Actualidad

Cáncer

Montserrat Gomendio: «Hay que elegir: vives con miedo o ves el vaso medio lleno»

La Directora del Centro de Competencias de la OCDE notó una dureza en 2006 y, en ese momento, «me adentré en un túnel de final incierto». Hoy no queda rastro del tumor

Foto: Fernando Pérez
Foto: Fernando Pérezlarazon

La Directora del Centro de Competencias de la OCDE notó una dureza en 2006 y, en ese momento, «me adentré en un túnel de final incierto». Hoy no queda rastro del tumor

No tenía antecedentes familiares, ni conocía a nadie cercano al que le hubiera ocurrido algo similar, tampoco se le había pasado nunca por la cabeza que pudiera sufrir cáncer de mama. Había acudido a sus revisiones puntualmente hasta que un día notó una dureza en el lateral de uno de sus pechos. Entró en la consulta del médico pensando que sería cuestión de cinco minutos, hasta que percibió su cara de preocupación. «Me dijo que me tenía que hacer un montón de pruebas. Desde ese momento me adentré en un túnel de final incierto, del que no salí hasta pasado un año y convertida en una persona completamente diferente».

«Sentí mucho miedo. No era capaz de pronunciar la palabra cáncer y es algo que he tardado años en superar. Cuando explicaba lo que me ocurría, empleaba toda clase de sinónimos y me parecía que la gente me miraba con horror y que pensaban en su interior: ''¡Pobrecilla!''»

Montserrat Gomendio sufrió cáncer de mama hace más de diez años, en 2006, con 45. Entonces trabajaba en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y no contó a casi nadie por lo que estaba pasando porque «siempre he sido muy reservada para mis temas privados». Hoy quiere dejar claro que es la primera entrevista que concede a un medio de comunicación para contar con detalle un tema tan personal de su vida. «Lo hago porque me ayudó mucho conocer la experiencia de otras mujeres y espero que mi testimonio sea útil para aquellas que puedan estar viviendo algo similar a lo que pasé», cuenta la ex secretaria de Estado de Educación desde París donde vive junto a su esposo, el ex ministro de Educación José Ignacio Wert. Allí trabaja como directora del Centro de Competencias de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

«Soy una persona directa –prosigue –, así que pedí al médico que me hablara claro. Me dijo que tenía un tumor preocupante, muy grande, y que tenía que empezar inmediatamente con la quimioterapia porque estaba por encima del límite que se consideraba grave. Aún así, me dijo que las posibilidades de supervivencia eran altas, del 80%. Pero no dejas de considerar que existe un 20% de probabilidades de no superarlo». Entonces, decidió no consultar internet y fiarse plenamente de su oncólogo.

¿En qué pensó cuando le dijeron el diagnóstico? «Se para el tiempo. Lo que te preocupa pasa a un segundo plano, tus prioridades son básicas y muy pocas. Durante todo el tratamiento tuve muy presente, casi como una obsesión, que tenía que sobrevivir por mis hijos, que en ese momento tenían 12 y 13 años. Incluso iba a realizarme las pruebas advirtiendo de esa circunstancia, como si eso fuera a influir en el resultado... Ellos me necesitaban y no importaba lo duro que fuera el tratamiento».

Gomendio cuenta que siempre pidió que le prescribieran un medicamento que asegurase su supervivencia. Así que estuvo seis meses recibiendo quimioterapia, luego se sometió a una mastectomía radical, después llegó la radio y otros cinco años de tratamiento hormonal. Hoy no queda resto de células cancerígenas en su organismo.

Reconoce que una de las cuestiones más difíciles de encajar psicológicamente durante el proceso es que «cuesta creer que te estás curando cuando cada vez te debilitas más con el tratamiento». A medida que avanza el proceso, se va cayendo el pelo y «vas viendo cómo cambia tu cuerpo: pierdes peso, te salen pupas en la boca...», después vino la mastectomía y la posterior reconstrucción. «Quien tenga que pasar por esto, que sepa que es normal», afirma dirigiéndose a las lectoras que puedan pasar por el mismo proceso. «Yo me puse en modo guerrera, porque debes elegir: vivir con miedo toda tu vida o ver el vaso medio lleno. El cáncer hizo que empezara a vivir una nueva vida, hizo que me reconstruyera física y psicológicamente. Sentí muchas ganas de vivir y me dio valentía para dar un giro de 180 grados a mi vida». Por ello, «agradezco infinito a aquellos que me apoyaron en esos duros momentos. Los que no, ya no están a mi lado».