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Estados Unidos
Trump merece el Nobel de la Paz
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Por Carlos Navarro Ahicart
Supongo que el título de este artículo les habrá dejado a todos en shock. Para bien y para mal. Unos pensarán que estoy loco por decir semejante barbaridad y otros pensarán que estoy loco por atreverme a decir algo tan políticamente incorrecto. Trataré de sacarles de este estado de sorpresa tan profundo explicando el porqué de tal aseveración.
Donald Trump es un personaje polémico, de eso no cabe duda. Amado y odiado a partes iguales, si hay una cosa clara es que tiene detractores por todos lados. A veces, con razón; a veces, sin ella. Para justificar mi postura, no voy a hablar de la política interna de Trump: ni proteccionismo, ni relaciones con la prensa, ni si es más o menos fiel a su esposa. Voy a hablar de la acción exterior de su gobierno y de los logros por los cuales creo firmemente que merece ser el próximo Premio Nobel de la Paz.
Recientemente se producía una cumbre entre los presidentes de Corea del Norte y Corea del Sur en territorio sureño. El encuentro entre ambos en la delgada línea de la histórica frontera entre dos países enfrentados durante años fue histórico: ambos mandatarios la cruzaron cogidos de la mano hacia ambos lados de la misma, simbolizando la intención de cesar las tensiones entre los dos territorios de una vez por todas. Todo el mundo se emocionó con las imágenes y las posteriores declaraciones de los líderes coreanos en la reunión, asegurando que lo último que quieren es lanzar y recibir misiles nucleares de sus vecinos y, en el fondo, hermanos.
Pero pocos parecen querer reconocer que esta situación no se habría producido de no haber sido por la subyacente mediación del presidente norteamericano, Donald Trump. Corea del Sur, que siempre ha sido un país altamente dependiente de EE.UU., necesitaba una estabilidad más allá de tener portaaviones americanos en sus aguas defendiendo su integridad, y las conversaciones de pacificación iniciadas por Trump con el líder norcoreano Kim Jong-un han propiciado que esto, por fin, pueda ocurrir. Ningún presidente estadounidense se había molestado anteriormente en tratar de calmar la situación con Corea del Norte, y ha tenido que llegar el «loco» de piel anaranjada al que todos temían porque iba a «provocar una Tercera Guerra Mundial».
Se trata de un proceso histórico que va a suponer un antes y un después para las dos Coreas y para el resto del mundo. El conflicto entre ambos países se extendía a los poderes fácticos globales y se sumaba a la larga lista de provocaciones, ataques y tensiones entre los diferentes bloques que amenazaba con desencadenar una pugna mucho mayor. Todo esto por no hablar de que las relaciones con Rusia se siguen tratando de mantener a pesar de todo el acoso, la manipulación y la injerencia de los Demócratas y de la prensa basura de EE.UU., que no dejan de esforzarse para que Putin o Trump acaben provocando un invierno nuclear para llegar a tener razón de una vez por todas.
Seamos justos: le dieron el Nobel de la Paz a Obama por dedicarse a bombardear poblados en Oriente Medio, a dejar niños huérfanos allá donde enviaba un dron y a financiar milicias radicales que se convirtieron en grupos terroristas con pretensiones de califato. ¿De verdad es tan alocado dárselo al nuevo habitante de la Casa Blanca por lograr lo que nunca se había logrado? Y no digo que no se siga bombardeando Siria, ni mucho menos. Pero, al menos, los misiles americanos se dirigen ahora contra instalaciones donde (supuestamente) se fabrican armas químicas, y no contra guarderías.
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