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¿Nos la bufa el Parlamento?
Por Luis Lorente
Hace unos pocos días muchos españoles se sorprendieron o escandalizaron cuando el líder de Podemos utilizó un lenguaje muy poco apropiado de un debate parlamentario. Según el partido morado, se quería empatizar con términos que usaría el ciudadano de a pie. No voy a entrar a la concepción que éstos tienen del ciudadano de a pie, pero sí en un fenómeno que está sucediendo desde hace años: la pérdida de influencia de los parlamentos.
El Parlamento aumentó su influencia como institución, a partir de determinados momentos del s. XVII (Revolución Gloriosa de R. Unido), con las teorías liberales de Locke y de Montesquieu de división de poderes, y con el debate producido en Francia entre Rousseau y sus teorías sobre la soberanía popular y el mandato imperativo y Sieyés que defendían la soberanía nacional y el mandato representativo. El mandato representativo acaba imponiéndose en el siglo XIX con Constant y su libertad de los modernos. Ya en el mismo siglo XIX, como consecuencia de las revoluciones liberales, el parlamento aumentó su control e influencia, ya que el gobierno ya no ejercía su responsabilidad bajo control de un monarca sino bajo control de un parlamento. Nadie duda de las necesarias funciones del parlamento: función representativa de la voluntad popular, función legitimadora del sistema político, la función legislativa, y en los sistemas parlamentarios la función del control político del gobierno, ya sea mediante los métodos ordinarios o los extraordinarios (moción de censura, cuestión de confianza).
Pero, después del final de la Segunda Guerra Mundial sucedieron tres fenómenos: el consenso social-liberal (Dahrendoft), la configuración de los Estados de Bienestar, y la progresiva conversión de los partidos políticos de masas a partidos catch all o atrapalotodo. Para García Pelayo, esto supuso la creación de un Estado de Partidos que tuvo como consencuencia la pérdida de protagonismo del Poder Legislativo, que se puede comprobar en varios ámbitos:
1. La progresiva adquisición del Poder Ejecutivo de distintas capacidades legislativas.
2. La aparición de partidos políticos cuyos grupos parlamentarios actúan de forma disciplinada, lo que impide que el gobierno tema al control parlamentario.
3. El propio Estado Social, ya que genera mucha legislación incompatible con la lentitud propia del procedimiento legislativo ordinario.
4. La globalización, que obliga a los gobiernos a tener que tomar decisiones de forma rápida que escapan al control parlamentario.
5. El propio papel de los medios de comunicación: se ha devaluado el papel parlamentario como tribuna principal de discusión política.
¿Cuáles podrían ser los retos de futuro del parlamento?. El primero, cómo afrontar la superación del ámbito estatal, es decir aquellas decisiones que se toman más allá del propio estado. La Unión Europea y algunos organismos internacionales han vaciado algunas competencias de la acción parlamentaria. Y la segunda, cómo transformar la relación de los parlamentos con una ciudadanía mejor informada y con mayor capacidad para intervenir por sí misma en algunas cuestiones que antes se confiaban en exclusiva al parlamento.
¿Tú cómo mejorarías el papel del parlamento, lector?
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