mientras tanto, estos arrebatos de prohibición en lugar de convicción permiten que el verdadero motivo contra el que se lucha siga existiendo bajo todo el ruido.
El humorista estadounidense y afroamericano Dave Chapelle explica en uno de sus últimos monólogos en relación a la caída en desgracia de varias celebridades que «lo peor sois vosotros, la audiencia que os reís conmigo. Creo que no he hecho nada malo pero ya veremos, algo encontraréis para hundirme».
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