Acoso sexual
Melania, #MeToo
Por Carlos Navarro Ahicart
Si las polémicas estaban más que servidas con el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, agárrense a lo que le espera a su señora esposa, la Primera Dama, tras sus declaraciones referentes al famoso movimiento de corte feminista #MeToo.
Melania Trump ha sido, desde que la carrera por la presidencia de los EE.UU. de su marido la puso en el punto de mira, objetivo recurrente de los ataques del execrable y fascista feminismo de pandereta de muchas histéricas y envidiosas que dirigían su odio y secretaban su bilis contra asuntos tan baladíes como la ropa de la Primera Dama, las miradas que intercambiaba con su marido o, simplemente, su presencia o no en determinados actos presidenciales.
Las «mujeres Trump», por mucho que le pese al colectivo de enemigas de la libertad del feminismo de cuarta ola, siempre han sido piezas fundamentales en la lucha por los derechos de la mujer en EE.UU. y allende los mares. La hija del Presidente, Ivanka, ha adoptado una frenética agenda de promoción y apoyo a los proyectos y programas de empleo que favorecen la integración de la mujer en el mercado laboral. Melania, por su parte, siempre ha dicho públicamente que apoya la integridad de la mujer por encima de cualquier cosa y que, en caso de denuncia y demostración de los hechos, su defensa será siempre hacia la víctima.
Ese matiz, el de la demostración de los hechos, es lo que ha provocado la erupción iracunda en el movimiento feminista. Sin restar importancia ni credibilidad a las mujeres que han sufrido, sufren y sufrirán la barbarie de la violencia por parte de algunos hombres que no merecen ostentar el título de serlo, lo bien cierto es que desde el nacimiento del movimiento #MeToo se han disparado las acusaciones carentes de pruebas o fundamento contra muchos hombres. Es algo lógico y, en cierto modo, cómodo: tal y como están hoy las cosas, basta con un poco de repercusión en redes sociales y algo de ruido mediático para destruir la vida de cualquier hombre con un simple rumor acerca de cualquier asunto relacionado con la violencia «de género» o el abuso sexual.
Por lo que la Primera Dama aboga es por la demostrabilidad de los hechos denunciados; por algo tan sencillo como el Estado de Derecho y la presunción de inocencia (que es algo completamente asumible y defendible si se tienen dos dedos de frente y no se es una fanática desbocada). Sí, por desgracia hay casos más que reales que nos ruborizan a todos como sociedad y que deben ser duramente condenados. Pero también, por desgracia nuevamente, hay denuncias falsas y acusaciones infundadas que destrozan automáticamente la vida de muchos hombres alrededor del globo. Melania solo ha pedido pruebas demostrables que nos permitan a todos, como sociedad, saber que lo que se está contando es innegablemente cierto y no es fruto de un ataque de celos, de un resentimiento derivado de una relación que acabó mal o de un odio exacerbado contra la persona denunciada.
En definitiva, una reivindicación justa que persigue que haya justicia real y no una caza de brujas en la que todos los hombres seamos potenciales asesinos y violadores.
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