Cine

El duelo y la reconstrucción, la espiral de violencia en la adolescencia y una comedia pandémica protagonizan una nueva jornada en la Seminci

“The Quiet Girl”, de Colm Bairéad, “Beautiful Beings”, de Gudmundur Arnar Gudmundsson, y “Clementina”, de Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman, protagonistas

Escena de 'The Quiet Girl'
Escena de 'The Quiet Girl'INSCEAL/SEMINCIINSCEAL/SEMINCI

La sexta jornada de la 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid se dirimió entre géneros contrapuestos. De la suave cadencia melodramática de ‘The Quiet Girl’, del irlandés Colm Bairéad, el festival saltó a la espiral de violencia que envuelve a los adolescentes islandeses que protagonizan ‘Beautiful Beings’, de Gudmundur Arnar Gudmundsson, para cerrar el día con ‘Clementina’, una pequeña comedia pandémica sobre el surrealismo que envolvió los días del confinamiento, con la firma de la dupla argentina formada por Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman.

En su debut en el largometraje, Colm Bairéad explora el duelo y la reconstrucción tras la tragedia a partir de la historia de Cáit, una niña que se ve obligada a pasar el verano con la prima de su madre y el marido de esta. Al lado de ambos, experimentará un inesperado proceso de sanación interior y de reconciliación con la vida, en una película que representará a Irlanda en la carrera por los Óscar de este año.

El film adapta a la gran pantalla el relato ‘Foster’, de Claire Keegan, y con suave cadencia va envolviendo al espectador en el silente mundo de Cáit, la hija pequeña de un oscuro hogar con otras dos hermanas, marcado por la rudeza del padre y la resignación de la madre. Cáit, considerada por sus hermanas, padres y compañeras “un bicho raro”, se ha ido encerrando en su propio caparazón golpe tras golpe, acostumbrándose a mirar la realidad desde la distancia, desde el lejano quicio de una puerta, y solo cuando su madre queda de nuevo encinta descubrirá en una nueva familia la luz que durante toda su vida se le ha ocultado.

El director de cine irlandés Colm Bairéad presenta en la sección oficial de la 67 edición de la SEMINCI, el largometraje "The quiet girl", este jueves en Valladolid. EFE/ Nacho Gallego
El director de cine irlandés Colm Bairéad presenta en la sección oficial de la 67 edición de la SEMINCI, el largometraje "The quiet girl", este jueves en Valladolid. EFE/ Nacho GallegoNACHO GALLEGOAgencia EFE

Colm Bairéad y la productora del film, Cleona Ní Chrualaoi, se acercaron a Valladolid para presentar el estreno en España del film, que cosechó una buena acogida en su primer pase en el festival, donde opta al Premio Pilar Miró a la mejor ópera prima. El cineasta explicó que Claire Keegan es “una de las grandes escritoras contemporáneas de Irlanda” (este año su novela ‘Small Things Like These’ ha sido seleccionada en la ‘short list’ del prestigioso Booker Prize), y señaló que siente “su estética y temas conectan muy bien” con su propia sensibilidad e incluso con los cortos que había dirigido previamente.

“Tan pronto como leí la historia me enamoré de ella, y mientras pasaba páginas iba construyendo mentalmente la película. Sentí un fuerte deseo de adaptarla y por fortuna conseguimos los derechos de la adaptación”, explicó Bairéad, que calificó el relato original como “una majestuosa obra de arte” y consideró que ha sido “un privilegio” poder llevarlo al cine.

Ambientada en la Irlanda rural de 1981, el peso de la película recae en todos los planos sobre los hombros de la jovencísima Catherine Clinch, que nunca antes se había puesto delante de una cámara y que “se adaptó a la perfección a las exigencias técnicas del rodaje”. “El casting fue lo más complicado de todo el proceso. No hay muchos intérpretes de esa edad en Irlanda, y encontrar a la actriz perfecta nos llevó unos siete meses, en los que rastreamos colegios y grupos teatrales. No teníamos director de casting, así que nos ocupamos nosotros mismos. Finalmente la encontramos y creo que es perfecta”, señaló la productora sobre la protagonista, antes de afirmar que “tras dar con ella, todo fue mágico”.

Una realidad silenciada

El cineasta islandés Gudmundur Arnar Gudmundsson presentó ‘Beautiful Beings’, un crudo retrato de las miserias sociales que atenazan a parte de la sociedad en su país natal. “He viajado mucho con la película, y me llama mucho la atención que, desde fuera, se mira a Islandia como un país nórdico idílico, donde prácticamente no existen los problemas. Por un lado sí contamos con apoyos sociales, pero también hay gente que no puede pagar sus facturas y atraviesa por serias dificultades”, señaló en Valladolid.

La película se despliega con una interesante estructura. Arranca con una voz juvenil en off, que habla de un sueño en el que el protagonista sale con sus amigos para golpear a un tipo: “Estaba furioso y pensaba que se lo merecía. Pero cuando sentí lo asustado que estaba quise marcharme, miré a mis amigos y se volvieron contra mí. Necesitaban sacar su rabia de alguna forma”.

