El desafío independentista
El alma del PSOE que sí abriga al “procés”
La esencia de la democracia es el diálogo, la cesión y el consenso, conceptos que en España hemos practicado con éxito durante décadas en las que hemos sorteado dificultades y abrigado esperanzas de desarrollo de la mano de la construcción europea. Todo ello está en revisión por la vía de los hechos. No es una reflexión, es una realidad que constatamos cada día y que conduce a la preocupación.
Cataluña es una parte querida de nuestro país y no merece la situación que padece. El desgobierno, la violencia callejera, las coacciones... y las llamadas a la algarada desde la Presidencia de la Generalitat con Quim Torra como peligroso e insensato ariete de esa estrategia de huida hacia adelante no son compatibles con una nación moderna, cosmopolita y abierta como la española.
Todo el mundo lo preveía, repito, todo. Cuando Pedro Sánchez decidió aceptar los votos de los independentistas para llegar a la Moncloa se sabía que tendría una contrapartida. La debilidad del Gobierno de España sustentado por apenas 84 escaños es el escenario ideal para la revuelta de los que utilizan la fuerza para violentar la normal convivencia en Cataluña. Y hay que actuar.
Quienes criticaron a Mariano Rajoy por la aplicación del artículo 155 de la Constitución son quienes frenan ahora que se vuelva a plantear. Los separatistas catalanes, vascos (y también baleares o valencianos como los de Compromís) o antisistema alojados en la médula de Podemos ingresan esa nómina de apoyos parlamentarios de Sánchez que abogan por dejar hacer y “dialogar” con quienes consideran al Gobierno español el enemigo a batir.
Esto se daba por descontado y se veía venir que ante el menor atisbo de responsabilidad de Sánchez para reconducir la situación en Cataluña y garantizar la seguridad y la libre circulación de los ciudadanos sería castigado por los adalides del populismo totalitarista que abominan de las leyes que permiten a España ser un país civilizado.
La lista de dirigentes que están contribuyendo al deterioro de la situación es más larga y ––muy a pesar de lo que ha representado el PSOE en la consolidación de la democracia– muchos de ellos están en sus filas. Hablo de los que miran hacia otro lado. La líder de los socialistas baleares Francina Armengol encarna ese eje de compadreo con los independentistas con guiños constantes hacia su labor tal y como hace Miquel Iceta en Cataluña o Ximo Puig en la Comunidad Valenciana.
Es la vía de agua abierta por el socialismo contra la unidad de España. Ese barco de la moderación se va a pique porque cuando se violentan las leyes y se coarta la libertad de la población no caben medias tintas y tanto Iceta, como Armengol y Puig, coquetean con quienes están poniendo a España en una situación que obliga a contener la respiración.
El corte de carreteras reiterado y prolongado está dañando a los empresarios valencianos, a los exportadores, al turismo y a quienes simplemente tienen que transitar por esas vías para llegar a Francia o tienen como destino las poblaciones catalanas. Puig permanece sin variar su discurso y no carga con dureza ante el descontrol que permite Sánchez y deja a los valencianos, una vez más, sin amparo.
Llevamos tres años denunciando que Puig encarna el alma más complaciente de los socialistas valencianos con los independentistas catalanes y esa creencia personal del presidente se refuerza con la alianza de gobierno que mantiene con Compromís que no deja de ser un declarado partido de carácter nacionalista-independentista.
Las ayudas con fondos públicos de la Generalitat Valenciana y del Ayuntamiento de la capital del Turia a asociaciones pancatalanistas ha sido un torrente que ha aumentado su caudal a medida que avanzaba la legislatura y el ensayo de la vía catalana en la educación de las escuelas públicas valencianas también se ha potenciado.
Puig no es crítico con lo que sucede en Cataluña porque pretende para la Comunidad Valenciana ese mismo camino, como Armengol en las Islas Baleares. El PP está siendo el freno y denunciamos ante la sociedad (y ante los tribunales cuando la situación así lo requiere) este intento de ruptura de nuestro modelo territorial que ha sido estable durante cinco siglos y fuente de progreso en las últimas décadas. No podemos dejar solos a los ciudadanos y que los problemas derivados de la violencia y la no asunción de las leyes queden impunes.
La inacción también tiene consecuencias y Puig, junto a sus socios de gobierno, deberán explicar a los valencianos en apenas medio año por qué ha contribuido a alimentar el clima de rechazo a lo español, de ensalzamiento de lo diferente frente a los nexos entre todos los españoles. También deberá aclarar el uso de fondos públicos de los valencianos para financiar a asociaciones ligadas al “procés” catalán y el arrinconamiento de la cultura y las tradiciones de Valencia, Alicante y Castellón.
Ya no se puede argumentar que es una cuestión de aritmética política sino de asunción de las tesis independentistas por encima cualquier otra consideración. Nos ha quedado claro durante los últimos tres años y medio y no hay campaña electoral que pueda enmascarar lo que han ejecutado avergonzando a la inmensa mayoría de valencianos.
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