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Enemiga del pueblo
Se nos ha revuelto el patio local a raíz de mi estreno en este espacio... Les explico: tras mi entrada de la semana pasada, algún medio de comunicación local, y sobre todo, los habituales de las redes sociales, empujados por una manifiesta incomprensión lectora o directamente por la malicia, me han acusado de insultar al Síndico por “defender el catalán”. Como pueden imaginar, a partir de ahí la retahíla de descalificaciones e insultos hacia mi persona ha sido considerable, y al final, me he ganado el dudoso honor de ser catalogada como “enemiga del pueblo”.
A lo largo del tiempo que llevo en política he acumulado una nada desdeñable cantidad de apelativos. Recuerdo especialmente uno que me escribieron en el blog que tenía allá por 2007 en el que se me tildaba de “malaïda verra colona”. Por si no lo entienden, una “verra” es una cerda reproductora, lo de maldita y colona es el toque pintoresco. Así, durante estos años, a los habituales “fascista”, “lerrouxista”, “anti catalana”, “colona”, “botiflera”, etc. se han ido sumando todos los epítetos imaginables acerca de la decencia de mis progenitores, de mi intelecto (de la falta de él, se entiende) o de mi estado físico, pasando también, como no, a alusiones acerca de ser de lo más “pilingui”. Todo muy elegante, como ven.
Pero me faltaba la guinda del pastelito, y es que ya directamente me señalen como enemiga del pueblo, y por tanto objetivo a batir en lo político, y diana también en lo social. Porque aquí, en este rinconcito de España, el discrepar de los postulados nacionalistas y de los dogmas de fe independentistas no te convierte en un rival o un adversario político. Eso lo dejan para otros. No. Aquí te conviertes en el enemigo, y por tanto no hay argumentos, no hay diálogo, no hay cuartel.
Solo cabe el insulto grosero, la descalificación gratuita y el señalamiento como objetivo para que las hordas de trolls que pululan por las redes te hagan la vida imposible a ver si así te asqueas y al final, o desistes de continuar en la lucha política, como ya le ha pasado a algún compañero mío, o, lo que más desean, que te vayas de tu casa, que dejes tus raíces y que te exilies al, para ellos, país vecino.
Como no acepto ni lo uno ni lo otro, y encima tengo la suerte de que La Razón me ha abierto este espacio de libertad, nos seguiremos encontrando todas las semanas si uds. desean leerme. Porque insultos voy a seguir recibiendo, como los reciben la mayoría de los que disentimos del mantra “indepe”, pero presiones, servidora, no acepta ni una. Hasta la semana que viene.
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