
Entrevista
María Jesús Cortés: «El flamenco es un lugar al que siempre volver, del que siempre quiero beber»
Conocida como «la Lola Flores de Puente Genil» acaba de lanzar «A cal y canto», un viaje sonoro que cruza fronteras

Toca el piano, rasga la guitarra, baila, canta, compone y sonríe con ese pellizco andaluz que no se enseña: se nace con él. Le llaman «la Lola Flores de Puente Genil», y lejos de rehuir el apodo, lo honra con arte propio. Maestra de formación – es profesora de música de la Junta de Andalucía y ha impartido claves en varias provincias de la comunidad– y artista de vocación, María Jesús Cortés acaba de lanzar su primer disco, «A cal y canto», un viaje sonoro que cruza fronteras y vuelve siempre al compás de su tierra. Una flamenca con la cabeza muy bien amueblada.
Te llaman la Lola Flores de Puente Genil, vaya una responsabilidad.
(Ríe) Pues sí, lo es. No hay otra como Lola, eso está claro. Pero si alguien ve algo de ella en mí —en la fuerza, en el temperamento, en las ganas— lo recibo con gratitud. Porque Lola era puro arte y puro carácter. Yo soy María Jesús, claro, pero lo flamenco y lo femenino me atraviesan igual.
Como a la Faraona, no te hace falta carné de artista… pero tú vienes con papeles: conservatorio, universidad y muchas horas de aula. ¿Qué pesa más, lo aprendido o lo vivido? ¿El compás o el diploma?
Bueno, pues yo creo que todo tiene un peso. Es tan importante la formación como la experiencia en la vida. Todo se complementa. Todo puede tener su importancia, su lugar. Hay cosas que se aprenden más en la vida que en la escuela, y otras que, al haberlas aprendido en la escuela, nos facilitan la vida.
De pequeña estudiaste piano, de mayor abrazaste la guitarra, y por el camino se te metió el baile en el cuerpo. ¿Qué es lo que más manda en ti: las manos, los pies o la voz?
La voz… y el cuerpo entero cuando bailo. El piano me dio la disciplina, la estructura. La guitarra me trajo de vuelta a casa, a lo que había mamado de chica con mi madre. Y el baile fue un descubrimiento tardío pero definitivo, casi como una revelación. Me encontró en Aroche, en plena Sierra de Huelva, y desde entonces no me ha soltado. Cuando bailo, siento que todo habla: los pies, la espalda, las manos, hasta la mirada. Es como si mi cuerpo entero se volviera instrumento. La voz es lo que más me duele y más me salva. A veces digo que no sé si canto porque siento o si siento porque canto.
Y «si te dan a elegir»… ¿tiras más por cantaora, instrumentista, bailaora o compositora?
Mis instrumentos son mi voz y mi cuerpo. La guitarra y el piano me acompañan para cantar o componer, pero mi canal de expresión es el cuerpo. No sabría elegir entre el canto y el baile. A los dos los necesito, prácticamente por igual, creo.
No me puedo definir en una sola disciplina. También me gusta escribir mis letras y crear melodías. Lo voy haciendo todo según me viene, según el momento. Estudio muchos estilos de música, pero sobre todo de raíz. Y aunque canto muchas cosas de otros artistas, yo quiero crear lo mío, contar lo que vivo y siento con mis creaciones, a mi manera.
Tu disco se llama A cal y canto. ¿Qué encierra ese título?
Ese título para mí significa muchas cosas, pero lo más importante es que esta expresión, bastante común en Andalucía, fue el impulso para materializar y cerrar este proyecto de una vez por todas. A cal y canto me lleva a mis raíces. Además, este disco lo he creado en una casa de cal.
Has compuesto rumbas, bulerías, bossanovas, rezos afrocubanos… Chiquilla, ¡es que le pegas a todos los palos!
Quizás toda esa mezcolanza sea fruto de tantas culturas y lugares vividos.
Además de por medio mundo, pasaste por Huelva, Granada, Sevilla… hasta llegar a Jerez. ‘El Vaticano’ del flamenco, kilómetro cero. Tras tu primer disco, de sus sonidos y acentos… ¿hacia dónde te llevan los aires del compás? ¿Qué te queda por pisar y vivir?
He tenido la suerte, por mi trabajo, de vivir temporadas en las cunas del flamenco: Triana, Sacromonte y Jerez. El flamenco es un lugar al que siempre volver, del que siempre quiero beber. Pero también tengo inquietud, y viajar me ha hecho sumergirme en otras expresiones artísticas que ya son parte de mí. Ahora quiero ir más atrás del flamenco. Me interesan las melodías árabes y balcánicas pero los aires del compás siempre me agarran a mi tierra, Andalucía.
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