Cine
Un tenso thriller, un melodrama y una tragicomedia ponen el cierre a la Seminci, que concluye con una historia de redención
La jornada incluyó los estrenos de “La conspiración de El Cairo”, de Tarik Sakeh, ‘”El caftán azul”, de Maryam Touzani, “Almas perdidas de Inisherin”, de Martin McDonagh, y “Master Gardener”, de Paul Schrader
La 67 Semana Internacional de Cine de Valladolid llega a su fin, a la espera de conocer mañana sábado el veredicto de los muchos jurados de sus diferentes secciones. La competición se cerró hoy con el estreno en España de dos filmes más que optan a las Espigas: ‘La conspiración de El Cairo’, un vibrante thriller dirigido por Tarik Saleh, sobre las luchas de poder y el difícil equilibrio entre política y religión; y ‘El caftán azul’, de la marroquí Maryam Touzani, un triángulo amoroso en clave de melodrama lleno de silencios, miradas y sensibilidad. Además, se proyectaron dos películas fuera de concurso: en ‘Almas perdidas de Inisherin’, Martin McDonagh brinda una tragicomedia divertida y oscura, llena de humanidad, donde brillan con luz propia Collin Farrell y Brendan Gleeson; y en ‘Master Gardener’, que mañana clausurará el certamen tras la gala, un viejo conocido de Seminci como Paul Schrader explora las tensiones raciales de la América contemporánea en una película que supone el cierre de su trilogía ‘Man in the Room’.
En ‘La conspiración de El Cairo’, Saleh deconstruye capa a capa, con minuciosidad, las intrincadas luchas de poder que se desatan entre las élites religiosas y políticas del país tras el repentino fallecimiento del gran imán de la prestigiosa universidad de Al Azhar, con el objetivo de controlar desde la sombra el que denominan “el faro del Islam en el mundo”.
Cinco años después de alzarse con la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid gracias a ‘El Cairo confidencial’, que también conquistó los galardones al mejor director y guion en Seminci, Saleh regresó hoy al certamen, pisando por primera vez suelo vallisoletano para respaldar el estreno de su nueva película. Su experiencia en grandes producciones de Hollywood como la serie de HBO ‘Westworld’ o el reciente largometraje ‘The Contractor’ la traslada en esta ocasión al país de sus ancestros, a cuya realidad se acerca con ojos de extranjero y conocimiento de autóctono.
Para hacerlo, introduce en la compleja trama (premio al mejor guion en Cannes) un elemento externo, como él. Se trata de Adam, el humilde hijo de un pescador, que tiene, a juicio de su padre, “un cerebro que piensa más de lo necesario”. Su destino, marcado por sus orígenes, está en no salir de su pequeño pueblo, pero todo cambia cuando inesperadamente recibe una beca para estudiar en Al Azhar, el corazón de las ciencias islámicas. “Lo importante no es quiénes somos, sino quiénes queremos ser”, le llegan a decir. Es entonces cuando cae en la densa telaraña que es la institución: “Aún tienes el corazón puro, pero se ennegrece cada segundo que pasas aquí”, le advierte un amigo ante lo que se le viene encima a lo largo de dos horas de intrigas, traiciones y emociones.
Presente en Valladolid. Saleh explicó en declaraciones recogidas por Ical que ‘La conspiración de El Cairo’ es fruto de la pasión que sintió en la adolescencia por ‘El nombre de la rosa’, de Umberto Eco. “Fue mi Harry Potter particular. Cuando crecí me di cuenta de lo profunda que era aquella novela, que intenta investigar las conexiones entre arte y religión. Yo me pregunté: ¿Puedo hacer esto con el Islam? Y mi respuesta inmediata fue no. Pero si lo hiciera, ¿cómo sería? Probablemente tendría lugar en Al Azhar, con la muerte del gran imán, cuando tuvieran que elegir a uno nuevo, y la seguridad del Estado estaría involucrada... Me di cuenta de que ya estaba construyendo mi historia. Y así surgió la película”, resumió.
Cuestionado sobre los reconocimientos que cosechó en Valladolid hace un lustro, Saleh subrayó que significaron “mucho” para él. “Cuando haces una película tan personal, en la que hablas de tus intereses y de lo más profundo, no sabes si la gente lo entenderá. El arte puede ser un proceso bastante solitario. Además, para los musulmanes España es el símbolo de la civilización islámica, de la apertura, de lo que fue la cima del mundo musulmán. Desde entonces ha ido todo cuesta abajo”. “No estoy aquí para invadiros ni para reclamar nada, lo prometo”, bromeó, “pero fue un honor que esa película fuese tan bien recibida, y espero que esta también la reciban igual”.
