Opinión
Andalucía tiene una oportunidad en Europa
Mario Gallego, Profesor de Comercio Internacional y asesor empresarial, apuesta por retomar posiciones de liderazgo industrial dentro de España
El crecimiento registrado en la región el último trimestre podría ser el primero de muchos si los actores económicos andaluces saben aprovechar la oportunidad de la slowbalization.
Denominada así por el Fondo Monetario Internacional (del inglés slow -lento o más despacio- y globalization -globalización-), la slowbalization es la progresiva ralentización de la globalización que surgió tras la crisis financiera de 2008. Desde entonces se ha reducido la apertura comercial internacional, impulsando tensiones comerciales y geopolíticas tan significativas como los aranceles entre EEUU y China de la era Trump.
A este fenómeno, y en plena ola de ruptura de acuerdos comerciales, se han sumado la pandemia del Covid en los años 2020 y 2021 y la guerra de Ucrania desde el año pasado, dos hechos que han demostrado el riesgo de depender de fábricas a miles de kilómetros de distancia para obtener productos básicos o de países poco confiables para productos sensibles como la energía, con consecuencias tan negativas como la desbocada inflación actual.
Esta situación está provocando la transición desde una globalización mundial hacia una globalización regionalizada donde los distintos actores económicos buscan que la actividad comercial se lleve a cabo fundamentalmente con países vecinos y aliados que ofrezcan cercanía y garantías en la producción y entrega.
En este contexto es donde la comunidad andaluza puede y debe dar un paso al frente.
Tras muchos años de estrategia de competitividad global basada en la reducción de costes, Andalucía ha ganado competitividad en el contexto español y europeo mejorando la cuota exportadora. De hecho, en comparación con las economías europeas, la caída del indicador de costes en Andalucía sólo se ha visto superada en los últimos años por la producida en Grecia, como indican los datos ofrecidos por la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea a través de AMECO, su base de datos macroeconómica.
De esta manera, el coste laboral por hora en Andalucía se encuentra en 20,6€, sólo por encima de Portugal con 16,1€/hora y la citada Grecia con 14,5€/hora si no tenemos en cuenta a los países del este.
Sin embargo, por una parte, dicha reducción de costes se debe a la disminución de la población empleada o aumento del desempleo, al descenso de los salarios y, posteriormente, a la intensificación de los ritmos productivos de la población empleada, lo que provoca que esta estrategia de devaluación interna tenga un recorrido muy limitado y doloroso para el poder adquisitivo andaluz. Y, por otra parte, la disminución de los costes durante la globalización nunca fue suficiente para superar la competencia de regiones emergentes como el mercado asiático, con una regulación laboral mucho más laxa.
En el contexto actual, donde variables como la proximidad geográfica y la buena relación política con la región productiva se convierten en factores decisivos, es donde la realidad andaluza podría convertirse en una ventaja comparativa frente al resto de Europa y, por ende, una oportunidad para su posicionamiento como región donde ubicar la fabricación de productos para Europa y sus aliados.
Tanto es así que actualmente el resto de las regiones españolas están llevando a cabo procesos de reducción de costes similares, con la excepción del País Vasco, según el informe de competitividad de la economía andaluza emitido por la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA).
Aprovechar esta oportunidad pasa por la demasiadas veces nombrada necesidad de desarrollar una industria productiva que huya del carácter extractivo, periférico y especulativo de antaño, y que se oriente hacia la inversión y la cultura empresarial con especialización en productos de gama media alta y con mayor valor añadido.
Reconociendo el papel estratégico del turismo, industrializar Andalucía debería ser el eje de las decisiones empresariales privadas y las políticas públicas. Cabe destacar que Andalucía no se industrializa per se, que las políticas públicas contribuirán a ello o a lo contrario, pero será el entorno empresarial el que estratégicamente apueste por la industria en Andalucía o no. Es ahí donde tanto el sector público como el privado andaluz deben ser conscientes de la oportunidad que supone la coyuntura económica actual para trabajar juntos por el ansiado enganche de la economía andaluza a nivel nacional y europeo.
Esta colaboración de los actores económicos andaluces públicos y privados respaldados con inversión productiva ya ha demostrado su capacidad de liderazgo nacional y su competitividad a nivel internacional con ejemplos tan destacables como son el sector aeronáutico y aeroespacial con eje central en Sevilla-Cádiz, los astilleros de la provincia de Cádiz y el parque tecnológico de Málaga, antiguo Parque Tecnológico de Andalucía.
El sector aeronáutico y aeroespacial en Andalucía es uno de los principales centros de Europa y único de España que dispone de una línea de ensamblaje final de grandes aviones como el A400M. Además, gracias a la mencionada colaboración público-privada, acogerá la sede de la Agencia Espacial Española en Sevilla y ha sido nombrada Capital Europea del Espacio 2024.
Los astilleros de la empresa pública Navantia en Cádiz cuentan con un total de 17.000 puestos de trabajo para los próximos años entre empleos directos e indirectos gracias a los contratos adjudicados para la fabricación de cinco corbetas a Arabia Saudí, tres buques logísticos para Reino Unido, un patrullero para Marruecos, seis buques por confirmar para Angola y cuatro para la armada española.
Y el parque tecnológico de Málaga (Málaga Tech Park) que cuenta con 624 empresas instaladas con más de 22.000 empleados y que facturan de forma agregada 2.300 millones de euros. Constituye la sede de las asociaciones nacional e internacional de parques científicos y la coordinación de la Red Iberoamericana de Parques Científicos y Tecnológicos.
A estos ejemplos cabría añadir, como recordatorio, la extraordinaria posición geoestratégica de la región, la penetrabilidad costera de más de 1000 km. y la nueva conexión con la Red Transeuropea de Transporte (RTE-T) que se está llevando a cabo a través de la provincia de Granada.
Indudablemente, Andalucía y sus actores económicos cuentan con una oportunidad única para la inversión empresarial y para la industrialización, que sitúen a la comunidad en niveles competitivos como los que ya contaba Sevilla en 1930 (cuando tenía más de 200 fábricas) o Málaga en 1850, época en la que era conocida como la segunda ciudad industrial española.
¿Seremos capaces como región de aprovechar esta circunstancia para retomar posiciones de liderazgo industrial dentro de España y posicionarnos en la fabricación de productos con alto valor añadido a nivel nacional e internacional? Si se aprovechan los vientos del mercado, los datos soplan a favor de esta corriente.
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