Debate de investidura
NO siempre fue NO
Por Carlos Navarro Ahicart
La irresponsabilidad es algo que parece envolver ampliamente la totalidad del sistema político español. Ayer volvimos a ver al Secretario General del PSOE decir “No” a una posible abstención en la sesión de investidura a la que se presenta el actual Presidente en funciones, Mariano Rajoy, a pesar de la firma del pacto entre el Partido Popular y Ciudadanos, que recoge 100 de las medidas que ya acordaron Rivera y Sánchez durante las negociaciones pasadas.
No se trata de un problema ideológico. Ya ha quedado demostrado que Sánchez, dirigente de un partido abiertamente socialdemócrata, se niega en rotundo a dejar gobernar a un Rajoy que blande una serie de políticas cercanas a la socialdemocracia, ratificadas por los que iban a ser socios de un hipotético (des)gobierno socialista. No es comprensible que el PSOE no quiera que se apliquen unas medidas que podrían ser perfectamente aplicables por un gobierno suyo.
El problema va mucho más allá, y viene dado por esa animadversión irracional que Sánchez ha probado tener hacia Rajoy desde el primer momento. No escucha las múltiples voces de históricos socialistas diciéndole que debe abstenerse por responsabilidad de Estado, no escucha a algunos de sus barones diciéndole tres cuartos de lo mismo, no escucha a muchos de sus votantes que han expresado precisamente esta idea, no escucha a la opinión pública nacional ni internacional, ni a las recomendaciones de sus colegas europeos, ni a la más mínima lógica que cualquiera puede llegar a comprender.
Veo más que lógico que Podemos se niegue -y le nieguen- a formar parte de este consenso. Sería torpe por parte de un partido antisistema y radicalizado abstenerse para que un gobierno contrario a sus intereses se mantenga otros cuatro años en el poder. Pero precisamente el PSOE, que se ha visto duramente azotado por la irrupción de Podemos en el plano político nacional, y como segundo partido político del país, debería ser el primero en dar su brazo a torcer, por encima de los “renovadores” y “liberales” (entre millones de comillas) de Ciudadanos. De esta forma, lo único que ha hecho el PSOE es igualarse a Podemos en sectarismo y dejarse superar por Ciudadanos en capacidad de diálogo. Sin duda, una lamentable estrategia por la que Pablo Iglesias -el original- debe estar revolviéndose en su tumba.
Pero que el PSOE fuese a seguir en sus trece estaba bastante claro. Sánchez se ha propuesto dinamitar cualquier posibilidad que los socialistas tuviesen de gobernar, y lo va a conseguir. Ni una cesión impresionante del Partido Popular en materia ideológica ha logrado convencer al obcecado socialista de que debe abandonar esa posición tan nefasta y ridícula y pasar a ser el partido en la oposición que todos esperamos que sea.
Dicho lo cual, preparen los turrones y los villancicos, pues todo apunta a que nos veremos el próximo 25 de diciembre en las urnas por tercera vez. Esperemos que los nuevos comicios arrojen unos resultados más favorables a la formación de un gobierno sólido y capaz de acometer medidas verdaderamente importantes para el futuro del país, no como muchas de las que llevó Ciudadanos a las negociaciones con el Partido Popular, heredadas de conversaciones poco o nada liberales con el PSOE.
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