Medio Ambiente

Los jóvenes se rebelan contra la ropa de usar y tirar

La reventa, el reciclaje y la reutilización ganan terreno al “low cost”, al tiempo que los diseñadores lanzan colecciones de moda sostenible o directamente diseñadas con prendas de segunda mano

Un movimiento de «justicia climática» ha decidido hacer protestas frente a casas “fast fashion”
Un movimiento de «justicia climática» ha decidido hacer protestas frente a casas “fast fashion”larazon

La reventa, el reciclaje y la reutilización ganan terreno al “low cost”, al tiempo que los diseñadores lanzan colecciones de moda sostenible o directamente diseñadas con prendas de segunda mano

Lejos quedan los tiempos en que unas medias duraban años. La ropa de usar y tirar es el paradigma imperante. Harta de la “macdonalización” del sector, Blanca Gómara ha planeado una protesta espontánea en la puerta del Primark de la Gran Vía madrileña. De camino a la cita, nos cruzamos con cientos de personas que portan bolsas llenas de prendas recién adquiridas. Desde camisetas de nylon hasta blusas de poliéster, pasando por kilos de algodón teñido con los acrílicos de temporada.

Llegamos a la sentada. Frente a ésta, varios clientes salen de la macrotienda: acaban de comprar una ínfima parte de las 62 millones de toneladas de ropa que se producen al año. “Para muchos, es como ir al museo”, suspira Blanca. La joven nos explica que solo el 10% de los productos que llevan se reciclarán, según recoge el último informe de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil. Conscientes del gran problema de gestión de residuos al que podría abocar la superabundancia de prendas, los jóvenes de hoy en día revenden, reciclan y reutilizan. Se trata de un nuevo modelo de consumo que cambia las reglas del juego para marcas como Primark.

“Nos enmarcamos en un movimiento de justicia climática internacional, que consiste en acampar frente a casas de “fast fashion” para pedirles que expliquen mejor su cadena productiva”, apunta Blanca. Ella es la cofundadora de B2fabric, el primer “showroom” y consultoría especializado en moda sostenible de España. Desde su oficina, situada en el número 40 de la arteria central madrileña, ha traído dos sillas y una pancarta. Se le ha hecho necesaria una revolución “pacifista” que pida una industria implicada.

Desde B2fabric, el trabajo de Blanca consiste en efectuar un análisis sobre el proceso de creación de la prenda que llevan a cabo las empresas y ayudarlas a transformar su economía en un proceso circular para lograr la gestión responsable de sus residuos. A ella le gusta decir que se dedican a “hackear el sistema”. Y aclara: “Ayudamos a generar circuitos de recuperación de textiles con soluciones creativas”. Pero, ¿qué pasa cuando es el usuario quien ya no quiere esa prenda? “Si está en buen uso, debe regalarla, donarla o venderla”, asevera, al tiempo que anima a reutilizar antes que reciclar “porque, aunque algo esté confeccionado con materiales reciclados, siempre conlleva una producción de emisiones de CO²”.

“La prenda más sostenible es la que ya existe”, constata, en la misma línea, la escritora experta en consumo sostenible Berta Chávez, durante la mesa redonda “Moda y sostenibilidad, una nueva forma de consumo” organizada en el Museo del Traje de la mano de Wallapop. Allí se hallaba también María Escoté, la diseñadora que ha subido por primera vez a la pasarela de la Madrid Fashion Week una colección íntegramente diseñada a partir de prendas de segunda mano. Confiesa que pasó “noches y noches haciendo búsquedas en Wallapop”, cuyo catálogo de moda ocupa el 20% del total. “Una vez seleccionadas, cogí las prendas, las desmonté y las rehice como nuevas”, explica, y prosigue: “Lo más complicado fue descomponer los patronajes”. Para el consumidor sin conocimientos sobre costura y confección, Escoté recomienda “transformar una prenda de segunda mano con parches o acudir a una mercería”. Para ella, la clave es tomar consciencia de que la ropa “no es algo de usar y tirar, sino un modo de expresión; algo que tienes que respetar”.

Asimismo, Juan Gutiérrez, responsable de indumentaria del SXX en el Museo del Traje, habla de “intentar devolver el valor del tejido” para acabar con “un problema endémico, social y cultural” como es el de la “ropa desechable o ropa clínex”. Junto a este, Lydia García, directora de la colección López-Trabado, se propone hacer pensar al consumidor: “Cuando la producción de una prenda vale solo entre 0,05 y 0,10 (céntimos o centavos), hay que plantearse qué estamos comprando”. Sin embargo, la población se muestra reacia a consumir algo que considera fuera del alcance de su bolsillo. A ese respecto, García anima a realizar “un salto de fe” y “comprar piezas de diseñadores emergentes”, más baratas que las de pasarela: “En vez de gastarnos 30 o 50 euros en Gran Vía, ahorrémoslos para comprar una pieza de proximidad, con vocación sostenible”.