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Adela Muñoz: «El calificativo de bruja sigue siendo una condena a muerte casi segura»

La escritora y catedrática continúa su búsqueda de mujeres extraordinarias con un libro sobre la caza de brujas en Europa

La escritoria y catedrática de la US Adela Muñoz, en una imagen tomada en las Setas de Sevilla
La escritoria y catedrática de la US Adela Muñoz, en una imagen tomada en las Setas de SevillaKiko Hurtado

La curiosidad de Adela Muñoz Páez (Sevilla, 1958) no tiene límite, especialmente si se trata de restituir a las mujeres al lugar de la historia que les corresponde. Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla, ella misma se ha convertido en un referente de éxito en el campo científico y en la divulgación, a través del teatro y la literatura. En esta última, ha escrito un nuevo capítulo con el ensayo «Brujas» (Debate): «Quería saber por qué se inició esta locura y quiénes eran». De las 60.000 ejecuciones que se calculan en toda Europa en la Edad Moderna, solo se han hallado testimonios escritos de dos de ellas, la granadina Elena de Céspedes y la germana Jacoba de Felicie de Almania. «Yo buscaba un porqué único, que me diera todas las claves, pero no hay uno, hay muchas posibles causas y lo que subyace en todo esto es la misoginia».

¿Las mujeres destacadas han sido muy excepcionales o nos hemos enterado de muy pocas?

Han sido borradas de las historia las que han hecho contribuciones. Esas mujeres excepcionales lo fueron por su inteleigencia, por su voluntad y por su tesón, y por tener hombres muy cerca que creyeron ellas, y que eran muy excepcionales también. Lo que he descubierto con «Brujas» es la poca relevancia de las mujeres, que incluso para ser acusadas había que asociarlas con un ente masculino como era el demonio. Ni siquiera tenía entidad para ser culpables. Berlanga decía que consideraba que la mujer es un ser superior y que no las entiende, pero creo que en general en sus películas no las trata bien. Los hombres a lo largo de los milenios no han podido asimilar el poder de las mujeres: el poder de seducción, el poder de dar a luz, y las han intentado sojuzgar para conjurar sus propios temores.

Se ha dibujado siempre como un enfrentamiento.

Las mujeres mismas estaban convencidas de su irrelevancia, de su estatus inferior y lo que me maravilla es que estando tan pisadas hubiera tantos hombres tan inteligentes dedicando esfuerzos y libros a denostarlas.

Había mujeres a las que se trataba como locas.

También era una forma de encasillar a las que tenían un comportamiento heterodoxo por cualquier motivo: porque eran pobres, porque estaban solas, eran viejas o tenían alguna alteración mental.

¿Cómo llega a esas «brujas»?

Esto viene del veneno (su libro donde relata la historia de esas sustancias), de ahí salieron las sabias y las brujas quedaron atrás. Quería encontrar sus voces, pero no están porque eran analfabetas. Está el caso deslumbrante de Elena de Céspedes (Granada), que sí escribió para defenderse y eso está registrado en los anales de la Inquisición, y de Jacoba Felicie de Almania, que habló para defender su derecho a trabajar como médica. Estas mujeres acusadas de brujería son de las únicas que hay una relación de su voz. Elena Céspedes se define como hermafrodita porque estaba acusada del pecado nefando, que estaba penado con la muerte, por tener relaciones homosexuales. Era hija de una esclava, una mujer sin formación, sin pedigrí, con un aspecto diferente. Ella fue sastra, soldado y luego cirujana y tiene el título del protomedicato instaurado por Felipe II. Lo que pasa es que se casó con una señora.

¿Pero se pudieron casar?

Ella se casó como si fuera hombre. Hubo diez personas que certificaron que era hombre, pese a que había parido. Estas personas cuando se vieron descubiertas dijeron que los embrujó. Tenía que ser fascinante porque fascinó a muchas mujeres y se casó con una chica joven cuando ya tenía 40 años. En los interrogatorios de los inquisidores, cuando le preguntaban cómo era el miembro de él, ella decía que no miraba.

Todo el mundo tiene una leve idea de lo que es la caza de brujas, pero no de su alcance: en el libro habla de 60.000 víctimas en Europa, como poco.

Las investigaciones catalanas se han descubierto hace muy muy poco. Allí hay una tesis doctoral de Pau Castell y ya van 400 ejecutadas perfectamente documentadas. Lo que pasa es que fue por los tribunales locales porque ellos no admitían la autoridad de los tribunales de la Inquisición.

¿Era tan salvaje como suena?

En la mayor parte de los sitios las quemaban vivas, para la purificación, porque eran una encarnación del diablo. Aquí, en España, exceptuando Cataluña, hubo treinta ejecuciones por brujería (de 12 millones de habitantes). En Alemania estamos hablando de 25.000. He visto los comentarios elogiosos de los historiadores desde hace un siglo diciendo cómo España fue una isla al margen de la locura de la caza de brujas gracias a la Inquisición.

La Inquisición tuvo otras persecuciones...

Persiguió a los judíos, los erradicó del suelo patrio; persiguió a los protestantes; persiguió a los moriscos y persiguió a los intelectuales. Nadie que se atreviera a pensar por su cuenta estaba fuera de la Inquisición. Bueno, a santa Teresa, a fray Luis de Granada, a fray Luis de León... es que persiguió a tantísima gente. A las brujas no porque en España hemos sido muy escépticos.

En las manifestaciones del 8M se ven pancartas que dicen «somos las hijas de las brujas que no pudisteis quemar». Ahora usa la palabra bruja como empoderamiento.

Tengo ocho libros de brujas publicados en los últimos tres o cuatro años en ese sentido, como icono feminista en el primer mundo. Si te vas al África subsahariana o a América Central el calificativo de bruja sigue siendo una condena a muerte casi segura. Yo no era consciente: se sigue asesinando a miles de personas hoy en Centroamérica por la influencia del vudú ; en el Sudeste asiático o en el África subsahariana. Esa mentalidad mágica, que en Europa desapareció con mucho esfuerzo en la Ilustración, se sigue cobrando muchas víctimas. Eso no está en ninguna agenda de nadie.