"Letras atlánticas"
La jaula se ha vuelto pájaro
“Alejandra Pizarnik crea un universo poético espectral, una oscuridad luminosa y un lenguaje único y diminuto”
Este verso a la libertad es de Alejandra Pizarnik. Nació un 29 de abril y se suicidó a los 36 años, en 1972. Es una de las poetas más espléndidas en nuestro idioma y escribo esta página para que no la olvidemos.
Hija de inmigrantes judíos en Argentina, de apellido Pozharnik, pero los inmigrantes suelen perder su apellido original según lo que apunta el agente del puerto de llegada. Sus padres se salvaron del Holocausto y salvo una tía materna y un hermano del padre, los demás integrantes de las dos familias fueron asesinados en los campos de concentración.
Desde la infancia, la relación de Alejandra con la muerte es familiar y continua. Crea un universo poético espectral, una oscuridad luminosa y un lenguaje único y diminuto que la convierte en una poeta eterna. Hay en su poesía un lazo íntimo con Federico en la ternura descarnada, la premonición de la muerte, las heridas de amor.
Creo que su momento más radiante es la década del 60, entre 1958 y 1968. Se relaciona con los surrealistas en París, encuentra en Isidore Ducasse una especie de alma gemela y dos grandes poetas, Julio Cortázar y Octavio Paz, leen en ella una voz brillante. Paz escribe el prólogo de Árbol de Diana, uno de los libros más espléndidos de Alejandra: «el árbol de Diana es transparente y no da sombra. Tiene luz propia, centelleante y breve. (…) colocado frente al sol, el árbol de Diana refleja sus rayos y los reúne en un foco central llamado poema, que produce un calor luminoso capaz de quemar, fundir y hasta volatilizar a los incrédulos. Se recomienda esta prueba a los críticos literarios de nuestra lengua». Octavio Paz, París, abril de 1962.
Octavio presiente que el lenguaje desnudo y el clamor breve de Alejandra no serán fáciles para los «críticos y expertos» que prefieren los monumentos, los mármoles y los mamotretos al suspiro, el corazón y la verdad.
En esa década, Alejandra publica otros dos libros esenciales: Los trabajos y las noches, en 1965, con ese fondo cervantino que bebe Pizarnik de Viaje del Parnaso y del poeta que «siempre trabaja y se desvela». Una cita de Cervantes, «canta, lastimada mía», es epígrafe de su poema Pido el silencio. En 1968 publica «Extracción de la piedra de locura», mientras sigue su lucha contra los fantasmas mentales que la acercan más y más al suicidio.
Pero quiero volver a 1958, al libro emblema: «Las aventuras perdidas», cuando Alejandra abre la jaula: «Yo no sé de pájaros, / no conozco la historia del fuego./ Pero creo que mi soledad debería tener alas». El poema se llama La carencia porque Alejandra vive de carecer. Carece de amores, de abrazos, de contacto real con la vida. Vive la intemperie, el miedo, el vacío. Y justo en ese momento, escribe un Himno, el cántico tembloroso de la esperanza.
Alejandra escribe y firma el miedo, el vértigo de cantar cuando la jaula se vuelve pájaro. Hubo años para escucharla, pero quizás aquel tiempo no estaba preparado para sus palabras. El poema se llama «El despertar». Ojalá despertemos y aprendamos a escuchar a tiempo.
Señor/ La jaula se ha vuelto pájaro/ y se ha volado/ y mi corazón está loco/ porque aúlla a la muerte/ y sonríe detrás del viento/ a mis delirios.
Qué haré con el miedo/ Qué haré con el miedo (…)
Señor/ El aire me castiga el ser./ Detrás del aire hay monstruos/ que beben de mi sangre.
Es el desastre/ Es la hora del vacío no vacío/ Es el instante de poner cerrojo a los labios/ oír a los condenados gritar/ contemplar a cada uno de mis nombres/ ahorcados en la nada (…)
Señor/ He consumado mi vida en un instante/ La última inocencia estalló/ Ahora es o nunca jamás o simplemente fue (…).
¿Cómo no me extraigo las venas/ y hago con ellas una escala/ para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final/ Todo continuará igual/ Las sonrisas gastadas/ El interés interesado/ Las gesticulaciones que remedan amor/ Todo continuará igual.
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo/ porque aún no les enseñaron/ que ya es demasiado tarde (…).
Señor/ La jaula se ha vuelto pájaro/ y ha devorado mis esperanzas.
Señor/ La jaula se ha vuelto pájaro/ Qué haré con el miedo.
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