España
Bolinaga sigue su convalecencia tomando «potes»
El secuestrador de Ortega lara parece bien cuidado y tiene un aspecto muy saludable
A la una menos cuarto de la tarde de ayer, Josu Uribetxebarría Bolinaga, condenado a doscientos diez años de cárcel, entraba en el bar Arrasate de Mondragón para iniciar una ronda de vinos al estilo vasco, con una «cuadrilla» de seis amigos. No llevaba la «txapela» que cubría su cabeza el pasado 23 de octubre, cuando fue dado de alta en el hospital de Donosti, y parecía mucho más joven. Sonreía animadamente mientras intercambiaba comentarios con sus amigos. Llovía y hacía mucho frío, pero eso no parecía importar a Bolinaga, quien minutos antes había salido solo de su casa, bajo un paraguas verde.
No suele andar sin compañía por el pueblo. Como me comentó uno de sus vecinos, normalmente sale con una mujer, que, según me dijo, debe ser quien le cuida. Hablé con ella a las doce del mediodía, cuando salía del portal de la casa, y le pregunté si conocía a Josu Uribetxebarría. Dijo que era amiga suya y le pregunté por su salud. «Depende de los días», contestó antes de preguntarme quién era. Al hablarle de mi profesión de periodista se marchó apresurada. «No me interesa nada», dijo, mientras sacaba el móvil, posiblemente para advertir a Bolinaga.
Él estaba en casa. Le dio tiempo a contestar «bai» (sí) en el telefonillo antes de responder a la llamada del móvil de su amiga. A Bolinaga no debió parecerle relevante que alguien preguntara por su salud, porque tres cuartos de hora después salía tranquilamente de casa a tomar unos vinos.
No era su primera salida del día. Ya había estado en el mercado con la persona que le había llamado y que al salir de la casa llevaba una bolsa de plástico con un recipiente para guardar comida. El secuestrador de Ortega Lara parece bien cuidado, tanto que, según uno de sus vecinos, tiene un aspecto muy saludable. «Aunque por dentro ya se sabe», nos aclaró, en referencia al cáncer terminal por el que la Audiencia Nacional le ha concedido la libertad condicional, a pesar de estar condenado por tres asesinatos y dos secuestros.
A Bolinaga le ha sentado bien volver a la casa que fuera de sus padres en Mondragón, a pesar de que el dieciocho de noviembre volvió al Hospital de Donosti por un fuerte dolor abdominal. Enseguida fue dado de alta y regresó a la rutina que ha establecido tras pasar quince años en prisión. Sale de casa varias veces al día, de compras, por los bares y también a visitar a su madre, Margarita Bolinaga, ingresada en una residencia de ancianos en Oñate. En general, no una vida de convaleciente, sino, simplemente, de jubilado. No habla demasiado con sus vecinos. El saludo con la mayoría de ellos es rápido, sin llegar a pararse. «Ya sabe cómo son las cosas aquí». «Él no sabe como pensamos nosotros», nos dijo uno de los vecinos, para el cual es prácticamente un desconocido. Nos cuenta que la casa, que era de sus padres, llevaba vacía varios años antes de que se instalara en ella, el pasado 23 de octubre, Iosu Uribetxebarria. Los padres, Lucio, ya fallecido, y Margarita, son recordados con respeto.
El pasado 23 de octubre Bolinaga recibió un homenaje en Mondragón y en las calles del pueblo había quienes le apoyaban, criticando que se pretendiera que «los presos de ETA volvieran en ataúd a sus casas». Ahora nadie se atreve hablar de ataúdes, porque Josu Uribetxebarria pasea a diario con buen aspecto por el pueblo.
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