Fotograma de 'Beautiful Beings'.
Fotograma de 'Beautiful Beings'.JOIN MOTION PICTURES/SEMINCIJOIN MOTION PICTURES/SEMINCI

Tras el breve y poético prólogo, el film se centra en Balli, un perdedor integral, despreciado y marginado por cuantos le rodean, maloliente y resignado a una vida terrible de humillaciones y soledad. La cámara se centra en él, le acompaña a su lado, nerviosa, mientras literalmente y sin piedad le parten la cara unos abusadores. La película avanza pero de pronto se aleja de él, para detenerse en Addi (Birgir Dagur Bjarkason), uno de los cabecillas del grupo de acosadores, forzando al espectador a acompañarle desde entonces en la espiral de violencia que le atrapa a él y a sus compinches.

De la furia, del torbellino emocional que es la adolescencia, sobre todo en hogares desestructurados y sin referentes claros a los que aferrarse, habla ‘Beautiful Beings’, un film que, según expuso el director en declaraciones recogidas por Ical, se inspira parcialmente en su propia adolescencia en Reikiavik. “La historia es ficticia, pero está muy conectada con lo que vivimos mis amigos y yo esos años. Quería expresar una realidad que muchas veces se oculta: los padres no saben lo que sucede con sus hijos. Mis padres no sabían lo que sucedía conmigo en esos años. Con esta película quería inspirar a los padres para que abran sus ojos, y se den cuente de que posiblemente tengan que cuidar más a sus vástagos, y también inspirar a los jóvenes que actúen como lo hacen mis personajes, para que intenten salir de esa situación”.

Acompañado por su actor protagonista, el debutante Birgir Dagur Bjarkason, el director explicó que, para él, “era muy importante transmitir que no es culpa de estos chicos cómo se están comportando, es culpa de la sociedad, que no es capaz de apoyarles y ayudarles. Ser conscientes de eso nos ayudaría a evitar que se repitan los mismos errores en el futuro. Del mismo modo veo a los criminales, son un fallo de la sociedad, que debería volcarse con ellos para ayudarles a rehabilitarse y salir adelante”.

La jornada concluyó con el ligero soplo de aire fresco que supuso ‘Clementina’, donde Mendilaharzu y Feldman decidieron agarrar la cámara en pleno confinamiento para captar en clave de comedia los miedos y las situaciones surrealistas a las que la irrupción de la pandemia empujó a los ciudadanos de todo el planeta hace apenas dos años.

Lo que nació como un cortometraje, con visos luego de convertirse en una serie de cinco capítulos para una plataforma de internet en su país natal, acabó convertido en un largometraje donde realidad y ficción se conjugan de la mano de Clementina, alter ego de Constanza Feldman en la ficción, una mujer joven que se ve ‘atrapada’ por el confinamiento, obligada a compartir apartamento con su pareja antes de lo que la evolución de su relación de pareja hubiera aconsejado.

Fotograma de 'Clementina'.
Fotograma de 'Clementina'.SEMINCISEMINCI

Puntuando con llamativos efectos sonoros la ridiculez de ciertos hábitos pandémicos, en un cariñoso homenaje a Jacques Tati, la película avanza de la mano de la mujer que, ante la ausencia voluntaria de Guillermo (encarnado por Mendilaharzu, y fuera de foco a lo largo de todo el metraje), afronta día a día la pequeña gran odisea de encontrarse de la noche a la mañana en un mundo que no es el suyo, con el único acompañamiento de la enfática música medieval compuesta para la ocasión por Gabriel Chwojnik y el sinfín de figuritas extrañas que su pareja amontona por todos los rincones del piso.

El avanzado estado de gestación de la actriz y codirectora impidió a los autores de ‘Clementina’ viajar a Valladolid, y desde su hogar argentino los cineastas participaron en un encuentro virtual con los medios acreditados en Seminci, a los que contaron que antes de la pandemia ni siquiera convivían juntos. “Yo trabajo como director de fotografía, y cuando llegó el confinamiento fuimos a buscar una cámara juntos porque creíamos que algo importante podría pasar y estaría bien tener una cámara en aquellos momentos. Conforme pasaban los días empezamos a echar de menos nuestros oficios, Constanza es actriz, yo soy cámara y dirijo teatro, así que empezamos a crear juegos de ficción y a filmar cosas que sucedían alrededor de nuestro apartamento, que se volvió un poco loco, con fallos en el agua, la electricidad, un desfile de albañiles, fontaneros, y vecinos reunidos”, explicó Mendilaharzu.

“Filmábamos a través de la ventana y de la mirilla, y nos resultaba complicado entender por qué ni siquiera podíamos ver a nuestros familiares pero teníamos que recibir en nuestra casa a completos desconocidos. Por otra parte, no teníamos agua en un momento en el cual en la tele no dejaban de decir que había que lavarse constantemente las mano. Era todo una situación paradójica. Así, decidimos inventar una ficción estilizada a partir de un registro documental, con un lenguaje próximo al clown, que dialogara con todo eso que pasaba y, de alguna manera, lo aprovechara”, aseguró antes de confesar que fue “una mezcla de ingenuidad y necesidad de algo lúdico” lo que les llevó a ponerse a filmar.