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Quién ayuda a Venezuela
Por Carlos Navarro Ahicart
El pasado viernes recibimos con relativa sorpresa la noticia de que el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, había decidido atacar una base militar del ejército sirio con 59 misiles Tomahawk desde una base patria, la de Rota. El objetivo de este bombardeo al régimen sirio respondía a un acto deplorable que, de acuerdo a la prensa internacional y los testimonios de las víctimas, consistió en un ataque químico a la población rebelde que se cobró la vida de 86 inocentes, entre ellos 27 menores.
Las opiniones sobre la respuesta de Trump son variopintas: hay quien dice que es un ataque injustificado, que viola toda ley internacional y que amenaza la legitimidad del régimen de al-Assad; mientras otros argumentan que es una reacción apropiada a algo tan atroz como un ataque químico sobre civiles indefensos. El debate, como siempre, está servido.
Pero no es el tema que nos atañe hoy. Hoy quiero hablar de Venezuela, de lo que sigue ocurriendo dentro de sus fronteras y de la falta de acción internacional al respecto. Esta semana se decretaba la inhabilitación por 15 años de uno de los líderes opositores, Henrique Capriles, a la vez que se reprimía con absoluta dureza a los manifestantes con gases lacrimógenos, disparos de perdigones y agua a presión. Para colmo, la desmedida respuesta de la milicia de Maduro causó la muerte de un joven cuya única reivindicación era la democracia y la libertad, ese valor que parece haber olvidado el mundo ante la terrible situación que está viviendo nuestro país hermano.
Venezuela está en caída libre. Ya no es solo la crisis económica, que ya ha pasado incluso a un segundo plano por la cruenta realidad política y social. Es el fin de la poca civilización que quedaba en el país hispanoamericano tras 14 años de chavismo. Maduro ha demostrado ser el digno sucesor del ya fallecido Comandante, aplicando la más despiadada política represiva y golpista y saltándose toda norma constitucional, violando las competencias de la Asamblea Nacional legítimamente elegida por el pueblo venezolano.
Es precisamente por esto por lo que se echa en falta una respuesta internacional a la altura de las circunstancias. Mientras vemos cómo se bombardean posiciones clave del régimen sirio por el uso de armas químicas, la única reacción a los últimos sucesos en Venezuela es la “calma” que reclama la Unión Europea ante las legítimas manifestaciones de la oposición. Parece que no nos demos cuenta de que está ocurriendo un golpe de Estado en toda regla, un asesinato a sangre fría de la democracia y de la voz de los venezolanos, que decidieron en diciembre de 2015 arrebatar la mayoría parlamentaria a un partido corrupto, totalmente instrumentalizado por los mismos personajes que defenestran cualquier atisbo de libertad en el país.
Debemos ser consecuentes con la prédica de los valores democráticos y la defensa de la libertad civil de cara a nuestra acción internacional. No podemos aplaudir la intervención de Trump mientras condenamos en una voz tan baja las atrocidades del régimen de Maduro en un país como Venezuela, al que nos une un clarísimo bagaje histórico, lingüístico, cultural e, incluso, fraternal. Seamos responsables. Escuchemos los gritos de socorro del pueblo venezolano y ayudemos a nuestros hermanos en esta gesta tan crucial para ellos. Apliquemos el ejemplo que damos en Oriente Medio a América del Sur.
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