"Méritos e infamias"

Arrancar el reloj

“Si queremos salir de este atolladero hay que apostar por la vacunación, por una gestión política realmente eficaz y por el sentido común”

EFE/Carlos Ramírez
EFE/Carlos RamírezCarlos RamírezEFE

En un monasterio japonés el terremoto de 2011 acabó con el habitual compás de las horas de un reloj de pared. Sus moradores, los monjes, encontraron el aparato entre los escombros pero no lograron volverlo a poner en marcha por mucho que trataron de arrancar su ignoto mecanismo. Entre las cuatro paredes de la vida monástica, la rutina salva de la locura junto con la oración. Todo está reglado para que las horas convivan con la monotonía de un tiempo desgajado del acelerón de la vida cotidiana. Pese a ello, en lugar de tirarlo a la basura, el monje lo colgó de las nuevas paredes a la espera de que sucediera algo, aunque los budistas no creen en los milagros. Casi una década después, otro seísmo lo volvió a poner en marcha y ahora las agujas marchan como si nunca hubieran estado congeladas en el tiempo. Cosas del «karma». Esos diez años, para su microuniverso relojero, no han tenido lugar jamás, simplemente no han sucedido. Así, de la manera más razonable, aunque nos cueste trabajo entenderlo. Ahora que las vacunas, mal que bien, comienzan su distribución esperamos con ansia que el reloj de nuestra vida se ponga en marcha de nuevo para que este paréntesis trágico se convierta sólo en un vacío al que volver la vista para recuperar nuestra vida habitual. Si queremos salir de este atolladero hay que apostar por la vacunación, por una gestión política realmente eficaz y por el sentido común. No habrá otra ocasión como la del terremoto japonés ni más relojes que resistan así ni la ausencia del tiempo ni otro seísmo que los cure por paciente que haya sido para el cacharro nipón. Como los budistas, no estoy hecho de pasta milagrera ni tampoco creo en los terremotos.