"Méritos e infamias"

Girasoles decrépitos

“Me espeluznan estas plantas cuando entran en este momento de deterioro, cuando muestran lo poco que les queda del lustroso amarillo que tuvieron hace pocas lunas”

Campo de Girasoles en Valladolid
Campo de girasoles en ValladolidSalasAgencia EFE

En algún momento nos hemos olvidado del peso de la fugacidad del tiempo, a lomos como vamos de esta locomotora loca sin conductor que no lleva hacia la nada. Solo unos pocos días han pasado desde que con el sol en la cumbre de nuestro cielo dábamos la bienvenida al verano y felicitábamos a San Juan. Nada queda ya de aquello, puede pensarse, aunque todavía nos queden por gastar muchas noches de terrazas, cielo abierto y mar. Sin embargo, los girasoles comienzan a estar mudos y miran a la tierra de la que salen como condenados a la horca. Me espeluznan estas plantas cuando entran en este momento de deterioro, cuando muestran lo poco que les queda del lustroso amarillo que tuvieron hace pocas lunas. No es extraño que muchos territorios de la Europa del Este donde tantas barbaridades cometió el hombre se plantaran con ellas para borrar todo el mal que cubrían sus raíces. Nuestros girasoles del verano, como nuestro optimismo, tratan de tapar toda la carga de la miseria moral que nos ha atenazado en estos meses de podredumbre política. Además de la pandemia, los ciudadanos nos hemos merendado con las peores intervenciones, con las últimas traiciones, las sangrantes puñaladas traperas dentro de tu propio partido, con la utilización partidista de las instituciones. A la vuelta de septiembre, con todo por estrenar como en los tiempos escolares, volveremos a girar la rueca de la desesperación hasta el próximo verano cuando vuelvan a aparecer las decrépitas figuras de nuestros girasoles.