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Manipulación, engaños y cámaras de televisión para mostrar distintas realidades del 1-O

Manipulación, engaños y cámaras de televisión para mostrar distintas realidades del 1-O
Manipulación, engaños y cámaras de televisión para mostrar distintas realidades del 1-Olarazon

Por Ana Rubio Jordán

Tanto los partidarios como los detractores del referéndum del 1-O parece que han encontrado en los medios de comunicación uno de sus más eficaces instrumentos políticos. En las semanas previas a la consulta ilegal hemos sido testigos de manipulaciones, boicots e incluso agresiones a periodistas que tan solo trataban de hacer su trabajo. Uno de los más notables episodios se produjo el pasado 20 de septiembre, cuando el presentador de La Sexta Hilario Pino trataba de informar desde una manifestación pro referéndum en la Gran Vía barcelonesa. En plena conexión, un manifestante le arrebataba el micrófono al periodista mientras al fondo un grupo de independentistas gritaban “manipulación” y “contad la verdad”.

"Se ha acercado uno de los manifestantes y nos ha quitado el micrófono. Hay bastante tensión y obstaculizan el trabajo de la prensa, nos interrumpen cada vez que intentamos conectar pero lo seguiremos intentando, que es nuestra obligación", explicaba Hilario. El presentador recibió muestras de apoyo de sus compañeros de cadena, y de algunos programas como El Intermedio o Zapeando, como no podía ser de otro modo, ya que el periodista toledano dio muestras de una absoluta profesionalidad.

Estas conductas más que deleznables en forma de gritos, abucheos e insultos, así como el hecho de arrancar directamente el micrófono de las manos de un profesional de la información, no puede en ningún caso considerarse libertad de expresión, ni tampoco de manifestación. Lo que sí debería tratarse es como una vulneración al derecho a la información de los periodistas. Cuando alguien impide que un periodista haga su labor informativa está incurriendo precisamente en aquello de lo cual protesta: en manipulación, en mentira, en engaño, en una falta de que se sepa la verdad.

Cada día los periodistas se enfrentan a una enorme cantidad de dilemas éticos: ¿Deben intervenir en el contenido de aquello sobre lo que están informando? ¿Es lícito alterar las imágenes mostradas de tal modo que el enfoque dado a nuestra información se vea reforzado? La profesionalidad se traduce en términos del buen hacer periodístico, el cual se basa en cuatro pilares fundamentales: objetividad, veracidad, rigor informativo y responsabilidad ética. Decía Eloy Martínez en su particular decálogo que “el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender al otro. Y, a veces, ser otro”.

Señala García Avilés en un estudio sobre la profesionalidad en el periodismo audiovisual que, a pesar de la diversidad de circunstancias y situaciones, los directores de informativos consideraron necesario establecer una serie de pautas a seguir cuando se trataba de cubrir una manifestación o cualquier clase de disturbio. Y cuenta el caso de las manifestaciones que tuvieron lugar en distintas ciudades norteamericanas a mediados de los años sesenta, cuando las televisiones que cubrieron esos acontecimientos con cámaras y focos eran tan potentes que produjeron reacciones exaltadas entre los manifestantes. Muchos comenzaron a aprovecharse de la cobertura televisiva y, en ocasiones, surgieron nuevos brotes de violencia, debidos a la presencia de las cámaras. Como consecuencia, las redacciones de la CBS News y NBC News elaboraron estándares sobre la cobertura de disturbios.

Parte de la batalla a favor o en contra del separatismo catalán se está librando en la calles y, en concreto, delante de las cámaras de televisión. Los trabajadores del centro territorial de TVE en Cataluña se quejaron al Consejo de Informativos de que el tratamiento que se da en las piezas que informan sobre el 1-O es “sesgado y oculta parte de lo que está pasando”, tal y como informó el portal Vertele. Alegan que en las imágenes que ofreció la televisión pública se evitaron los planos generales que “reflejaban que hubo una concentración masiva ante el departamento de Economía de la Generalitat y que, sin embargo, se recuperaron planos de primera hora de la mañana -casi sin gente- con la intención de minimizar la importancia de la protesta”.

Con el conflicto separatista está adquiriendo fuerza la premisa de que no existe una única realidad, sino diferentes puntos de vistas. Muy comentado ha sido lo que ocurrió el pasado 9 de septiembre durante la retransmisión en directo del informativo de la cadena pública. La periodista Sandra San Germán se encontraba en el municipio tarraconense de Valls para informar sobre los registros que los cuerpos y fuerzas de seguridad estaban realizando. Sin embargo, la conexión en directo sufrió un altercado cuando una mujer con pancarta se colocó detrás de la periodista en señal de protesta. San Germán afirmó que estaban “agrediendo” a su reportero durante el directo. Sin embargo, fueron las redes sociales las que permitieron mostrar una realidad bien distinta. En un vídeo subido a Twitter se ve cómo la manifestante se coloca detrás de la reportera, pero segundos después es el cámara quien empuja a la mujer con la intención de retirarla del plano.

Tras la polémica, el Consejo de Informativos de TVE lanzó un comunicado para transmitir su apoyo al equipo y explicar que “más allá del vídeo editado que ha trascendido en el que no se muestra la secuencia completa, existió un forcejeo cuando intentaron evitar que se obstaculizase su trabajo”. El principio básico en la producción de un informativo es que lo que se emite debe reflejar con exactitud lo sucedido. El periodista cuando acude a un acto se ve obligado a contrarrestar sus valores éticos con el ambiente competitivo en el que desarrolla su profesión y, en ocasiones, ese equilibrio no es fácil de mantener. Como señalaba Roone Arledge, productor televisivo de la cadena ABC, “en la mayoría de las veces, la responsabilidad de actuar sensatamente recae sobre cada periodista”.