Crítica de cine
Baile de salón
Dirección: Frédéric Fonteyne. Guión: P. Blasband y A.Paulicevich. Intérpretes: Sergi López, Anne Paulicevich, François Damiens. Francia-Bélgica-Luxemburgo, 2012. Duración: 98 minutos. Drama.
«El tango crea un turbio/pasado irreal que de algún modo es cierto,/el recuerdo imposible de haber muerto/peleando, en una esquina del suburbio». Los versos finales de «El tango», poema de Borges, evocan la dimensión arrabalera de un baile entre Eros y Tánatos, ambos mirando hacia atrás con ira pero también con nostalgia. Es la borrasca de emociones que Frédéric Fonteyne trata de representar en este triángulo amoroso compuesto por dos convictos y una enfermera, al que se une una nueva pareja de baile, un solitario, tímido guardia de prisiones que aparecerá para tambalear la sólida coreografía orquestada alrededor de un objeto de deseo femenino.
Sí, una sinopsis como ésta podría ser la letra de una canción de Gardel, pero el acercamiento de Fonteyne al espíritu del tango es superficial. Aunque el baile está muy presente en el relato, no pasa de ser un leitmotiv que funciona como nexo de unión coyuntural.
Sergi López y Jam Hammenecker transmiten la fortaleza viril de una amistad que ha pasado por lo peor y François Damiens saca ternura de su opacidad, pero hay algo demasiado artificioso en Anne Paulicevich, también co-guionista, para que nos la creamos como epicentro de tantas miradas. Falla la subtrama melodramática protagonizada por el hijo de ésta, que existe para precipitar una huida a ninguna parte urdida por Fonteyne como si por un momento se creyera el Kaurismaki de «El hombre sin pasado». La epifanía no llega nunca y el tango se transforma en un mero baile de salón.
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