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El arte de hacerse mejores preguntas
Todos sabemos que nuestra vida está basada en las decisiones que tomamos a diario. Y si crees que no es así, obsérvate. ¿Hay algo que haces sin tomar decisiones? Sea para ir a trabajar, comer, dormir, cuidar a tus hijos, hacer deporte, irte de vacaciones, irte de cañas, llamar a tu madre, ver una serie, limpiar tu casa, acudir a una entrevista, lavarte los dientes o incluso no hacer nada.
Todo son decisiones. Tomamos decisiones automáticamente, muchas veces sin pensar, decisiones que en el fondo son patrones aprendidos. Decisiones que en ocasiones empeoran nuestra vida o por el contrario pueden ser grandes decisiones que nos hacen crecer y ser más felices.
La idea de este artículo es ir un pasito más allá: ¿qué tal si tomamos mejores decisiones? ¿Qué tal si cambiamos unas decisiones pobres o que empeoran nuestra vida por decisiones mejores?
¿Ojalá fuera tan fácil, verdad? Y no, no lo es. De hecho pensar bien o incluso pensar estratégicamente nos cuesta a la gran mayoría.
Pongamos un ejemplo. Quiero estar en plena forma física. Esto probablemente incluya alimentarme mejor, dejar de comer comida basura, salsas, dulces o fritos. También para estar en mejor forma física necesitaré hacer ejercicio de forma habitual, probablemente apuntarme a un gimnasio o hacer ejercicio en casa o salir a correr o nadar, practicar de forma regular un deporte que me guste. Además para mejorar mi salud también debería cambiar ciertos hábitos como controlar mis horas de sueño, acostarme antes, por ejemplo, no cenar muy tarde, no ver televisión o estar conectado a Internet a altas horas de la noche, etc.
Todos sabemos o tenemos una idea aproximada de cómo hacerlo. Pero muy pocos realmente lo llevamos a cabo.
Somos seres pensantes. Tenemos cerebro, raciocinio, mente... como nos guste llamarlo. Y el hecho de pensar es el que nos lleva a tomar decisiones. Aunque hay un componente más a la hora de decidir y son las emociones. A pesar de todo el diálogo interior que podamos tener, nuestras emociones muchas veces nos impulsan a determinadas acciones que después nos pueden pasar factura: comer compulsivamente, beber alcohol porque estamos tristes o eufóricos, pasarnos horas en redes sociales por puro aburrimiento...
Si nos hacemos conscientes de nuestras emociones, podemos entender cómo funciona nuestra mente y cómo llegamos a tomar determinadas decisiones, muchas de ellas inconscientes.
Pero hay algo más, como decía antes. Incluso para entender nuestras emociones, debemos recurrir a nuestra mente, pues con la mente podemos darle nombre a esas emociones, entender qué quieren decir, cuál es su finalidad...
Y hoy quiero invitarte a usar tu mente para ver cómo es tu diálogo interno antes de que tomes una determinada decisión. Hazte consciente de cómo te hablas, de qué te dices, pero sobre todo... hazte consciente de qué preguntas te haces sobre un hecho o situación concreta.
En Coaching las preguntas son la clave del proceso de transformación y mejora de las personas. Y son así de importantes porque muchas veces se trata de cambiar una pregunta para obtener una mejor respuesta.
Como dice uno de los gurús del Coaching a nivel mundial, Tony Robbins, “la gente exitosa se hace preguntas mejores”.
Y aunque no seas consciente de ello, te pasas el día haciéndote preguntas. Si quieres adelgazar, por ejemplo, te preguntas cómo puedes hacerlo. Es posible que acudas a Google para encontrar soluciones o preguntes a una persona en la que confíes o hables con un experto en temas de nutrición o ejercicio.
Pero muchas veces no consultamos a nadie, salvo a nuestra mente, a nuestra experiencia. Y ahí es donde podemos encontrarnos con nuestras limitaciones: nuestra mente está limitada por sus creencias, por sus patrones aprendidos... A veces simplemente no nos damos cuenta de que hay algo más allá de lo que ya sabemos o pensamos. Por eso es tan importante que otro pueda plantearnos preguntas que nunca nos hemos hecho.
Por ejemplo, si tienes problemas financieros, actuarás de forma muy diferente si te planteas una u otra pregunta con respecto al dinero. Observa las diferencias entre estas dos preguntas:
a) ¿Cómo puedo ahorrar dinero? ¿Cómo consigo no perder mi dinero? ¿Qué hago para conservar mi situación económica actual y no volverme pobre?
b) ¿Qué puedo hacer para ganar más dinero? ¿Cómo puedo ser más rica? ¿Cómo consigo mi independencia financiera?
Como ves, en función de cómo te plantees tu situación económica, en función de qué tipo de preguntas te hagas, actuarás de una forma u otra. En el primer caso es raro que te vuelvas rico o que consigas mejorar tus finanzas, pues tu enfoque está en no perder, más que en ganar. Mientras que en el segundo caso te enfocas en ganar más y por tanto serás más creativo a la hora de buscar ingresos.
No estoy diciendo que un enfoque sea mejor que otro. Puede que simplemente no te interese hacerte rico, puede que ya tengas suficiente para vivir. Pero esto es un mero ejemplo que puede aplicarse a cualquier situación de tu vida.
Mi recomendación es que observes con interés algún área de tu vida en la que tienes problemas o dificultades, y te detengas a observar qué preguntas te haces con relación al tema. ¿Son preguntas enfocadas al crecimiento y resolución de problemas, o por el contrario, tus preguntas te llevan a culpar a otros, a mantenerte donde estás, a no salir de tu zona de confort? Y no olvides que no tomar ninguna decisión es también una decisión que tomas.
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