Sociedad

La deshumanización de las ciudades

Según la Real Academia de la Lengua Española la definición de ciudad es: Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas.

Y digo yo, lo de población densa y numerosa se cumple, lo de las actividades no agrícolas tal y como está el percal últimamente no sé yo cuanto aguantaremos.

Cada vez más las prohibiciones tiñen la vida de los ciudadanos de las grandes urbes, en el último lustro se está cambiando en un giro de 180 grados el tema de la movilidad con el vehículo privado, pero no nos engañemos, mucha gente sigue yendo en bici o en patinete por la acera o en sentido contrario pasándose por el arco del triunfo las normas viales mientras no les pillen. La picaresca ha vuelto a cobrar un significado en las urbes que no se veía desde hace décadas, el espacio vacío que van dejando las tradicionales formas de moverse rápido por una metrópoli va siendo ocupado por una infinidad de soluciones y muchas de ellas comprometen la seguridad de los viandantes, ¡qué paradójico! ¿No?

Y dirán: -Pero es que la normativa de zona de bajas emisiones viene de Europa-. Ya, igualito París que Valladolid o Gijón.

Hablamos de medioambiente pero hacia un lado, ah claro, por eso es sólo “medio”.

¿Por qué los ciudadanos siempre pagamos el pato? Cuando la gran contaminación viene por parte de las industrias y sus vertidos y no precisamente de España. Hablemos mejor de deslocalización de humos, esa idea sí la compramos, pero con una electrificación necesaria y real del parque automovilístico; no se está haciendo una transición rápida y económica de las gasolinas a las baterías en los coches, se está vetando cada vez más al transporte privado en pos de una era de lo público, que está muy bien y que estaba en pañales en muchos lugares de España pero el transporte de masas no debe desplazar la libertad de poder elegir el medio de movilidad.

Ah y no te preocupes que los vuelos privados y de primera clase son ecológicos, tu sigue en autobús o en patinete eléctrico que así ayudas a que crezca un árbol. La doble vara de medir es tan atractiva y sinuosa, con esas formas que cautivan y que embriagan, que es irresistible.

Al final que prohíban también a los peatones, ¿por qué no? Les quedarían unas ciudades preciosas, asépticas, con un centro ciudad rollo museo, o si ya dramatizamos del todo tal vez cobrando una entrada para disfrutar de los esqueletos vacíos y deshumanizados de los cascos históricos se puedan volver a permitir escuchar otra vez voces, o la propia risa de un niño en mitad de unos arcos de soportal del siglo XVI. El futuro no está escrito, pero por primera vez en muchos años es completamente incierto.

Las calles están para vivirlas, para disfrutarlas, el progreso es eso, algo que se crea para sustituir más y mejor a lo anterior, no para descabezar la libertad de tener un techo con ruedas que te lleve del punto A al punto B en un día de frío y lluvia desde tu casa a tu destino.

Sino seguirá la sangría que nos sacude últimamente y los comercios no son ajenos a ello, en las capitales de provincia ya se está viendo la fuga de grandes firmas porque junto con la crisis económica actual las limitaciones del acceso al centro por parte de los vehículos están mermando su productividad.

La migración hacia las afueras de las grandes poblaciones es un fenómeno generalizado, ya ha empezado y es imparable, hemos entregado el alma de las ciudades a la impersonalización; la buena noticia es que aún hay tiempo para virar hacia una ciudad libre de humo pero con alternativas que no desplacen a la autonomía de poder usar el transporte privado.

Hagamos una transición ecológica y económica, que no ganamos para pipas.