Salud

Dra. Mª Carmen García Torrejón: “La “UCI sin paredes” nos permite anticiparnos al empeoramiento”

Jefa Servicio de Medicina Intensiva Hospital Universitario Infanta Elena (Valdemoro)

Esta herramienta permite identificar a los adultos graves y potencialmente graves en cualquier área del hospital | Jesús G. Feria
Esta herramienta permite identificar a los adultos graves y potencialmente graves en cualquier área del hospital | Jesús G. Ferialarazon

Jefa Servicio de Medicina Intensiva Hospital Universitario Infanta Elena (Valdemoro)

1. ¿Qué es una unidad de cuidados intensivos (UCI) «abierta» y una UCI «sin paredes»?

No podemos confundir «UCI sin paredes» con el término «UCI de puertas abiertas», que hace referencia a la flexibilidad en el horario de visita y otros aspectos del Plan de Humanización actual que existen en muchas de estas unidades a nivel nacional, incluida la del Hospital Universitario Infanta Elena (HUIE). Así, una UCI «sin paredes» es un sistema de vigilancia (búsqueda y seguimiento) que se aplica a los pacientes ingresados en el área de hospitalización de un centro hospitalario y que nos permite identificar de forma precoz al paciente en riesgo de deterioro clínico fuera de la UCI para que pueda ser valorado de forma inmediata por un equipo médico de respuesta extraUCI («mirando fuera de la UCI»). Para ello disponemos de una herramienta informática propia, esto es, un sistema de alerta, que se ha desarrollado y que incluye: datos analíticos de ámbito hospitalario y datos de situación clínica, mediante el uso de sistemas de monitorización clínica a distancia muy desarrollados.

2. ¿A qué pacientes se aplica?

l, exceptuando aquellos con orden explícita de limitación de tratamiento de soporte vital (LTSV), pacientes con enfermedad terminal en tratamiento paliativo y a los pediátricos.

3. ¿Qué ventajas tiene este sistema?

En primer lugar, nos permite identificar de forma precoz a los pacientes graves en cualquier área del hospital y, sobre todo, actuar en las fases iniciales de la enfermedad antes de que el deterioro clínico esté ya establecido. Por otro lado, nos permite que la atención del paciente grave, si bien está centrada en la UCI, pueda extenderse más allá de ella, siendo un proceso continuo durante toda la hospitalización, de forma que podemos transformar el flujo de entrada o ingreso a la UCI, y pasar de un canal urgente, posiblemente tardío, a una actividad más programada y precoz.

4. ¿Y cuáles han sido los principales retos con los que se ha encontrado?

El reto más importante es el reconocimiento temprano de estos enfermos, en situación de riesgo, que no siempre es fácil por diferentes motivos, entre los que cabe resaltar: el insuficiente entrenamiento del personal sanitario en el paciente crítico; el reconocimiento tardío de los signos y síntomas de alarma; la frecuente infravaloración de la condición clínica del enfermo; el retraso en la toma de decisiones diagnósticas y/o terapéuticas o incluso la demora de la solicitud de un conveniente asesoramiento clínico por parte de otros profesionales. El segundo reto ha sido aceptar al médico intensivista como la figura hospitalaria mejor formada y entrenada, no sólo para el reconocimiento temprano de la gravedad y la visión integral del paciente, sino también por su capacidad de tomar decisiones clínicas de forma rápida. Y quizás el último reto, es intentar mejorar la gestión de los cuidados críticos en sí mismos, sobre todo, la eficacia (disminuyendo la mortalidad y morbilidad hospitalaria) y eficiencia (reduciendo la estancia así como los costes).

5. ¿Cómo valoran hasta ahora la experiencia en el hospital?

El HUIE tiene en marcha este sistema de detección del paciente en riesgo desde el pasado mes de febrero y la experiencia de los profesionales hasta el momento actual ha sido muy positiva, pues se ha conseguido, con esa atención clínica más anticipada de aquellos enfermos en situación de riesgo, no sólo mejorar la calidad asistencial, sino también enfatizar en nuestro día a día en el hospital, en la actividad asistencial hacia la detección precoz del paciente grave y, de esta forma, favorecer el curso clínico y el pronóstico de la enfermedad.

6. ¿En qué situaciones ha visto que resulta más útil?

Sin duda, el seguimiento de los pacientes que han sido dados de alta de UCI, los que denominamos «pacientes frágiles» y que, en la fase inicial de su estancia en planta de hospitalización, supone un importante escalón asistencial, el pasar de una vigilancia intensiva a una convencional.

7. ¿Qué cambios han sido necesarios aplicar para implementarla?

En principio, supone una innovación en la gestión del servicio de Medicina Intensiva con un cambio estructural y cultural, por parte de todo el equipo de UCI. Se entenderá que es una cuestión de personas, de equipo y de apoyo tecnológico, y aquí me gustaría agradecer al equipo de Tecnología de la Información y Sistemas del centro, su colaboración y el apoyo recibido. También ha sido necesario un clima de colaboración de las direcciones del centro (médica y de enfermería) y de los profesionales de los diferentes estamentos y especialidades que, sin lugar a duda, han apostado por ello.

8. ¿Cómo han recibido los pacientes esta iniciativa?

En el momento actual no disponemos de datos a este respecto, pero sí podemos afirmar que la herramienta nos ha permitido llevar a cabo una atención clínica más anticipada de todos los pacientes detectados por el sistema de alerta, y adecuar el esfuerzo terapéutico para aquellos que su ingreso en UCI hubiera supuesto el inicio de tratamientos desproporcionados sin ningún tipo de beneficio para ellos (tratamiento fútil).

9. ¿Sabe si se va a extender esta experiencia a otros hospitales?

Estoy segura de que así va a ser en corto periodo de tiempo, pues la «UCI del futuro» apuesta por la humanización, que incluye la UCI de puertas abiertas (flexibilidad de horario...), sin paredes (servicios externalizados de la UCI «sin paredes») y, sobre todo, por la «UCI inteligente».

10.Con ella, ¿se ha aumentado o reducido el número de pacientes?

Sin lugar a duda, nos ha permitido reducir el número de ingresos al anticiparnos al empeoramiento crítico de un paciente hospitalizado, y también la mortalidad asociada al ingreso tardío –cada hora de retraso en el ingreso en UCI se asocia a un incremento de aproximadamente un 1,5% de riesgo de fallecimiento y, además, se tiene un peor pronóstico a peor situación de ingreso en UCI–; reducir la incidencia de complicaciones, sobre todo, de los pacientes con enfermedades crónicas muy avanzadas y en situación crítica, valorando en ellos la limitación del esfuerzo terapéutico antes de ingresar en UCI, no implementando medidas, etc; y finalmente, mejorando los resultados postUCI: reduciendo la mortalidad oculta y facilitando el seguimiento de los pacientes frágiles al alta.