Amores callados
‘El caftán azul’, que se alzó con el Premio Fipresci en Cannes este año, es un estricto melodrama, lleno de silencios, miradas y sensibilidad, donde la directora despliega con suavidad y contundencia un complicado triángulo amoroso.
Halim (Saleh Bakri) y Mina (Lubna Azabal) son un sólido matrimonio que regenta una tienda tradicional de caftanes en la medina de Salé, una de las más antiguas de Marruecos. Él es un maalem, un artesano de la sastrería experto en el difícil arte de elaborar caftanes, una delicada prenda de seda, tradicional de la antigua Persia y que aún se utiliza en ceremonias muy especiales en los países musulmanes. El férreo equilibrio de su relación, a prueba de bombas como el secreto que esconde el hombre, se verá puesto a prueba con la llegada de Youssef (Ayoub Missioui), un persistente aprendiz que sacudirá los cimientos de la relación.
La película, que arranca con frialdad en su primer acto, despega en los siguientes gracias a la solidez de su trío protagonista, donde sobresale Lubna Azabal, una ‘vieja’ conocida por los semanistas, que además de protagonizar ‘Adam’ en 2019 sacudió el festival hace ya una docena de años con su inolvidable Nawal Marwan en ‘Incendies’, antes de que despegara como un cohete la carrera internacional de Denis Villeneuve.
Como si estuviera acariciando la tela azul petróleo con la que el maalem tiene que elaborar el caftán del título, la directora se aproxima a sus personajes con cariño y sin condescendencia, reivindicando el respeto a las tradiciones y lanzando desde la pantalla un canto a la tolerancia. El film afronta el tabú de la homosexualidad en Marruecos y plantea sutiles cuestiones éticas, desde un enfoque humanista que ya presidía el anterior largometraje de la cineasta.
Ausente en Valladolid, Touzani (esposa de Nabil Ayouch, que hace diez años conquistó la Espiga de Oro en Valladolid con ‘Los caballos de Dios’) sí compareció ante los medios acreditados en una rueda de prensa virtual, en la cual explicó que el origen de este film se remonta a la preproducción de su anterior film, cuando mientras buscaba localizaciones conoció en Casablanca a un hombre que regentaba una peluquería de mujeres, y que acabaría inspirando el personaje de Halim. “Me inspiró muchísimo. De forma muy fuerte sentí que había muchas cosas de su vida que él estaba obligado a esconder, tenía que fingir ser una persona que él no era porque no tenía otra alternativa”, señaló refiriéndose a “matrimonios donde el marido tiene una vida paralela”, un tema del que nadie hablaba.
“Llegó un momento en el que sentí un deseo muy fuerte en mi interior de que este era un personaje al que le tenía que dar voz”, relató, subrayando que, para ella, “los personajes son más importantes que los temas”. “Cuando escribo no pienso en términos de temáticas, sino de personajes. En esta película cada uno de los tres protagonistas tiene su historia personal, y cada una de ellas tiene un contexto”, explicó antes de manifestar su confianza de poder “contribuir a abrir un debate o un diálogo sobre las cuestiones que afectan al ser humano”, algo que calificó como “extremadamente importante” para ella.
Luces y sombras en Irlanda
Divertida y triste, luminosa y oscura, conmovedora y fría. Todo ello a la vez, agitado, no mezclado, es lo que ofrece ‘Almas en pena de Inisherin’, el cuarto largometraje del cineasta y dramaturgo británico Martin McDonagh, que hoy se estrenó fuera de competición. La película enfrenta a dos actores en estado de gracia, Colin Farrell y Brendan Gleeson, que firman un duelo interpretativo memorable en esta tragicomedia que rebosa humanidad por los cuatro costados, y que hizo disfrutar y encogerse el corazón al público del festival.
El director de películas tan populares como ‘Tres anuncios en las afueras’ se centra para la ocasión en la Irlanda de sus padres, emigrados a Londres en los 60, para ambientar su relato en Inisherin, una isla ficticia, en 1923, en plena guerra civil irlandesa. Los vecinos de Inisherin miran con distancia y socarronería el enfrentamiento entre el Estado Libre de Irlanda y el IRA que se produce en el Mar de Irlanda (“antes que luchábamos contra los ingleses era más fácil”, señalan en los diálogos del film), pero sin que se percaten de ello están siendo testigos de un enfrentamiento en su propia isla que alterará las dinámicas de todos sus habitantes.
