Crisis del PSOE
La crisis de la socialdemocracia
Por Luis Lorente
El drama de los partidos progresistas es que no han sabido dar una respuesta a las nuevas demandas sociales. Desde el inicio de la crisis económica, van a rebufo. Estamos en un momento del auge de movimientos populistas. Dependiendo el país el movimiento populista cala hacia un sentido o en otro (Trump, el UKIP y hasta los propios conservadores, el FN en Francia, AfD en Alemania, M5S en Italia, lo que era Syriza en Grecia, y Podemos en España). No digo que sean lo mismo, digo que comparten un nexo común: dividir la sociedad en dos grupos: los buenos (el pueblo francés, británico, o “la gente”), que son los míos, y los malos (los políticos, los inmigrantes, el sistema en general, o “la casta” que agrupa a todo lo contrario a “la gente”), que son los otros. El populismo promete de todo, y luego se sufren las consecuencias.
Pero este artículo no es para criticar al populismo. Es para mirar dentro de mi propia casa, y preguntarnos, ¿se ofrece una alternativa?, ¿qué política se está liderando?. Si algo bueno tuvo la socialdemocracia en general, y el PSOE en particular en España fue liderar en su día la transformación mediante las políticas públicas: universalización de la educación y la sanidad, convergencia con Europa, las red de infraestructuras, o más adelante, ampliación de los pilares del EB con la ley de dependencia, conseguir que el 40% del alumnado universitario fuesen hijos de trabajadores manuales, derechos civiles, etc. Pero llegó la crisis económica. Y la socialdemocracia no ha sabido encontrar una respuesta. Es duro decirlo, pero eso es así. Por un lado, unos caen en los dogmas neoliberales, incapaces dar soluciones alternativas a las marcadas por la mayoría de centro derecha de la UE, y otros como Corbyn caen en posiciones más radicales, que gustan mucho al militante, pero no al votante: la prueba es que los conservadores lideran los sondeos en UK por unos 15 puntos, y si hubiese elecciones mañana, obtendrían una mayoría absoluta mucho mayor de la que tienen ahora.
La socialdemocracia debe encontrar su espacio, y ser innovadora a la hora de formular las políticas. Manteniendo principios como la búsqueda de la justicia social, la libertad, la igualdad, etc, pero sin caer lo que decía el ex-presidente de Uruguay Mújica: “la patología de la izquierda es el infantilismo”. Eso significa defender que el Estado debe actuar como contrapeso a los excesos y desigualdades generadas por el mercado, redistribuir la riqueza para acabar con las desigualdades sociales etc. Pero defendiendo al mismo tiempo la estabilidad presupuestaria (de hecho, fueron los socialdemócratas suecos quienes la establecieron en 1934 con la colaboración de Gunnar Myrdal, premio nobel de economía). Y esto no es contradictorio, porque no hay mejor forma de terminar con el estado de bienestar que incurrir en déficits públicos crónicos.
Como decía el ex-presidente de EEUU Reagan: “bajemos los impuestos, provoquemos déficits públicos que no se puedan financiar y matemos a la bestia de inanición”.
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