La premisa argumental es simple: Colm (Gleeson) y Pádraic (Farrell) son amigos de toda la vida. La diferencia de edad (se llevan unos veinte años) no ha impedido que sean uña y carne, y que compartan penas y alegrías en el único pub del lugar. La película arranca con una rutinaria visita de Pádraic a Colm, para ir juntos al pub, pero su amigo da un paso atrás y le dice que ya no quiere saber nada de él nunca más, sin motivo aparente.
McDonagh despliega un arsenal de brillante humor para aproximar al espectador al nudo gordiano de la historia, que no habla en el fondo sino de lo difícil que resulta cortar vínculos que en el pasado fueron muy intensos, o de los motivos que nos empujan a tomar una decisión así o a encajar el golpe de que la otra parte tome esa decisión por nosotros.
En torno al conflicto, ante la cámara desfila una serie de memorables personajes secundarios, comenzando por Siobhan (Kerry Condon), la hermana de Pádraic, que intenta sin éxito mediar entre los dos y que al final será la única en poder escapar del cerrado mundo que la atrapa. También conocemos a Dominic (Barry Keoghan), el tonto del pueblo, que sin embargo resulta ser el más clarividente por momentos; Jonjo (Pat Shott), el posadero, pone la nota de humor con cada irrupción en el pub; Bríd Ní Neachtain (la señora O’Riordan) es la dueña del único ultramarinos y la cotilla oficial de la villa; o Sheila Flitton (la señora McCormick), que es la auténtica ‘banshee’ de la película, una mensajera del inframundo muy arraigada en el folclore irlandés, que ejerce el rol de un coro griego que va acompañando el relato, anticipándose a las tragedias que están por venir. Todos ellos, mantienen en silencio sus propias luchas internas, su tristeza y sus secretos.
Traca final
Hace nueve años Paul Schrader recibió en Valladolid la Espiga de Honor por toda su trayectoria. Guionista de obras cumbres de la historia del cine, como ‘Taxi Driver’ o ‘Toro salvaje’, la Seminci quiso entonces poner el foco en su faceta como director, que atesora títulos tan contundentes como ‘Blue Collar’, ‘Mishima’ o ‘Afliction’, bien conocidos por los semanistas. El cineasta echa este año el cierre a la Sección Oficial con ‘Master Gardener’, una exploración de las tensiones raciales de la América contemporánea a través de un hombre que busca redimirse de su pasado.
El maestro jardinero que encarna en esta ocasión Joel Edgerton, se ensambla con el reverendo Ernst Toller de Ethan Hawke en ‘El reverendo’ (2017) y con el William Tell de Oscar Isaac en ‘El contador de cartas’ (2021), que el año pasado también participó en la competición oficial de Seminci, donde conquistó el premio al mejor guion. Esos tres filmes conforman una suerte de trilogía de la redención (‘Man in the Room’, la denomina el propio cineasta), donde los tres protagonistas, atormentados por su pasado, buscan expiar la culpa que les atormenta y en el proceso les acompaña una mujer que ignora quiénes son en realidad, y que camina a su lado hasta un estallido de violencia final.
En este caso, la historia se centra en Narvel Roth (Joel Edgerton), un hombre metódico y sistemático que ha aprendido los secretos de la botánica, y que es desde hace años el meticuloso horticultor de Gracewood Gardens, una propiedad de la exigente señora Haverhill (Sigourney Weaver). Narvel tiene todo bajo control, hasta que un elemento externo llega al plácido complejo para poner del revés todo. Se trata de Maya (Quintessa Swindell), la sobrina nieta de la señora Haverhill, una mestiza conflictiva, que se ha dejado llevar por las “malas compañías” y a quien intentar dar una nueva oportunidad para reconducir su vida.
Una visión acompaña al protagonista. Un hombre mayor, con apariencia de loco, le sujeta y le dice: “Somos los jardineros, sacamos las malas hierbas”. Esa pesadilla es su pasado como asesino a sueldo de los supremacistas blancos, una organización criminal que tiene grabada a fuego sobre su piel, y que todavía le persigue, una década después de huir de ella.
Agencia de Noticias Ical SL - © Copyright Agencia Ical. All Rights Reserved- Contacto
✕
Accede a tu cuenta para comentar